La lucha por borrar señas

No les gusta, pero el barrio es mucho más conocido como El Barranquet que por su verdadero nombre, el Perpetuo Socorro. Esta segunda denominación le viene de su principal seña de identidad, el barranco junto al que empezó a construirse el barrio, en el límite del término municipal de Castellón, en los tiempos en que no se pedía permiso para levantar una casa, sino que se compraba un solar y uno mismo se construía su vivienda. Pero hay otro motivo por el que es conocido, porque el tráfico de drogas ha llevado su nombre a un sinfín de noticias de sucesos. "Es verdad que tiene mala fama, pero es un barrio muy tranquilo", asegura el presidente de la asociación de vecinos, Gregorio Martínez, con la misma soltura que admite: "Es cierto que se vende droga y lo sabemos porque vemos cómo los drogadictos, gente de fuera del barrio, viene a comprarla".

El hecho es que ese trapicheo ha supuesto que el barrio se considere como uno de los más conflictivos de Castellón, pero no es menos cierto que estas actividades ilícitas se limitan a un par de calles. "Ellos no suelen participar en nuestras actividades pero tampoco se meten con nosotros y, además, advierten a los compradores de que deben respetar a la gente del barrio", indica Martínez. En cualquier caso, el barrio está "marcado" y esa "mala fama" que admiten los vecinos ha sido uno de los motivos por los que ha sufrido una degradación que también está provocando su despoblación.

El barrio ha cambiado mucho, desde aquellos años en los que "a cambio de un terreno con chopos en una aldea de Albacete, nos dieron el solar en el que construimos nuestra casa", cuenta una vecina. Los primeros albaceteños llegaron para las obras del embalse de Sitjar y, poco a poco, fueron acudiendo familiares, amigos, novios y novias que se asentaron en una zona en la que se podían permitir construir una casa. "Porque ninguno estábamos acostumbrados a vivir en un piso", alegan.

Casi todos los vecinos procedían del sector de la construcción o de las obras públicas, por lo que el barrio se diseñó con cierta visión de futuro, con las mismas casas de dos alturas que en el resto de barrios periféricos, pero con las calles anchas. Sin embargo, y pese a tener el barranco como frontera y vertedero de todo tipo de enseres, el Perpetuo Socorro se ubicó en una zona, al sur del casco urbano, con muchas posibilidades de expansión. De hecho, aún hoy tiene alrededor un sinfín de terreno sobre el que seguir edificando.

La lucha vecinal ha sido crucial para la evolución del barrio. Además de los problemas de seguridad, fue necesario pelear para lograr un colegio, un centro de salud, una farmacia, un local en el que poder reunirse vecinos, jubilados o mujeres... Y así, el barrio pasó a convertirse en la capital de los otros grupos colindantes, Roquetes, Fátima, San Bernardo, La Unión... Pese a eso, no existe transporte público que úna estos barrios, ni una línea regular hasta el centro de la ciudad. Únicamente existen dos autobuses que hacen el trayecto por la mañana y el resto del día han de utilizar un servicio interurbano Almassora-Castellón, con parada en el barrio.

La capitalidad del Perpetuo Socorro es visible por los servicios y los varios centenares de viviendas de protección oficial, en muchos casos concluidas pero con una ocupación aún lejana. Y, sobre todo, en comparación con las necesidades de los grupos de alrededor. Vías de acceso por las que apenas cabe un coche, caminos sin asfaltar, pequeños parques inacabados, ausencia total de alumbrado. El olvido que para todas las administraciones suponen estos grupos les lleva a reclamar únicamente que, cuando modifiquen una calle del centro de la ciudad -"una de esas que cambian cada seis o siete años"-, les lleven el resto del pavimento a ellos.

Así lo explica Pilar García que, además de vivir en Roquetes, preside la Asociación de Mujeres 8 de marzo, que aglutina al vecindario de El Barranquet. Con cerca de 140 mujeres pagando las cuotas anuales, esta mujer lucha no sólo por las inquietudes de estos barrios sino, además, por algo tan básico como los derechos, en este caso, de las mujeres, madres de familia que, en algunos casos, sólo pueden acudir a conferencias o talleres si se realizan a una hora temprana, porque más tarde "eshora de estar en casa".