Lección de historia
Aunque su nombre siga sonando extraño en los mentideros de la popularidad, no debería ser necesario a estas alturas remarcar que Dick Dale es una leyenda absoluta, uno de los más seminales guitarristas en la historia del rock. Sin su forma de tocar las cuerdas sería imposible entender el surf rock, apreciar a Jimi Hendrix tal y como lo conocemos (influencia asumida) e incluso reconocer algunas de las semillas del heavy metal, antes aún de que los escarceos de The Troggs o The Kinks pusieran su granito de arena. Y a estas alturas, debería ser motivo de alborozo que a sus 73 años mantenga una forma física tan envidiable como la que mostró en Wah Wah, muy lejos de la decrepitud que se le podría suponer. Cosas de su proverbial aversión a las drogas y al alcohol: se pasó toda la noche sorbiendo una bebida energética.
DICK DALE
Wah Wah.
Valencia, martes 13 de abril de 2010.
Su paso por Valencia fue un amplio muestrario de su incendiaria forma de tocar la guitarra, endiabladamente virtuosa, y potente como un cohete a propulsión. En su caso, poco importa que su concierto derive con el paso de los minutos hacia los lugares comunes de la vieja gloria que echa mano de estereotipados clásicos ajenos ante la ausencia de material reciente (el suyo data de hace casi diez años). Porque, más allá de la recuperación de gemas propias como The Wedge, Let's Go Tripping o el Misirlou con el que Tarantino le recuperó para las masas, o de sus guiños a Johnny Cash (Ring of Fire), The Animals (House of the Rising Sun) o The Kingsmen (Louie, Louie), lo que quedó es una forma única y casi en extinción de exprimir el instrumento de las seis cuerdas al servicio de la canción, un modus operandi pata negra, sin exhibicionismos gratuitos porque es la guitarra quien suplanta a la voz merced a una expresividad tan apabullantemente vigorosa como concisa. La leyenda en estado puro sentando cátedra, y aún en plena forma.
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