Mourinho es una batidora
El portugués exporta al Inter el modelo que le ha hecho fuerte: agitar, provocar y sacar de quicio a todos menos a sus futbolistas
"No sé", contestó José Mourinho cuando en San Siro le preguntaron si era verdad que ocho minutos antes había dicho en la tele que el Barça no sabía perder. "No sé", repitió antes de acercarse al micrófono, darle al botón del on, contestar finalmente a la pregunta -"Sí, es difícil perder, yo también soy un poco así, pero... es una lástima"-, y luego hablar durante 40 minutos seguidos. En la estrategia de Mourinho también entran las pausas. Largas, irónicas. Y luego ya sí puede ir a por sus presas.
A algunos les parece un teatrero. Él se considera un provocador. Se gusta. Siempre se ha sentido y ha ejercido como el jefe de todo. En el Oporto nadie le hacía sombra. En el Chelsea, le quitó protagonismo a Roman Abramóvich. Y, después de haber vacilado con su verbo a Ferguson, Benítez y Wenger en la Premier, ahora ha exportado su modelo al Inter.
Mourinho agita, provoca, actúa, enciende el ambiente y mete presión a los rivales. Es su estrategia. Y funciona porque acaba sacando de quicio a todos menos a sus jugadores. Lo hizo con Frank Rijkaard en la Champions de 2004-05 cuando, en Stamford Bridge, celebró un gol precedido de una falta a Valdés poniéndose de rodillas delante del técnico holandés. El lunes y el martes también alteró a Pep Guardiola y a los jugadores del Barça. Xavi entró al trapo, Pep no. "No pienso perder ni un minuto en contestar a cosas que no he visto ni he oído", dijo. Mourinho lo sabía -"yo nunca le haría un mal gesto a Pep, le respeto porque siempre se porta bien, mucho más que yo", soltó-, por eso optó por ser más sutil pero igual de hiriente. Sonaban a provocación hasta los piropos. "El Barça es una escuela: además de educar al jugador educa al hombre. Si miras a Xavi o Iniesta sabes si son tíos que la lían fuera del campo. No lo son, gracias a esa escuela. El Inter en estos momentos no la tiene, pero esperemos tener esa filosofía...", analizó. Lo hizo después de asegurar que se marcharía encantado del Camp Nou clasificándose con una derrota por 1-0.
Todo es estudiado en lo que dice y hace Mourinho. No es casualidad que el martes Figo, amigo íntimo de Guardiola y directivo del Inter, estuviese sentado en el banquillo al lado de Mou. Figo suele ver los partidos en el palco, pero el martes apareció en el banquillo como "delegado acompañante". Incluso se acercó a hablar con el cuarto árbitro un par de veces. Mourinho vive de esos detalles y de la provocación. En Europa y en el calcio. Hace un mes decidió quejarse de un arbitraje haciendo el gesto de las manos esposadas. Le valió tres jornadas de sanción, pero consiguió que se hablara sólo de eso y no del bajón físico del Inter.
Los jugadores se sienten cómodos porque Mourinho es su escudo ideal tal y como lo fue en su día Helenio Herrera, quien nunca se enfrentaba a los jugadores y sí a los directivos. Escribía ayer Gianni Mura en La Repubblica que HH habría estado encantando con la reacción del Inter después del gol de Pedrito porque habría visto su sello. El de un equipo ordenado, que no se descompone y que ha adquirido, gracias al entrenador, la fuerza mental necesaria para Europa. Mourinho suma seis victorias seguidas en Champions, una más que Helenio en 1963-64, cuando levantó la orejona.
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