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"Se adelantaron a su tiempo"

Los rojiblancos perdedores de la Recopa de 1986 elogian al Dinamo de Kiev

José Marcos

El Atlético disputó su última final europea, hasta la de ahora, el 2 de mayo de 1986. Fue un auténtico desastre. Los más de 25.000 aficionados rojiblancos que se desplazaron a Lyon guardan un ingrato recuerdo, el del estadio Gerland repleto de hinchas españoles enmudecidos por el Dinamo de Kiev, una máquina de hacer goles: 3-0.

Cayeron tres tantos como pudieron caer 20. "Habíamos eliminado a equipos muy duros: el Celtic, el Partizán de Belgrado, el Uerdigen... Llegamos muy ilusionados porque habíamos ganado todos los partidos jugados fuera. Queríamos ganar la segunda Recopa, tras la de 1962 al Fiorentina. Pero resulta que el rival más fuerte de todos fue el último", dice, igual de resignado 24 años después, Ruiz, que ejercía de capitán en aquel Atlético.

Marina: "Luis nos dijo que era un conjunto sin imaginación. ¡Menos mal!"
Arteche: "Eran tan acojonantes que se movían como el ballet del Bolshoi"

"Lo más bonito fue el recorrido hasta la final... De hecho, yo no me acuerdo de ella en sí", interviene Marina. El centrocampista no sabía, como ninguno de sus compañeros, a lo que se iba a enfrentar: "Desconocíamos que, de hecho, el Dinamo era la selección de la antigua URSS. En la charla técnica, Luis Aragonés nos dijo que era un conjunto sin imaginación. ¡Menos mal! Porque el primer gol llegó tras dos amagues de ellos, que dejaron pasar el balón entre las piernas. Fillol despejó como pudo el remate, que vino a la tercera, pero no pudo con el rechazo, que le cayó a Zavarov". Corría el minuto 5 y el Atlético ya perdía.

"Echamos mucho de menos la pegada de Hugo Sánchez, que ya nos había dejado. En fin... Tuvimos mucho mérito de enfrentarnos a ese monstruo, posiblemente el mejor equipo del momento. Era tan acojonante que se movía como el ballet del Bolshoi", cuenta Arteche entre maravillado y horrorizado. "No perdimos con unos cualesquiera. Unos meses después dieron un repaso al Madrid en el Trofeo Bernabéu... ¡Si hasta el portero suplente iba convocado con la selección soviética!", resume Landáburu.

"Tocamos el caramelo y nos lo quitaron... En los vídeos que vimos no eran tan buenos, pero hicieron lo que quisieron con nosotros", comenta Quique Ramos, que no olvidará "jamás" la calidad de Belanov, de Blojin, de Demianenko... "Muchos de ellos terminaron fichando por clubes italianos", añade Ruiz, que cayó fulminado: "Después del partido, no me enteré de nada. Me desvanecí por una bajada de la tensión y se me llevaron en una ambulancia. Pasé la noche en el hotel, con el doctor Enrique Ibáñez inyectándome. Seguro que, de haber ganado, no me habría pasado nada". "Eso fue porque se dio un golpe en la cabeza con un contrario y por el enorme esfuerzo que hicimos. Julio Prieto tuvo el empate y nos terminaron apuntillando al final al contragolpe, cuando ya atacábamos a la desesperada", explica Arteche.

Blojin, en el minuto 85, y Yevtushenko, en el 88, establecieron en el marcador la diferencia real que se vio en el campo. "Eran unos adelantados a su tiempo", resume Tomás. "Tanto que quizá Luis nos quiso proteger y no nos machacó con vídeos y más vídeos para no desmoralizarnos. Simplemente, nos decía que lo difícil era llegar", piensa Marina.

"Les mandaba Valeri Lobanovsky, que parecía que siempre estaba dormido, recostado en un lado del banquillo. No salía ni hablaba nada... Así de controlado lo tenía. El tipo iba sobrado de discurso y de recursos. Era muy inteligente en todo lo relacionado con la táctica. Tan pronto ordenaba al Dinamo en un 4-4-2 como, ¡plas!, te mordían en un 4-3-3", asiente Arteche. "De lo rápidos que eran, les pitaron varios fueras de juego que no existían", sigue con los piropos Landáburu.

Los errores de apreciación del colegiado, el austriaco Franz Wöhrer, no evitaron lo inevitable, el triunfo del Dinamo. "Es curioso que no celebraron el título especialmente. Lo sé porque estaban en el mismo hotel que nuestras familias y enseguida se fueron a sus habitaciones. Sería por el rigor militar... Los únicos que se mostraron felices fueron los ocho rusos de la embajada que había en la grada. Entonces aún faltaba para la perestroika", concluye Arteche.

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Sobre la firma

José Marcos
Redactor de Nacional desde 2015, especializado en PSOE y Gobierno. Previamente informó del Gobierno regional y casos de corrupción en Madrid, tras ocho años en Deportes. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster de Periodismo de EL PAÍS. Trabajó en Starmedia, Onda Imefe y el semanario La Clave.

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