_
_
_
_
Crítica:LIBROS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Espejo de realidades

Memorias. En su poesía, y en menor medida en sus novelas, Caballero Bonald (Jerez de la Frontera, 1926) fue depositando jirones de su biografía, que luego irían diluyéndose hasta hacerse casi invisibles según se reeditaban sus títulos o se sucedían las recopilaciones antológicas. Y es que el autor, empecinado de la reescritura, ha vuelto una vez y otra sobre sus poemas, convertidos finalmente en artefactos lingüísticos que han absorbido los primeros grumos biográficos. En compensación, son sus entregas memorialísticas Tiempo de guerras perdidas (1995) y La costumbre de vivir (2001) las que recogen el aluvión anecdótico que ha desaparecido de los poemas, muchos de ellos entrevisibles al trasluz de estas páginas. Ambos títulos se reúnen ahora en La novela de la memoria, que abarca desde su nacimiento hasta la muerte de Franco en 1975.

La novela de la memoria

José Manuel Caballero Bonald

Seix Barral. Barcelona, 2010

928 páginas. 25 euros

En algún lugar de este libro se establece la correspondencia entre vida y literatura, apoyándose en los Cuadernos de Malte Laurids Brigge de Rilke: "Para escribir un solo verso es necesario haber visto muchas ciudades, hombres, cosas". De lo cual da fe este volumen, espejo también de la vida moral del autor, atributo que Gabriel Ferrater apreciaba en la poesía del amigo común Jaime Gil de Biedma; y ello a pesar de que Caballero Bonald, dado más a las libres asociaciones verbales que a la lírica atenida a su seco conducto descriptivo, dice sentirse distante de la poesía demasiado ajustada a su esfera semántica, como la de Gil de Biedma, cuya gran influencia en las generaciones posteriores habría resultado negativa. La actitud de Caballero Bonald es netamente antirromántica, pues ni gesticula, ni contemporiza, ni se apiada, ni exige del lector adhesión sentimental. Por el contrario, domina aquí el alejamiento afectivo, y en ocasiones un cierto desabrimiento. Hasta la predilección por determinados escritores no está libre de vacilaciones que acaban apuntando a "la inmanente cursilería de Juan Ramón Jiménez, la autocompasión engorrosa de Cernuda, las incursiones de Guillén en algún que otro ripioso secarral, los amaneramientos retóricos de Lorca en la invención de una mitología andaluza, el mimetismo de coplero de Alberti". Menos complacientes aún son sus consideraciones sobre los autores escindidos entre el rigor pretencioso de sus prescripciones teóricas y la precariedad de sus logros artísticos.

Aquí y allá asoma su rechazo a los mesianismos incendiarios o las proclamas proféticas, tanto cuando achaca a Juan Goytisolo una "vanagloria al revés, como si lamentara no haber sido minusvalorado suficientemente por la crítica o la opinión común de sus compatriotas", como cuando abomina de las dramaturgias de lo calamitoso personificadas por Ernesto Sábato. No hace falta concordar en las valoraciones del autor, sincero en el juicio y parco en el elogio, que no pone entusiasmo alguno en conseguir adeptos; pero entender no es comprender, y menos aún consentir, y cualquiera podrá ver las razones de una caracterización que acaso no comparta.

El escritor que aquí aparece no es indulgente ni contentadizo; tampoco enfático o tremendista. Llama la atención la extrañeza y la ajenidad con que alude a realidades de su entorno, tal que si estuviera afectado por un síndrome de desrealización en estas casi mil páginas en las que sedimenta caprichosa y creativamente el río de la memoria. Un río de la memoria regido por una temporalidad que, como quizá ya suponga el lector, es refractaria a los regodeos de la melancolía. Y todo ello con una prosa dilatada y poderosa, bien armada, sin recovecos sintácticos ni tropezones expresionistas, aunque llena de matices y de irisaciones para dar acogida a los esguinces del pensamiento. Su lectura nos posibilita saber más cosas del mundo; pero sobre todo nos ayuda a entenderlo mejor. -

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_