Un amigo necesitado de dinero

El dinero del rescate sólo le dará a Grecia un año. La petición formal del primer ministro griego de 45.000 millones de euros a la eurozona y el Fondo Monetario Internacional debería resolver sus necesidades inmediatas de financiación. Pero aún no hay una promesa firme de efectivo para el segundo año. Y hasta que Atenas pueda demostrar cómo reducirá la proporción de la deuda respecto al PIB, seguirá habiendo temores de que no pague.

Yorgos Papandreu ha apretado el gatillo. Pese a las repetidas y cada vez más concretas señales de apoyo de sus socios de la eurozona, en las últimas semanas Grecia no ha logrado convencer a los mercados de que puede abordar con efectividad sus problemas financieros a largo plazo. La situación se ha deteriorado rápidamente esta semana con la noticia de que el déficit presupuestario del año pasado era superior a lo que se había pensado. La rentabilidad de los bonos se disparó hasta más allá del 8%, y los diferenciales griegos son mayores que en países como Ucrania o Irak.

Una vez que los países de la eurozona hayan finalizado sus trámites nacionales -que a veces incluyen una votación en el Parlamento-, Grecia podrá obtener hasta 30.000 millones de euros en préstamos a un tipo ligeramente superior al 5%. En comparación, los bonos soberanos griegos tienen actualmente una rentabilidad del 9,5% y proporcionarán alivio inmediato en forma de pagos de deuda más bajos.

Además, Grecia podrá percibir entre 10.000 y 15.000 millones de euros en préstamos del FMI a tipos que no serían muy superiores al 3%. A cambio, la delegación de la eurozona y el FMI que trabaja en estos momentos en Atenas podría exigir cierto endurecimiento del plan de reducción de déficit de Grecia. No está claro cuánto más pueden exigir, dado que Papandreu ya ha hecho gran parte del trabajo. Pero al menos podrían ayudar a Grecia a reducir el tamaño de su economía sumergida que, con la evasión fiscal y el fraude, podría equivaler al 8% del PIB, según algunos cálculos.

Todo esto está muy bien. La pega es que Grecia seguirá teniendo un agujero en su financiación el año que viene si no logra persuadir a los mercados de que le presten dinero.