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Reportaje:bolsa

Una montaña rusa sin fin

La crisis económica y política europea lleva el nerviosismo a los mercados

David Fernández

La Bolsa padeció (otra vez más) una semana de infarto. La crisis económica y política europea empuja a los inversores a vivir en un perpetuo alambre dentro de un contexto marcado por la volatilidad extrema. El balance semanal para el Ibex arroja una subida del 0,99% que deja las pérdidas en 2010 en el 21,21%. En la sesión del viernes, el selectivo coqueteó con sus mínimos anuales, aunque en el tramo final del día la entrada de dinero desencadenó un rebote que salvó los muebles.

En el mercado (o más bien en el discurso político) se ha instalado definitivamente un discurso maniqueo: cuando la Bolsa cae, son los perversos especuladores los culpables; cuando la Bolsa sube, se debe a los cándidos inversores. Así las cosas, los nervios están a flor de piel. Prueba de esta sensibilidad extrema es que entre el máximo y el mínimo intradía del Ibex durante la semana hay una diferencia superior al 7%.

Europa (y el euro) como proyecto parece vivir una profunda crisis que si en un principio se vio como coyuntural, amenaza con convertirse en estructural. Los abultados déficits y endeudamientos acumulados por la mayoría de los Estados miembros durante los últimos años para combatir la recesión ahora pasan factura. Los Gobiernos, entre ellos el español, articulan a toda prisa medidas de ajuste para encauzar sus finanzas públicas y, de paso, calmar a los mercados. El problema es que los efectos de las medidas, al retraer el consumo y la inversión, supondrán todo un reto para el todavía débil crecimiento económico de estos países.

Si a este difícil panorama se le añade que dentro de la unión monetaria han aflorado tensiones entre sus miembros, la cosa se complica aún más. La decisión de Alemania de imponer restricciones a las ventas a corto en descubierto sobre sus entidades financieras y sobre la deuda pública ha soliviantado aún más a los inversores. En primer lugar, por su carácter unilateral, y en segundo, porque a los mercados les espanta cualquier medida que implique mayor regulación.

En este contexto, todas las miradas se centran en el euro. La divisa europea ha vivido también una semana de gran volatilidad. Las dudas sobre la capacidad de Europa para resolver sus problemas hundieron al euro hasta niveles de 1,22 dólares. Algunos mensajes esperanzadores y rumores de intervención, sin embargo, propiciaron un rebote al final de la semana y el euro escaló por encima de la cota de 1,25 dólares, muy lejos, eso sí, del cambio de 1,45 dólares que tenía a principios de enero.

A la espera de que escampe el temporal, los inversores parecen decididos a refugiarse en activos más seguros como el dólar, el oro y la deuda pública alemana. La rentabilidad del bono alemán a 10 años, por ejemplo, ha tocado esta semana su mínimo histórico.

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Sobre la firma

David Fernández
Es el jefe de sección de Negocios. Es licenciado en Ciencias de la Información y tiene un máster en periodismo por EL PAÍS-UAM. Inició su carrera en Cinco Días y desde 2006 trabaja en EL PAÍS, donde se ha especializado en temas financieros. Ha ganado los premios de periodismo económico de la CNMV, Citigroup, Aecoc y APD.
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