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Reportaje:

La maldición de Ribadulla

Desde que el Obispado de Lugo prohibió las misas en su litigio con los vecinos por el 'campo da festa', en menos de un año se han muerto ya dos párrocos

Algunos vecinos opinan que a don José "le cogió la historia a contrapelo", fue "forzado" por el obispo, y después de 32 años de concordia con sus feligreses "murió del disgusto". Otros afirman, sin embargo, que el párroco de Ribadulla (Santiso), que ya había cumplido los 75, falleció por las secuelas que arrastró "después del accidente".

El siniestro se produjo en aquellos días a caballo entre octubre y noviembre de 2008, cuando la prensa se hizo eco del conflicto entre el Obispado de Lugo y la asociación de vecinos por la propiedad del campo da festa. Los 162 parroquianos andaban atareados organizando un magosto en el que pretendían elegir un portavoz para negociar con monseñor Carrasco Rouco, y el sacerdote de la localidad cogía el coche para ir al obispado. El siniestro se produjo "durante ese viaje a Lugo". "Llevaba los papeles del terreno", asegura Jesús Sánchez, miembro del colectivo vecinal. Un señor de Compostela "le había ofrecido 35.000 euros por la rectoral en ruinas, pero para comprarla exigía que en el lote fuese también el campo da festa, que es de nuestra propiedad desde 1967", recuerda.

"A don José le cogió la historia a contrapelo, el obispo lo forzó"
"Llevaba a Lugo los papeles del terreno cuando sufrió un accidente de tráfico"

Los vecinos de Ribadulla, armados de escrituras, defienden sus derechos comunales sobre la finca rústica, "que no vale para edificar ni nada", en la que lo vienen celebrando todo desde hace cuatro décadas. El terreno fue la compensación que recibió el pueblo trasladado al alto tras la inundación del valle, cuando la Hidroeléctrica Moncabril construyó el embalse de Portodemouros. En principio iban a recibir otro mejor, y según ellos para eso entregó la empresa al cura de entonces, Ángel Iglesias Sarandeses, que todavía vive, "15.000 pesetas". Otro vecino, Luis García, explica que ahora tendrá que dar cuenta el antiguo párroco del paradero de aquellos cuartos: "En lugar de gastárselos en una finca nueva, que ya estaba elegida, nos entregó ésta, que iba en la partida de la Iglesia, todo figura bien clarito en los papeles". El mismo sacerdote, según ellos, vendió a un particular las piedras de la iglesia románica que los vecinos habían logrado rescatar, y subir con sus propios medios, antes del anegamiento.

Después del accidente de tráfico, el sucesor del cura responsable de las transacciones, el finado José Goyanes Carballal, que hasta entonces había gozado de "buena salud", "quedó mal". Ya no volvió a su parroquia. "Se fue a recuperar a Santiago, pasó un tiempo allí y se murió". En el fragor del enfrentamiento por las tierras, el obispado llegó a decir que el pastor estaba "agobiado", que tenía "miedo" de sus ovejas, pero ni las ovejas ni el pastor confirmaron jamás tal cosa. Goyanes siempre contestó a la prensa explicando que si había dejado de dar misa en Ribadulla era porque cumplía "órdenes" de más arriba.

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Según él, el obispado le comunicó un buen día que no celebraría más en aquella parroquia por "el problema de los terrenos" que ahora reclama la Iglesia. El último domingo que hubo misa, dos curas de parroquias vecinas se encargaron de darles la noticia a los del lugar. No había "comunión" entre el pueblo y el sacerdote, así que no podía haber liturgia dominical. Don José recogió las hostias, apagó la luz del sagrario y se marchó. "Nunca" había tenido problemas con sus feligreses, únicamente se limitó a hacer lo que le "pedía la diócesis".

Cuando las aguas se calmaron, los vecinos dicen que el obispado, el año pasado, les mandó otro cura. Jesús Sánchez Ferreiro, de 69 años, se hizo cargo de la parroquia y la campana volvió a convocar a misa "todos los domingos". El problema, siguen relatando los feligreses, fue que enseguida se puso "pachucho", e igual que había pasado con José Goyanes, "marchó a Santiago y se murió". Desde el obispado se dijo, en cambio, que Sánchez Ferreiro se fue también por la presión vecinal. Ahora ha ocupado su lugar otro párroco también mayor, Manuel Mato Mouriño. Pero "éste viene a dar misa cada 15 días", protesta Luis García, "aunque si son de las que se pagan está aquí a diario".

Después del verano pasado, 69 vecinos de Ribadulla recibieron en sus casas notificaciones del juzgado de Arzúa citándolos a declarar el 10 de diciembre. El Obispado de Lugo había recurrido a la Justicia para reclamar la finca, según la diócesis, tras enterarse de que la asociación de vecinos negociaba la venta del campo da festa. La vista previa se ha ido posponiendo, la penúltima vez para el 25 de marzo y ahora para el 27 de abril a las 13.30 horas.

Mientras, los vecinos, seguros de que la tierra es suya, celebraron hace unos días en el campo da festa, junto a la iglesia que ellos mismos levantaron hace 40 años, una cena de confraternidad. Y ya han contratado tres bandas y cuatro orquestas para las fiestas patronales de Santa Filomena, el 1 y el 2 de agosto. Ahora buscan la manera de reunir los 40.000 euros que les va a costar tan tremendo espectáculo.

Los vecinos de Ribadulla, al comienzo del conflicto, durante la celebración de un magosto en el campo da festa.
Los vecinos de Ribadulla, al comienzo del conflicto, durante la celebración de un magosto en el campo da festa.ANDRÉS FRAGA

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