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Reportaje:Final de la NBA

La redención de la fiera

Artest reprime su carácter díscolo en los Lakers y aporta su valía en la búsqueda del anillo

Robert Álvarez

Ron Artest, por una vez y sin que sirva de precedente, es noticia por algo bueno. Juega bien, está siendo capaz de controlar su tendencia a la gresca y ha trascendido que incluso, en un insólito gesto, ha regalado a dos seguidores de los Lakers un par de entradas a pie de pista que cuestan 7.000 euros cada una. Continúa actuando de forma dura y suele encargarse del marcaje de las figuras del rival, en el caso de la final de la NBA, contra los Celtics, de Paul Pierce. Pero da la sensación de que está más centrado y puede reprimir sus excesos y la pérdida de perspectiva que le ha acarreado múltiples sanciones, entre otras la que concluyó con la sanción más fuerte de la Liga profesional norteamericana de baloncesto, 73 partidos de suspensión, por la trifulca en Detroit, en 2004, cuando jugaba en las filas de los Pacers de Indiana.

Tras encauzar a Rodman en los Bulls, su fichaje fue otro desafío para Jackson
En 2004 protagonizó la mayor sanción del torneo: 73 partidos de suspensión

Prácticamente en la primera jugada del primer partido contra los Celtics saltó la alarma en una acción en la que Artest se agarró a Pierce como si se tratara de un combate de lucha grecorromana. Los árbitros repartieron una falta técnica a cada uno. Artest no perdió los estribos y siguió jugando bien, como había empezado a hacer en varios partidos de la fase final, especialmente en el penúltimo contra Phoenix, decidido con un lanzamiento suyo en el último instante y también en el que supuso el definitivo 4-2 con 25 puntos con su firma.

El rendimiento y el comportamiento de Artest suponen un alivio para su entrenador, Phil Jackson, y para el director ejecutivo, Mitch Kupchak, que se arriesgaron cambiando a un jugador que había funcionado relativamente bien, Trevor Ariza, por él, una bomba de relojería en el vestuario. De hecho, durante bastantes semanas, Ron-Ron dio argumentos a aquellos que no confiaban en que, de un día para otro, cambiara su conocida fama de pendenciero y poco centrado. La pasada Navidad, cuando transportaba unos paquetes con regalos, según su versión, se cayó y sufrió un fuerte golpe en la cabeza que le hizo perderse cinco partidos. Después criticó a través de su twitter a Jackson a pesar de que su rendimiento no estaba siendo el esperado. Se temió lo peor en Los Ángeles.

Criado en una humilde familia de Queens, la vida de Artest está repleta de incidentes. Capaz de pegarse hasta con un compañero, Elton Brand; de bajar los pantalones a Pierce en pleno partido cuando él jugaba con los Rockets; de propinar un codazo a Michael Jordan en su primer entrenamiento con los Bulls de Chicago; de presentarse en albornoz a un ensayo con los Pacers, de dar una patada a una cámara en 2003; de confesar que había vendido cocaína tras la muerte de sus padres, cuando tenía 13 años, y de llegar a ser detenido por maltratar a su esposa en 2007.

En su fichaje por los Lakers se vio un nuevo desafío para Jackson, capaz de meter en vereda, cuando dirigía a los Bulls, a Dennis Rodman, uno de los jugadores más díscolos y particulares en la historia de la NBA.

"Le dije que aquí tenía una ocasión para ganar el anillo, que ese es el objetivo del equipo y que por eso tenía que fichar por él", dice Lamar Odom. "Intento jugar de la forma adecuada y eso, en nuestro equipo, significa pasar la bola a Kobe [Bryant] o Pau [Gasol], no es un secreto. Pero a veces los técnicos rivales dicen: 'Vale, dejemos que tire Ron'. No deberían actuar así. A veces, cuando me dejan solo, me digo a mí mismo: 'Vamos, sabéis la clase de jugador que soy'. Me parece una falta de respeto porque soy capaz de superarles en el poste bajo y también desde el perímetro", explica el propio Artest.

No fue así en buena parte del campeonato en el que falló un tiro tras otro, ni tampoco en el partido contra Phoenix que acabó decidiendo después de que Jackson, harto de sus tiros a destiempo, ordenase que no se le pasara el balón en la última jugada. Ese es Artest. Único. Para lo bueno y lo malo.

Artest, durante el primer partido contra los Celtics.
Artest, durante el primer partido contra los Celtics.REUTERS

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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