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Reportaje:VAMOS A... BERLÍN

La nueva casa de Nefertiti

David Chipperfield ha planteado una intervención "cabal y sincera" en el Neues Museum berlinés, abierto en octubre y que alberga el Museo Egipcio

El corazón cultural del nuevo Berlín ha sido durante dos décadas un enigma, un puzle. Hoy es una lección de cómo abordar un pasado incómodo sin borrarlo, falsearlo o mitificarlo. Y a ello contribuye el Neues Museum (www.neues-museum.de), que alberga el Museo Egipcio, con su archifamoso busto de Nefertiti, además del Museo de Prehistoria y Arte Primitivo y la Colección de Antigüedades clásicas. Con una arquitectura elocuente y sin embargo discreta a cargo del británico David Chipperfield, ha renacido de sus propias ruinas como el museo más importante de la renovada capital alemana. Y cuando toda la Isla de los Museos (www.museumsinsel-berlin.de) se concluya en 2015, el conjunto competirá con el Louvre en la carrera por convertirse en el mejor complejo museístico del mundo. Además del Neues Museum, el enclave urbano (cuyo plan general supervisa también Chipperfield) comprende el Pergamon Museum, el Bode-Museum, el Altes Museum y la Alte Nationalgalerie.

Como muchos rincones del centro de Berlín, esta isla abrazada por dos brazos del río Spree y mandada construir por el káiser Federico Guillermo IV en 1841 tiene un pasado interrumpido. Se cerró en 1939, con el inicio de la II Guerra Mundial, y fue sucesivamente bombardeada durante esa contienda para, al final, acabar destrozada y abandonada con los muros y frescos a la intemperie durante los más de 60 años en los que la antigua pinacoteca fue utilizada como almacén, armería o cantera para posteriores edificios.

Sin soltar su amarre intelectual, pero presto como en pocos otros proyectos a rozar la emoción, el responsable del proyecto arquitectónico del Neues Museum, David Chipperfield, desarrolló una idea: no quiso reconstruir lo que se había perdido, sino rescatar lo que se salvó. Trabajó con respeto y coraje no para extraer un memorial ni una reproducción histórica, sino para dar sentido a la extraordinaria ruina que sobrevivió al horror de la guerra y a 60 años de abandono. Durante una década, Chipperfield ha trabajado en Berlín. Tras la inauguración de su obra magna en octubre de 2009, nos revela ahora sus ideas sobre la ciudad.

Mientras el mundo entero disfrutaba del espectáculo de los iconos arquitectónicos que brotaban para hacer reaparecer ciudades en el mapa de los destinos turísticos, Berlín apostaba por reconstruir su Isla de los Museos con otra idea: de una manera sobria, respetuosa y sumamente sutil. Chipperfield explica que "el Neues Museum es un caso especial y singular". El británico está convencido de que "el deseo de la ciudad era hacer una simple reconstrucción, copiar la historia". Pero añade que "lo interesante de Alemania es que la gran sombra que tuvieron sobre su historia en el siglo XX les ha llevado a tratar de entender las cosas, lo que significan, sus implicaciones. Y lo que la sociedad debe ser". Explica que, incluso ahora, "con esa sombra muy diluida, la alemana sigue siendo una sociedad muy reflexiva, con gente que habla continuamente sobre el significado de las cosas".

Añadir algo nuevo

Aun así, ¿qué hizo posible la construcción de un museo que huye del espectáculo y, por tanto, de una moda imperante en los últimos años entre los edificios museísticos? Chipperfield remite de nuevo al carácter alemán. "Necesitan que una idea y no una moda les convenza. Mi punto de partida fue que un edificio que ha sufrido tanta pérdida no se puede simplemente reparar. Hay que añadir algo más. Al principio todos éramos incapaces de calibrar el éxito que iba a tener. Luego, cuando vieron el edificio, dejaron de tener preocupaciones formales al valorar el concepto que lo sustenta".

El arquitecto británico, autor de la Ciudad de la Justicia de Barcelona, del paseo del Óvalo en Teruel o del edificio Veles i Vents en el puerto de Valencia, es consciente de que una arquitectura contenida puede resultar más difícil de entender. Pero asegura que no tiene por qué ser menos popular: "De hecho, el Neues Museum es ya muy popular".

Tras pasar diez años rescatando, adivinando, recuperando, saneando y preparando su edificio para el futuro, Chipperfield está convencido de que "la arquitectura no llega nunca a ser perfecta. Pero pocas cosas lo son. El concepto del Neues Museum funciona porque muestra lo mejor y lo peor de la historia. No la borra, la representa. Y por eso gusta a los ciudadanos, porque ven un edificio cabal y sincero. También por eso le gusta a Angela Merkel: es un edificio que habla de la historia y con la historia".

Cuenta el arquitecto que lo más fascinante de trabajar en el extranjero es lo que te lleva a aprender. "Y a comprender. Siempre está la tentación del cliché. Es evidente que Londres no es solo niebla y que Madrid no es solo toros. Hay que tener cuidado y tratar de profundizar". En esa década de inmersión berlinesa, Chipperfield ha conocido a fondo el edificio, pero también la capital alemana. Le preguntamos de qué siglo es Berlín. Y contesta que todas las ciudades tienen historia, pero que Berlín tal vez tenga demasiada. "Cuando trabajaba allí sentí que el carácter de la ciudad estaba tejido de esa densidad histórica. Pero si hemos de creer en la idea de que existe una época dorada en la vida de cada ciudad, yo diría que la de Berlín sería el principio del siglo XIX", justo cuando el káiser Federico Guillermo mandó construir la isla de los museos en el Spree. Piensa Chipperfield que esa edad de oro sigue afectando no a la fisonomía de la urbe, pero sí al espíritu de la ciudad. Cree que "todos los conservadores querrían ver la metrópoli de nuevo como la capital de Prusia. Y eso es imposible, claro. Es imposible porque, entre tanto, Berlín se ha convertido en algo más".

Múltiples capas

Entonces, ¿qué es hoy Berlín? "Un lugar fascinante. Una ciudad hecha a capas, pero abierta física y mentalmente. Algo que no existe en muchos sitios", cuenta. Y señala que fue esa construcción a capas, esa convivencia de historias lo que él quiso reflejar en el Neues Museum: "Busqué retratar esa complejidad y no decir que aquel fue el momento. La época dorada está en el nuevo edificio y también la Segunda Guerra Mundial está en una de las capas. Pero hay más. Y cada nueva capa debe ser capaz de hacer aflorar las otras, que sólo juntas cuentan la historia".

"Hay quien piensa que Berlín tiene lo peor de muchos de los mejores arquitectos", explica cuando comenta la urgencia por reconstruir la ciudad. Él mismo opina "que hay zonas fallidas, como Potsdamer Platz por ejemplo, que no acaba de funcionar". ¿Por qué? En su opinión, "hay muchos autores buenos (Piano, Moneo, Rogers o Isozaki) y pocos edificios notables en ese lugar de vidrio y metal debido a que el objetivo de reconstruir los vacíos de una ciudad destruida es muy ambicioso. Y tratar de solucionarlo con proyectos que priman la rapidez y, en cierta medida, la especulación no es lo mejor para ninguna ciudad". "Toda esa presión oprime al arquitecto", añade. Y explica cómo a él le ha sucedido en España, cuando le dieron sólo 11 meses para levantar el edificio emblemático de la Copa América, el Veles i Vents valenciano. La carrera por la reconstrucción berlinesa contrasta con su experiencia personal en la ciudad y hace de sus 10 años reconstruyendo el Neues Museum una vivencia extraordinaria: "No fue fácil. Discutimos muchísimo. Pero pudimos encontrar tiempo para las ideas, la contemplación, el análisis y la discusión. Todo eso es tiempo, y tiempo es lo que cada vez tiene menos la arquitectura contemporánea".

Cinco pautas

1 La ciudad

"Ha habido mucha construcción. Y no toda de gran calidad, pero la idea de reconstruir la ciudad por bloques y de no sobrepasar la altura de 23 metros creo que hoy puede traducirse en logros: han conseguido que quien pasee por Berlín recupere el sentido de ciudad. Ese sentido ha hecho que no se construyan excesivos monumentos y, posiblemente, ha frenado también la posibilidad de obtener más obras maestras. Con todo, también ha actuado al revés: ha frenado la construcción de malas arquitecturas. Que no es una mala ambición para cualquier ciudad".

2 El Museo Judío

"El edificio de Daniel Libeskind (en Lindenstrasse 9-14) es muy interesante. El inmueble tiende un puente con la historia a partir del uso arquitectónico de conceptos emocionales como el vacío, la ausencia o incluso la invisibilidad. Libeskind traduce esas ideas en partes del edificio consiguiendo que el museo sea un lugar de emociones anunciado por los cortes exteriores en las placas de zinc y reforzado por la incomodidad de los recorridos y los espacios interiores".

3 El Memorial del Holocausto

"Creo que lo que hizo Peter Eisenman era sin duda un trabajo muy difícil. Y él lo resolvió bien. No estoy seguro de que sea un monumento necesario en esa ciudad. Pero, una vez hecho, el diseño de Eisenman está todo lo bien hecho que se podía esperar de un asunto peliagudo, de grandes dimensiones, que es una mezcla de recuerdo y repulsa. El monumento es hoy un espacio público útil y no un nuevo dolor para la ciudad. No fue fácil, pero ese vacío incómodo forma ya parte de un Berlín renovado".

4 La Embajada suiza

"Me gusta la Embajada suiza del arquitecto Roger Diener. Está en Spreebogen (Otto-von-Bismark Alle) y es, junto al Reichstag, el único edificio institucional que sobrevivió a los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. Dejó de ser embajada con el traslado de la capital y cuando volvió a serlo lo hizo ampliada con una obra ingeniosa, sobria y de peso capaz de hablar de tú al pasado, pero con sumo respeto. Es un ejemplo de cómo los edificios pueden crecer sin que nadie pierda, ni pasado ni futuro".

5 Un Gehry privado

"La fachada del banco DZ de Frank Gehry, en Parisa Platz, creo que es una de las mejores fachadas de Berlín. Gehry aquí funciona por contraste, se guarda la sorpresa para el atrio interior y es allí donde explota su creatividad en un espectáculo interior. Incluso Gehry resulta contenido en Berlín".

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