Una habitación con vistas

La fotografía digital mató el revelado en blanco y negro, en nitrato de plata. Aunque siempre hay -y seguirá habiendo- notables excepciones. Una de ellas es el último trabajo gráfico realizado en esta técnica por Mikel Alonso sobre la obra pública del escultor vasco Agustín Ibarrola en diferentes ciudades españolas. Un conjunto de ventanas a las que el pintor ha superpuesto su particular mundo de color, a través del acrílico.

"Son reinterpretaciones -a partir del revelado en blanco y negro- que el pintor hace y que rara vez coinciden con el color de la escultura original", describe con voz pausada Alonso, mientras recorre la exposición que anoche se inauguró en el Petit Palace Germanías de Valencia. Un mural que convierte el rehabilitado edificio de Russafa en un hotel con vistas a los múltiples bosques encantados de Ibarrola.

El rojo nipón superpuesto al negro crea un efecto totémico

"La cámara digital cambió el ritmo de la fotografía"

"En ocasiones, ha puesto color donde no lo había". Ahí están las fotografías Donosti, Leganés, Madrid, donde un rojo nipón superpuesto al negro ancestral conceden un "efecto totémico", incluso oriental a la obra resultante.

La "colaboración" entre este pintor autodidacta -fundador del histórico Equipo 57 de artistas españoles que descubrieron el París del constructivismo- y High Tech Hoteles viene de lejos, cuando creó el logotipo de la cadena.

Ahora, el trabajo tête-à-tête entre pintor y fotógrafo ha producido una fusión de texturas parecidas a las esencias culinarias que acostumbra a fotografiar desde hace más de 20 años, cuando se inició en el género de la fotografía gastronómica de la mano de Arguiñano y Arzak.

Con El bosque culinario, de 2002 -inspirado en una obra de Agustín Ibarrola-, y con Cocinar lo menos posible, este hijo de dos fotógrafos vascos que dirigían la cadena de revelado Samar, se consagró en España como el oscar de la literatura gastronómica, al obtener el Gourmand World Cookbook Awards a la Mejor Fotografía Gastronómica. Este género, que produce 24.000 volúmenes de alta calidad cada año, volvió a reconocer su trabajo en 2004.

A punto de cumplir 60 años, que no aparenta, este fotógrafo bilbaíno reflexiona en entrevista sobre el reconocimiento público. "He hecho trabajos que creía que eran de mayor calidad y no han sido premiados", susurra, al tiempo que reconoce que, en el fondo, "un premio, engorda la vanidad".

Sus apuestas más "locas" han ido siempre de la mano de la editorial Everest, con la que además de hacer una Guía de Shanghai, acaba de clausurar una exposición que captura con su particular ojo curioso el bullicio y la vitalidad de las calles de esta capital comercial de China.

Contar la vida de Bilbao, a través de sus calles y medio centenar de gentes, es la siguiente apuesta de Mikel Alonso: "Fotografiar es mirar por el objetivo y ver lo que otros no ven. Esta serie de fotografías aún fueron hechas con trípode. La cámara digital ha cambiado el ritmo de la fotografía", dispara lacónico.