Algo más que un confidente
Siempre a la sombra del primer entrenador, la figura del ayudante cobra mayor relevancia gracias a las nuevas tecnologías y a la delegación de funciones
Existen libros sobre la soledad del entrenador, figura bajo discusión incluso cuando los resultados sonríen. Como todo el mundo entiende sobre cualquier deporte, cuanto más de fútbol, dirigentes, jugadores y aficionados se sienten en condiciones de ponerle en duda. Trabajar en compañía es un buen mecanismo de defensa, pero para un técnico encontrar un colaborador es algo más que buscar un paño de lágrimas. Incluso el fútbol, tan refractario a los cambios, se ha modernizado para acoger equipos de preparadores cada vez más especializados. Expertos en el trabajo físico o con los porteros han encontrado un espacio definido, pero resta una figura siempre silenciosa y discreta, apenas explorada. "No hay una palabra que nos defina", anticipa José Luis Ribera cuando se le pregunta por su labor como segundo entrenador en el Deportivo. "Trabajamos en quitarle problemas al primer técnico", apostilla. "Entrenar un equipo no es sólo un trabajo de dos horas diarias, hay mucho detrás de preparación, de evaluación o seguimiento", reflexiona Carlos Hugo García Bayón, auxiliar de Eusebio en el Celta.
Ahora no es raro ver a los máximos responsables dando un paso atrás
Los jugadores suelen tener más confianza con el auxiliar
"Le quitamos problemas al primer técnico", apunta José Luis Ribera
"Los futbolistas se atreven a decirnos más cosas", afirma el segundo del Celta
El trabajo del segundo entrenador se ha matizado. La creciente incidencia de las nuevas tecnologías tiene mucho que ver. "Ahí tenemos un gran campo abierto", asume García Bayón, que dedica bastantes horas de la semana a preparar presentaciones visuales o mantener bases estadísticas que le ofrezcan una visión del fútbol alejada de la subjetividad, la pasión o los egos. "La tecnología se emplea también para controlar y analizar los partidos y los entrenamientos, por eso nuestra misión es lograr que esos parámetros le lleguen al entrenador listos para poder extraer conclusiones", incide Ribera, en tiempos coriáceo central, ahora sutil estratega. "Se ha producido una gran evolución en muy poco tiempo", apunta Carlos Ballesta, entrenador durante ocho temporadas y mano derecha de Arsenio en el primer Superdepor. Entonces asumía también labores de secretaría técnica. Él fue quien descubrió a Djukic en Belgrado o a Mauro Silva en Brasil, también el que diseccionaba a los rivales inmediatos. "A los partidos de fuera casi nunca viajaba con el equipo porque iba a ver al próximo oponente", recuerda.
Ballesta siempre estaba ahí, pero no tenía voz de mando en el día a día con los futbolistas. "A Arsenio le gustaba estar en todo, no por desconfianza, pero ahora sí que se delega más: entrenar es cada vez más una labor de equipo". Primero llegaron los preparadores físicos -"si yo no me encargo de esa parte, es que no hago la mitad de mi trabajo", decía Toshack, un clásico-, ahora no es complicado ver a los primeros entrenadores dar un paso atrás incluso en cuestiones inimaginables para dogmáticos como el galés. En el Celta, García Bayón se encarga de armar toda la estrategia a balón parado, la ofensiva y la defensiva, además apoya al preparador físico en el diseño y realización de circuitos de finalizaciones, centros, remates o secuencias de ataque. "No he tenido una gran escuela en la preparación de los partidos, pero Ribera es muy fuerte en ese aspecto", admite Lotina, que en cuestiones tácticas sabe ceder las riendas a su segundo.
Al final se traba una relación muy profunda. "Yo casi sólo hablo de fútbol con Jordi", concluye José Ramón González, exitoso técnico del Montañeros y ahora una de las joyas disponibles en el mercado de entrenadores tras dar por concluido su periplo en el club coruñés. Jordi es Jorge de la Campa, licenciado en INEF con el que, en año y medio, el hermano de Fran ha conseguido entablar ese tipo de relación que sólo cabe entre apasionados. "El segundo tiene que ser crítico y no estar al mil por mil de acuerdo con el primero, pero una de nuestras labores es evitar que se desgaste", matiza De la Campa, que sin un pasado como deportista de elite ha logrado tejer la confianza de jugadores que, en algunos casos, tienen una larga trayectoria. Porque en los vestuarios las únicas estrategias no son las de los entrenadores. "Los futbolistas se atreven a decirnos cosas que no le dirían al primer técnico, pero lo hacen de forma muy cuca", describe García Bayón. "Nos ven cercanos, pero el truco consiste en saber cuándo confían en ti y cuándo te utilizan", matiza Ribera.
No hace muchos años un jugador de un club gallego se desesperaba porque, canterano como era, no recibía oportunidades por parte de su técnico. Acudió a un psicólogo, que le espetó una recomendación: "Acércate al segundo entrenador, gánate su confianza". Lo hizo. Pocas semanas después era titular indiscutible.
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