La luz protectora de Madrid
Cincuenta obras de grandes fotógrafos evocan el esplendor del cielo de la ciudad
Comparten con Velázquez la misma luz magnética de los cielos de Madrid. Sobre su influjo en la poderosa obra del genio pintor reflexionaba Jean-Paul Belmondo en la película Pierrot el loco (1965), de Jean-Luc Godard. Ahora, grandes fotógrafos -como el premio Nacional Javier Vallhonrat, Cristina García Rodero, Chema Madoz, García-Alix, Ouka Lele, Francesc Catalá-Roca, José Manuel Ballester o Jordi Socias- protagonizan la exposición Oh! Cielos, que hasta el 5 de septiembre permanecerá en el Círculo de Bellas Artes. El espacio elegido para exponer las imágenes, que tienen un formato no muy grande, como si no quisieran entorpecer la soberbia visión del skyline madrileño, ha sido cuidadosamente elegido: la azotea del Círculo, que, bajo la atenta mirada de Minerva, es uno de los mejores miradores de la ciudad. Las obras han sido tratadas técnicamente para que no se dañen al permanecer a la intemperie.
¿Y qué tiene de especial ese cielo tan alabado? No solo ha generado mucha literatura desde una visión artística; desde la ciencia, los meteorólogos también han aportado sus razones. Madrid tiene una posición alta y siempre ha contado con un aire muy limpio proveniente de la sierra. Esto acentúa que la atmósfera sea diáfana. Pero su cercanía con esa cadena montañosa también favorece masas de aire que tienen sus consecuencias sobre las nubes, que cambian sus formas caprichosamente empujadas por fuertes vientos del Norte y Suroeste. Esos famosos vientos que, unidos a la sequedad de la ciudad, le dan un tono "desértico" como apunta Javier Vallhonrat.
Todos los participantes en la exposición Oh! Cielos, comisariada por Luis Pereira, están vinculados de alguna forma a Madrid, donde gran parte de ellos ha realizado su trabajo en los últimos 50 años. Para algunos es su ciudad natal, otros desarrollan su carrera en ella, y otros tantos sucumbieron a su magia. En selección se ha combinado a autores consagrados y emergentes. Así, los contraluces de Catalá-Roca; los espectaculares amaneceres y atardeceres de José María Mellado y la masa de aire que rodea a los personajes al límite de García Alix son pequeños pedazos de la realidad de Madrid. De ahí, al cielo.
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