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Columna
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¡Quiero galletas!

Por los años ochenta existía un virus informático que dibujaba en la pantalla del ordenador la cara simpática de un monstruo que decía: ¡galletas, quiero galletas! Una vez repuesto de la sorpresa, entendías que había que darle galletas, escribir "galletas". Te contestaba con "galletas, más galletas". Volvías a escribir una y otra vez la palabra, hasta que desaparecía y te dejaba en paz. Por poco tiempo, porque cuando menos lo esperabas volvía a las andadas y el irritante ¡quiero galletas! estaba una vez más en la pantalla y era necesario alimentarlo de nuevo para que se calmara durante un buen rato. Era el monstruo de las galletas, bastante inofensivo, realmente no destruía nada del ordenador, salvo los nervios, que terminaban destrozados.

Actualmente nos pasa lo mismo, aunque la ingeniería genética avanzó mucho y las consecuencias son más desagradables. ¡Dinero, quiero dinero! dice ahora nuestro monstruo, un virus financiero de padres desconocidos. Le das dinero, mucho dinero, y te contesta impertinente con ¡más dinero! Consigues tranquilizarlo por el momento, pero unas semanas después reaparece y vuelve a repetir la misma copla. Los gobiernos empiezan a perder los nervios y buscan desesperados qué pueden ofrecerle al monstruo. Contagiados por el virus, imitan su comportamiento con los ciudadanos y también quieren funcionarios, quieren jubilados, quieren impuestos, pero en realidad no saben lo que quieren, excepto apaciguar al monstruo de las finanzas que les amenaza desde todas las pantallas, ya sean europeas o americanas.

No hay nada nuevo en todo esto. Los antropólogos nos cuentan que en las tribus más antiguas existían monstruos o divinidades terroríficas que exigían ofrendas, por ejemplo algunos primogénitos o un grupo de vírgenes, para evitar la destrucción del poblado. Es evidente que este tipo de dádivas está muy devaluado en la actualidad, mientras que el dinero siempre es útil, especialmente en grandes cantidades, para ejercer el poder sobre los demás.

Los monstruos también tienen su psicología, sus orígenes, historia, motivaciones y temores. Este de ahora nos habla en un lenguaje poco comprensible, principalmente por las cantidades astronómicas que utiliza, prácticamente es un idioma de marcianos para nosotros. Algo vamos entendiendo ya, en su idioma nos intenta decir que tenemos que cambiar el estilo de vida, puede que también el modo de entender las cosas y posiblemente hasta el modo de sentir. Parece que se dirige especialmente a lo que algunos llaman la "vieja Europa", aunque también pone firmes a la otra, y ya veremos por dónde acaba.

Necesitamos con urgencia intérpretes, traductores o chamanes, es igual. Porque si sigue pidiendo galletas y se las damos, este monstruo acaba con toda la tribu y con la poca paciencia que todavía nos queda.

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