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Reportaje:

Una Generación con matices

Los escritores Unai Elorriaga, Kirmen Uribe, Harkaitz Cano y Karmele Jaio analizan para El PAÍS qué les une y qué les diferencia como creadores

Existe una pléyade de escritores vascos, nacidos en los setenta, que han conseguido hacerse un hueco en el panorama literario español, aún escribiendo en euskera. Dos, Unai Elorriaga (Bilbao, 1973) y Kirmen Uribe (Ondarroa, 1970), cuentan con uno de los máximos galardones estatales de literatura, el Premio Nacional de Narrativa. El autor bilbaíno lo consiguió en 2002 por Sprako tranvia, convirtiéndose en el segundo escritor vasco, tras Bernardo Atxaga, en hacerse con él. Le ha seguido en 2009 la primera novela de Uribe Bilbao-New York-Bilbao. Harkaitz Cano (Lasarte, 1975) y Karmele Jaio (Vitoria, 1970), el primero con una dilatada trayectoria, la segunda con, de momento, dos novelas publicadas, son otros dos exponentes de esta... ¿Una nueva generación?

Elorriaga rechaza el uso del término para englobar a todos. "Las clasificaciones están bien para los profesores de literatura, para los periodistas que hablan de tendencias pero no para nosotros. No tengo nada que ver, por ejemplo, con [Harkaitz] Cano, somos amigos, leemos que hace cada uno, pero nada más. Simplemente ha coincidido que vivimos en el mismo sitio y más o menos tenemos la misma edad".

No resultan tan tajantes Uribe y Cano. El autor de Bilbao-New York-Bilbao, concede que "si hay algo que nos caracteriza es el afán innovador, no escribimos de una forma clásica, si no que abrimos los horizontes pero estéticamente somos muy eclécticos, muy diferentes". Y esa otra forma de escribir se la deben, según Uribe, a otros autores en lengua vasca, mayores, que les han dejado "afincado el sistema", y les han permitido "mirar hacia fuera. Vemos qué se está haciendo, qué está cambiando y también sacamos nuestra literatura fuera. Esto implica, por ejemplo, hacer un recital poético en euskera en Nueva York sin miedos. Es un símbolo de los cambios", dice.

Jaio añade otra idea en la misma línea. "Quizás sí que haya algo que nos une, ciertas características, y es, precisamente, lo que nos diferencia de la generación anterior, hemos tenido la oportunidad de estudiar en euskera, lo hemos tenido mucho más fácil", aunque asegura que además de la edad y del lugar de nacimiento, los rasgos comunes escasean. "No creo que se pueda hablar de grupo", sentencia.

Cano también insiste en comparar la aportación de quienes les han allanado el camino y los autores de los setenta, que podrían conformar la Generación de las ikastolas. "Somos un grupo bastante heterogéneo pero compartimos una característica: la falta de escritura militante. No hemos tenido que escribir en euskera por identidad. Y quizás seamos más profesionales porque hemos tenido más facilidades. Por ejemplo, muchos de los que nos han precedido se tuvieron que dedicar al periodismo, porque el mundo en euskera los necesitaba", explica.

El estilo de estos autores es libre, arriesgado, como si tuviesen absoluta libertad para hacer a su antojo. Es la innovación a la que se refiere Uribe y quizás algo más que un punto en común. Elorriaga explica que "el único objetivo [de estos autores] es la calidad literaria y cultural, que avancemos como sociedad". Además, añade que "en euskera no aspiramos a vender 100.000 ejemplares porque como mucho tendremos 5.000 lectores. No buscamos vender best sellers. Escribimos lo que nos apetece con el plus de no estar a merced del mercado o de intereses económicos".

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Quizás lo único que les una sea la simple coincidencia de haber nacido en Euskadi , tener una edad similar y la herencia literaria legada por autores como Bernardo Atxaga. O tal vez haya algo más. Una Generación, o por lo menos, un grupo de escritores con éxito, educados al amparo de las ikastolas y con la posibilidad, insiste Cano, de haber podido dedicarse a lo que querían.

De izquierda a derecha, los escritores Kirmen Uribe y Unai Elorriaga en la Feria del Libro de Durango.
De izquierda a derecha, los escritores Kirmen Uribe y Unai Elorriaga en la Feria del Libro de Durango.

UNAI ELORRIAGA Un escritor fugitivo de las etiquetas

Unai Elorriaga (Bilbao, 1973), autor de Un tranvía en Sp y de Londres es de cartón, huye de las etiquetas y de los referentes que atribuyen a sus novelas. "Tengo una forma de contar las cosas surrealista, pero nunca la historia, la acción, sólo la forma", argumenta para defenderse del adjetivo kafkiano o de los que engloban su obra en una especie de realismo mágico. "Mi surrealismo", asegura, proviene de "nuestra historia y de haber escuchado a Mikel Laboa y a Itoiz y de haber leído a Atxaga", detalla.

KARMELE JAIO El presente y el pasado con sencillez

Karmele Jaio (Vitoria, 1970) asegura que se siente "más cómoda escribiendo cuentos", a pesar de que ya tiene dos novelas: Amaren eskuak (Las manos de mi madre) y Musika Airean, en el mercado. "Hasta ahora me he sentido más cuentista porque tenía más experiencia con el relato", explica. Sus dos libros están protagonizados por mujeres y estructurados entre el presente y el pasado. Jaio le va perdiendo poco a poco el miedo a escribir novelas con un estilo sencillo y claro.

KRIMEN URIBE Un vuelo para huir del costumbrismo

El juego de Kirmen Uribe (Ondarra, 1970) con la memoria y el espacio caracteriza su primera novela Bilbao-New York-Bilbao, con la que ha ganado el premio Nacional de Narrativa 2009. Con un vuelo ha conseguido localizar sobre el Atlántico un relato que fluye entre tres generaciones. Un espacio, en un principio indefinido, pero cargado de significado, "aunque el protagonista haya salido del mundo de la pesca familiar, nunca se podrá desligar de él porque en ese avión lo único que ve es el mar".

HARKAITZ CANO Literatura y realidad mutante

Harkaitz Cano (Lasarte, 1975) está convencido de que la única forma de que la literatura sobreviva es la realidad mutante. "Una de las corrientes que más me interesan", según explica. El autor parte de la base de que lo que se escribe tiene que ser tal, que sólo debe ser posible en papel. "Nunca hay que escribir una novela pensando en adaptarla al cine". De dónde si no, habría salido la idea de relatar en su Belarraren ahoa el periplo de un Hitler que viaja a Nueva York en barco para conquistar América.

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