Pellegrini vuelve a Apoquindo
El técnico revive en el Madrid, con un vestuario que amenaza depresión, su difícil paso por la Universidad Católica de Chile
El cántico se extendió como una epidemia por las gradas del estadio de San Carlos de Apoquindo en el invierno austral de 1996: "¡Pellegrini, Pellegrini/ sólo te pido un favor/ que te vayas de la Cato/ para poder ser campeón!". Los hinchas de la Universidad Católica empezaban a estar hartos de ver cómo su equipo, el de mayor presupuesto de Chile, el que más estrellas acumulaba, se quedaba sin ganar el campeonato por segunda temporada consecutiva frente a su gran adversario, la Universidad de Chile, más conocida como La U.
Al frente del banquillo de la Cato desde 1994, cuando estuvo a punto de ganar la Liga, estaba Manuel Pellegrini defendiendo su cargo con el informe estadístico: "El estadio estuvo repleto durante dos años, ganamos la Copa de Chile, la Copa Interamericana, el equipo dio espectáculo, peleamos el título hasta el final, hicimos más goles".
"El grupo está golpeado, pero debemos recuperarnos"
Pellegrini nunca más volvió a dirigir un equipo en Chile. Después del trauma, reinició su carrera en Ecuador en busca de la reputación perdida. Han pasado casi 15 años desde entonces y, después de alcanzar la cúspide en Europa, el entrenador chileno vuelve a encontrarse en la misma situación que le hizo sentirse tan desdichado en San Carlos de Apoquindo. Dirige al equipo más caro de la Liga española, el que más expectativas ha despertado, y vuelve a quedar segundo por detrás de un club que explota su cantera. En 1996 fue la Universidad de Chile de Marcelo Salas. Ahora es el Barça de Messi.
Ayer lo reconoció con la flema que le caracteriza. "Me está pasando exactamente lo mismo que en 1996", dijo Pellegrini, "cuando dirigía a la Universidad Católica y, a pesar de hacer una gran temporada, nos encontramos con un equipo que lo hizo mejor".
El Madrid ha sumado 77 puntos de 93 posibles. Hace una semana, el vestuario, con el técnico al frente, se aferraba a su impresionante efectividad para reivindicar su poderío. Después de caer por 0-2 ante el Barça en el clásico, el sábado, el récord de puntos logrados, los goles, y los datos que avalaban a la defensa más sólida desde 1997, se han vuelto contra los futbolistas como un búmerang. Los chicos sienten que su trabajo fue en vano y eso les pesa porque la mayoría no han disfrutado del juego.
La plantilla se encaminó hacia Almería como una procesión de penitentes. El fracaso ha desatado reacciones pesimistas entre los jugadores, críticas a la falta de flexibilidad del entrenador a la hora de hacer los cambios, lamentos por el individualismo de Cristiano Ronaldo, quejas por la falta de compromiso de compañeros que prefieren pensar en el futuro de sus carreras antes que en el presente del equipo, recelos ante estadías excesivamente largas en la enfermería...
"El grupo está golpeado", dijo ayer Pellegrini, "pero los jugadores tienen elementos para salir adelante y debemos recuperarnos para jugar en Almería".
El entrenador siempre dijo que su mayor aspiración al frente del Madrid era la de convertirse en un líder de hombres, capaz de unir y convencer a sus jugadores. El desafío que tiene ante sí, a falta de siete jornadas, es colosal. Debe mantener a flote al equipo cuando los pronósticos apuntan al hundimiento y debe hacerlo mientras desde el club los dirigentes estudian posibilidades para fichar a su sustituto. Para Pellegrini, es el momento menos favorable para consolidar su autoridad ante los jugadores.
Hace poco confesó en el periódico chileno El Mercurio que el éxito es subjetivo y que él relativiza las conquistas. "No me puedo dejar de sentir campeón del torneo de 1994", dijo Pellegrini.
El pasado se apresura a reencontrarse con Pellegrini. Pero esta vez, si el Madrid sigue por este camino, la grandeza del Barça no le permitirá sentirse el ganador moral de la Liga 2009-10.
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