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Reportaje:Talentos

El Woody Allen de Quebec

A sus 21 años, Xavier Dolan escribe, rueda e interpreta películas inspiradas en sí mismo y en sus amigos

Elsa Fernández-Santos

Cuando Xavier Dolan volvió a Quebec del internado en el campo al que le habían enviado sus padres (él egipcio y ella canadiense) ya tenía un plan urdido: escribir historias para interpretarlas, rodarlas o hacer el vestuario si era necesario. A sus 21 años, Dolan es hoy una celebridad en su país, donde pueden presumir de contar con el cineasta más joven que ha pasado este año por la sección oficial de Cannes, mano a mano con el portugués Manoel de Oliveira, 80 años mayor que él. Y sí, hasta el vestuario de su película, Los amores imginarios, era suyo.

Dolan ya estuvo en el Festival de Cannes, en la Quincena de Realizadores, en 2009, con su ópera prima, Maté a mi madre, financiada con "el dinero y la paciencia" de sus amigos. La película fue entonces un acontecimiento: se llevó nueve minutos de ovación, un premio y ventas en una docena de países. Abiertamente autobiográfica, la película era su venganza adolescente contra la figura de su madre. Un año después, la diana ya no es su mamá sino su mejor amiga.

La diana de su nuevo filme ya no es su madre sino una amiga
El borrador de 'Los amores imaginarios' lo hizo en un viaje en tren

En Los amores imaginarios, un chico sensible y una chica lista se disputan al mismo chico guapo y las perrerías que se hacen para conquistarlo dan tanta risa como miedo. Comedia, drama y documento generacional, Los amores imaginarios muestra los balbuceos de un cineasta con una capacidad asombrosa para algo más que los diálogos.

Cómica y triste, la película merece la pena solo por ver a la actriz Monia Chokri soltar su monólogo sobre por qué fumando olvida. O para detestar al bello querubín de pelo rizado que les hace perder la amistad y los papeles a ella y su mejor amigo. Un amor platónico no correspondido porque, por supuesto, a este nuevo Tasio de los lagos de Ontario no le gustan ni los chicos ni las chicas demasiado listas.

"Siempre fui gay, aunque he salido con chicas porque las chicas me hacían gracia", cuenta Dolan. Aunque en Cannes se ha codeado con Oliveira, Dolan cita a Woody Allen como su referente. "Es mi héroe", afirma. "Cuando escribí esta película, en mi cabeza estaban películas como Maridos y mujeres o Hannah y sus hermanas. Por su humor y por su psicología. No se me ocurre una manera mejor de acercarse a una historia que la suya. Sus películas han sido para mí verdaderas lecciones sobre el mundo de los adultos y sus múltiples caras".

El borrador de Los amores imaginarios lo hizo en un viaje en tren, hablando con sus amigos sobre triángulos amorosos. La crisis económica acababa de tumbar un proyecto mucho más grande y el actor-director-escritor entró en pánico al verse un año de brazos cruzados. "Miré a mi alrededor y encontré una historia que podía rodar con muy pocos medios y llamando a las misma puertas que la primera vez. Maté a mi madre la escribí en tres días, nació de la rabia adolescente contra ella. Y Los amores imaginarios fue igual de veloz y real. Si actúo en ellas es porque es mi vida, pero también porque fui niño actor hasta que mis padres decidieron mandarme a estudiar al campo. Me gustaba mucho actuar y me sigue gustando".

Los amores imaginarios se fue de Cannes sin premio pero con unas ventas que duplicaron las del año anterior. Y Dolan, con gafas de pasta y la mirada algo perdida de los que empiezan a mecanizar la firma de autógrafos.

Un fotograma de <i>Los amores imaginarios</i> con Xavier Dolan, a la izquierda, Monia Chokri y Niels Schneider.
Un fotograma de Los amores imaginarios con Xavier Dolan, a la izquierda, Monia Chokri y Niels Schneider.

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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