Nadal, en su fortaleza
"¿Quién puede ganarle? Dos o tres tenistas, pero jugando juntos", dice Zeballos, a quien el español batió en su regreso a la pista central
¿Quién puede ganar a Rafael Nadal en Roland Garros? "Dos o tres tenistas", contesta el argentino Horacio Zeballos, derrotado por 2-6, 2-6 y 3-6 en la segunda ronda por el español. "Pero jugando juntos", matiza a continuación.
Un año después, el sol dejándole la marca de la cinta del pelo en el rostro, Nadal volvió a su fortaleza: no pisaba la pista Philippe Chatrier, la central de Roland Garros, desde que el sueco Robin Soderling le derrotó en los octavos de final de 2009. No hay escenario de un torneo de los grandes que Nadal domine más al detalle, que conozca más al dedillo, que le haya visto coronado más veces: cuatro. No hay, tampoco, pista central que presente más dificultades para cualquiera: está el huracán, está el abismo y está la arena convertida en terroso soplido.
"Jugar en la Chatrier supone una gran diferencia desde el punto de vista mental", opina el serbio Novak Djokovic, que derrotó por 6-1, 6-4 y 6-4 al japonés Kei Nishikori. "Es la pista central más grande de las competiciones del Grand Slam. Es muy ancha por los lados y tiene mucho espacio por detrás. Eso te da una sensación diferente a cualquier otra. Luego, a nivel de velocidad, es más lenta".
Todo eso le viene como un guante a Nadal, que hoy se enfrentará al australiano Lleyton Hewitt. Solo un hombre se puede dejar arrastrar al abismo de los insondables fondos de la pista central, aculado contra la valla, y sobrevivir: él. Solo un hombre tiene piernas para explotar los anchos pasillos con recuperaciones inverosímiles: él. Y solo los hombres de mente fuerte y arqueados golpes liftados se enfrentan con seguridad a los remolinos que se levantan, al viento en contra, otro demonio más para el suizo Roger Federer, quien, como si de un burócrata se tratara, entregado sin pasión a la tarea diaria, derrotó al alemán Julian Reister por 6-4, 6-0 y 6-4. ¡Y era la 700ª victoria de su carrera!
"Es difícil adaptarse al comienzo", explica Nadal; "hay que cogerle las medidas. Es más grande de lo habitual y cuesta. Aparte, en tierra, por ese tamaño, puedes ir perdiendo un poco de pista. Luego, cuando juegas contra el viento, parece que no puedas jugar largo, se te hace todo demasiado grande. La arcilla es completamente diferente. Es más fácil moverse bien, resbalar. Siempre es muy especial volver a jugar en ella".
Nadal ha vuelto a su fortaleza. La Chatrier es el sol de la galaxia de Roland Garros. Por ahí, desterrados normalmente a sus satélites, quieren aparecer el resto de los españoles: Juan Carlos Ferrero, vencedor por 7-6, 6-7, 6-2 y 6-2 de Pere Riba; David Ferrer, que arrolló por 6-2, 6-2, 2-0 y retirada al belga Xavier Malisse; Fernando Verdasco, que vivió mudo su cruce con el francés Florent Serra, al que batió por 6-2, 6-2, 0-6 y 6-4, y Nicolás Almagro, al que le fue peor: superó al belga Steve Darcis por 6-3, 6-0 y 7-5, pero le dijeron de todo. "Me tiraban besos. Parecía un partido de fútbol, con bocinas, diciéndome 'guapo, qué buen tipo tienes'; intentando que fallase en lo de antes, sacarme del partido por lo mental... Pero ya no fallo en eso".
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