Dos valientes
Nadal se impone a Almagro gracias a dos brillantes 'tie-breaks' en un durísimo encuentro
Camino de las semifinales, Rafael Nadal sobrevive 7-6 (2), 7-6 (3) y 6-4 a un tenista poderoso e impactante, de nombre Nicolás Almagro. "¡Le está pegando muy bien al revés!", sufre el mallorquín. "Pues intercambio de tu derecha a su revés y punto", le dice su banquillo. "No es fácil que te gane". Y no, no es fácil ganar a Nadal en Roland Garros ni en ninguna parte. Da igual que le rete un jugador brutal, incomodísimo por su clase y su fuerza. Da igual que tire y pegue y que se abalance nada más levantarse el telón (3-0). Nadal, advertido por el juez de silla por tomarse demasiado tiempo entre saques (hay que respirar y pensar, oxígeno, oxígeno, cómo pega Nico), nunca muere. Jugó dos sets medianos y definió en dos tie-breaks en los que estuvo "increíble, agresivo, valiente y perfecto". Toni Nadal, su entrenador, así lo vio en la grada. Almagro, calcadas sus impresiones, lo sufrió sobre el albero: "¡No hay nada que hacer!".
El murciano aparece como un tenista desatado. Es leñador, herrero y beisbolista
"Estuve nervioso como para jugar todo lo largo que quería", reconoció el número dos, que hoy cumple 24 años. "Ha sido duro mentalmente, porque era difícil tener opciones al resto, me venía una bomba". ¿Y la advertencia del juez de silla? "Soy el primero en aceptarla. Cuando me lo merezco me lo merezco, pero tengo la sensación de que ha sido pronto: me ha hecho jugar demasiado tiempo con presión. Estaba yendo a 3.000 por hora. Apenas he cogido la toalla comparado con lo que lo hago habitualmente, y eso me viene bien para pensar, para serenarme. Todo el partido me sentía con el agua al cuello. Por eso en el 5-4 del segundo set le he dicho que creía que más rápido no podía ir, que no me merecía que me volviera a avisar".
"Venga Nicolás, ¡ánimo!", le gritan al número 21. Pocos ánimos necesita Almagro. Pocas palabras tiene que escuchar para sentir que el partido puede ser suyo. El murciano aparece como un tenista desatado. Es leñador, herrero y beisbolista, lo que se quiera: da hachazos, martillea y revienta cada pelota, un tenista jugando a coces, agrediendo siempre al contrario. Frente a eso, los mil y un recursos del librillo de la tierra, autor y firma Rafael Nadal Perera, que percute una y otra vez contra el revés a una mano de Almagro. Ante las situaciones de peligro, utiliza su saque abierto de zurdo, que le deja a Almagro vencido a un lado y a la pista desierta. Cuando el riesgo es extremo, cuando se disputan los puntos que marcarán el partido, Nadal rebusca en el librillo y sorprende: carga a la red. Sube como un panzer, la tierra temblando, el público anonadado. Se lanza (esto no es Wimbledon, esto no es hierba, ¿pero qué hace?, debe de pensar Almagro) a protagonizar un saque-red en el primer punto del segundo tie-break.
Y Almagro, que desespera: "¡Venga, por Dios!". Y Almagro que juega el primer tie-break solo con segundo saque. Y Almagro que al fuego responde con un incendio, al viento con un huracán y a la lluvia con tormenta. Hace dos años, mismo rival, misma ronda y torneo, solo se apuntó tres juegos (triple 6-1). Ayer demostró que lo mejor está por venir en su carrera.
Nadal ya no perderá el número dos. Nadal está a dos pasos de ser el número uno. Nadal está en semifinales de Roland Garros, favorito por ranking y experiencia, candidato por incontenible ambición, y temible porque ayer, contra un tremendo Almagro, enseñó lo que le ha distinguido siempre: garras, músculos y afilados dientes en esos puntos sueltos que de verdad deciden un partido.
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