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HISTORIAS DE UN TÍO ALTO | Baloncesto: NBA
Columna
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El negocio mata la emoción

La NBA tiene un problema. Con su afán de exprimir su producto para ganar dinero ha desarrollado un modelo de negocio basado en los beneficios a corto plazo en vez de en el éxito a largo plazo. Un síntoma de este problema es la primera ronda de los playoffs.

Cada año, cuando llegan las eliminatorias, las cadenas que retransmiten la NBA son capaces de salir con unas imágenes que hacen que su audiencia piense: "Pues tienen razón, los playoffs de la NBA son bastante emocionantes". Pero luego, ya saben, los Cavaliers empiezan dando a los Bulls una soberana paliza y todo el mundo recuerda que el resultado se conoce de antemano y vuelve a ver el béisbol (en España, el fútbol).

La paradoja del campeonato de la NBA es esta: debido a que el mejor equipo suele vencer a lo largo de los playoffs, estos son menos emocionantes. Según los puristas del baloncesto, esto es algo muy bueno: el campeón es el mejor equipo de la NBA. Pero muchos de los aficionados no son puristas del baloncesto. No les importa si el equipo que es técnicamente mejor resulta ser el mejor. Quieren emoción. Si fuera por los aficionados, los playoffs de la NBA serían una competición a eliminatoria única parecida a la que usa la NCAA (el órgano directivo de los deportes universitarios estadounidenses).

Los directivos de la NBA ven un gran agujero en ese plan. Un agujero lleno de dinero (o sin dinero). Cada partido de playoff adicional reporta cientos de miles de dólares a los equipos participantes o a la Liga, según el acuerdo anual (las cifras exactas son un secreto que se guarda más celosamente que el PIN de Donald Trump). A un observador ingenuo le parecería un suicidio financiero estropear dicho acuerdo. La idea es que cuantos más partidos se jueguen más oportunidades tendrán los equipos de liberarse de los grilletes financieros que se ponen cuando firman contratos garantizados con unos tipos que puede que lleven pistolas al vestuario por una discusión sobre apuestas. Pero este es un planteamiento con poca visión de futuro.

Pensemos en la NFL (fútbol americano), la Liga profesional de mayor éxito de Estados Unidos. Sus equipos sólo juegan 16 partidos en la temporada regular. Sus playoffs consisten en una competición a eliminatoria única que culmina con la Super Bowl. Los aficionados, como disponen de toda una semana para preparar cada partido, llegan casi a la histeria en sus esfuerzos por apoyar a los equipos que han elegido. No es una casualidad que los directivos de la NFL y de sus equipos pasen sus temporadas bajas empapelando sus mansiones con billetes de 100 dólares (esto es una exageración: usan billetes de 50 dólares).

Al introducir la escasez, la NFL aumenta la demanda y crea un producto que es sostenible a largo plazo. Por otra parte, la NBA prefiere inundar el mercado de partidos con la esperanza de que una estrategia de guerra relámpago genere los suficientes ingresos para mantener la siguiente temporada. La NFL caza el ganado con un fusil de francotirador y la NBA intenta alimentar a su familia con ardillas que mata con granadas de mano.

Por ahora, el método de la NBA funciona, siempre que funcionar signifique acabar en quinto lugar en la encuesta sobre los deportes estadounidenses más populares, por detrás del fútbol americano profesional, del fútbol americano universitario, del béisbol profesional y del baloncesto universitario.

Uno podría pensar que, en el hipercompetitivo mundo del deporte, un quinto lugar no es lo suficientemente bueno. En el caso de la NBA, uno se equivocaría.

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