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Columna
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Operación bikini

Pues sí, resulta que en tiempos de banderas rojas de protesta o blancas de rendición incondicional o a cuadros, de pura perplejidad, es un consuelo que Galicia obtenga 132 banderas azules que distinguen a sus playas y puertos deportivos con esa categoría superior de limpieza y bienestar que caracteriza este bendito lado del Atlántico. No las tendrá este año el estado de Luisiana y a todos los gallegos nos recuerda muchas cosas ver a Obama con unas bolitas de chapapote en la mano, ¡ánimo Barack!

Los gallegos, entre otros milagros propios de nuestros santos tutelares, esperamos anualmente dos cosas que nos agradan sobremanera: las nominaciones de la banderita azul y la lista Forbes para ver si Amancio Ortega sigue entre los hombres más ricos del planeta. Una sensación de confort nos invade cuando vemos que ambas cuestiones siguen desafiando la gravedad y manteniendo nuestra cota de celebridad en el mismísimo Olimpo. ¡Somos ricos y tenemos playas limpias, qué más se puede pedir!

A todos los gallegos nos recuerda muchas cosas ver a Obama con bolitas de chapapote en la mano

El tiempo corre tan deprisa desde que gobierna Google y nos encuentra en menos de un segundo que muchos han olvidado que donde hoy campean esas banderas hace poco tiempo había una de peligro, y donde muchos ven hoy a un presidente negro no hace mucho hubo un presidente blanco, aunque ambos, en distinta medida, cortejados y financiados por las petroleras que, tarde o temprano, acaban derramando sus vertidos. Los que siguen por aquí no han cambiado: Feijóo en su primer Xacobeo y los del antiguo bipartido en su dolorosa peregrinación por las corredoiras del país, que tienen mucho que penar.

A 30 grados a la sombra resulta difícil pensar en el decretazo que ha dejado a muchos sin bandera azul y con la extra de verano tiritando. Somos un Estado de funcionarios, para lo bueno y para lo malo. Antiguamente llamaban a ese tipo de trabajo encontrar "un destino", y muchos lo han encontrado desde que se han fortalecido hasta extremos impensables las administraciones locales, autonómicas y estatales, formando todas juntas una clase social propia dentro de la clase media.

El calor, como decimos, aprieta tanto que, después de un invierno tan duro y largo, uno se pregunta poéticamente dónde ha ido a parar la primavera, pero a la vista está que este junio no va a dejar a nadie sin la abrupta sensación de fin de curso: los que no hacen la selectividad, preparan la reforma laboral, los que no están en paro, suspenden pagos, los que no se examinan de inglés lo hacen de gallego, el caso es que todo el mundo anda agobiado por llegar este año más que nunca a esa plácida ribera donde se mecen las olas y ondea la bandera azul. Llegar a puerto. Si además es usted de los que piensan que vamos a ganar en Sudáfrica tendrá una reserva de oxígeno extra para seguir confiando en la especie, aunque yo, metido a Paco González de la vida, me pregunto: ¿qué hacemos en el Tirol cuando las selecciones de Argentina y Brasil llevan más de una semana cavando trincheras en Sudáfrica? O somos tan buenos que necesitamos un balneario para nuestros muchachos o mucho me temo que vamos a llegar un tanto despistados a Durban, ciudad natal, por cierto, de Fernando Pessoa.

Ojalá me equivoque, pero la cosa está que arde: Mourinho en Madrid, Florentino en capilla, Guardiola que ficha por el Banco de Sabadell y ZP que toma una sabia decisión en medio del desaguisado: recibir en Palacio a Edurne Pasabán, una señora que sabe mucho de vértigos y alturas. Como ven, el deporte sigue siendo la metáfora favorita de nuestro presidente y por supuesto también de millones de ciudadanos que anhelamos pasar de cuartos de final, llegar a fin de mes, superar la selectividad y plantarnos en esa orilla de arena fina y bandera azul donde parece que no hay clases sociales. Es la democracia del bañador, la operación bikini más militarizada de los últimos tiempos.

Por cierto, no sé lo que ustedes piensan de los últimos movimientos de fichas de la oposición en el chiringuito: el no de Rajoy a los recortes ha sido tan sincero como cuando Mourinho dice que no es antibarcelonista. Tiempo habrá para seguir analizando el campeonato.

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