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Reportaje:

La creciente opción de las madres sin pareja

El número de mujeres solteras que se someten a tratamientos de inseminación se ha duplicado en cuatro años - Osakidetza también atiende este tipo de casos

Rondan los 37 años, tienen estudios superiores, una situación laboral estable y poder adquisitivo medio-alto. Tienen claro que quieren ser madres, el reloj biológico acecha y no tienen pareja. Tal es el perfil de las mujeres que deciden tener hijos solas mediante la inseminación artificial. Y cada año son más las que no quieren renunciar a la maternidad. Desde 2006, la cifra de casos se ha doblado en el País Vasco. La Clínica Quirón y el Instituo Valenciano de Inseminación (IVI), dos de las clínicas privadas de reproducción asistida más activas en Euskadi, han pasado de 60 a 128 pacientes en los últimos cuatro años.

"Hace 20 años, aunque la ley lo permitía, este tipo de paciente era algo excepcional. Sin embargo, en los últimos años, se han convertido en algo cada vez más frecuente y ahora es nuestro día a día", comenta Miren Mandiola, jefa de la Unidad de Laboratorio de Reproducción Asistida de la Clínica Quirón de San Sebastián.

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El cambio de mentalidad de la sociedad, que no hace tanto condenaba al ostracismo a las madres solteras, junto a la emancipación económica de la mujer y el cambio de las estructuras familiares -cerca del 10% de las familias vascas son monoparentales- han influido en el incremento de estos casos, no sólo en Euskadi, sino en toda España, uno de los países europeos que permite la inseminación artificial en las mujeres sin pareja masculina, a diferencia de otros como Francia, que exigen una relación regularizada entre hombre y mujer. Esto hace que clínicas como la Quirón de San Sebastián, dada su proximidad con la frontera, tengan entre sus clientas a numerosas mujeres francesas. "Estas pacientes suponen el 30% de las mujeres solteras y casi la mitad de las lesbianas", señala Mandiola.

En la Clínica Quirón, el centro que en estos momentos realiza más tratamientos de fertilidad en el País Vasco, las pacientes que acuden solas se han multiplicado por cinco desde 2004, pasando de 11 a 55, con un total de 354 casos atendidos a lo largo de esos seis años.

Y en el IVI, que abrió su sede en Bilbao en 2006, las mujeres que acuden sin pareja han pasado de 13 a 30 entre ese año y 2009, con un total de casos de 78. De estas, el 59% se sometió un tratamiento con inseminación artificial y el 17% a fecundación in vitro con banco de semen, mientras que el 34%, en su mayoría mujeres de 42 años, se quedó embarazada con un óvulo de un donante.

Las mujeres solas que recurren a la reproducción asistida no acuden por un problema de fertilidad, por lo que casi siempre se someten a técnicas sencillas,como la inseminación artificial con semen de un donante, y los tratamientos son más exitosos.

Para estas pacientes, un embarazo múltiple puede suponer un serio problema. Por ello, los médicos se esmeran en aplicar una estimulación menos enérgica. En caso de que se fecunde más de un óvulo, hay soluciones. "La paciente tiene la opción de cancelar el ciclo y empezar de nuevo. Además, en las fecundaciones in vitro puede elegir el número de óvulos que se fecundan", explica Marcos Ferrando, director médico del IVI-Bilbao.

Otro aspecto en el que coinciden los profesionales de la medicina es que las mujeres acuden a la consulta "con las ideas muy claras y todo muy meditado". En la mayoría de los casos, son personas que cuentan con un apoyo familiar importante o que disponen de medios suficientes para contratar a alguien que les ayude en las tareas del hogar y el cuidado del bebé.

En Euskadi, al igual que en Andalucía, se aplican tratamientos de fertilidad a este perfil de paciente. Una recomendación del grupo de expertos en reproducción asistida de la Seguridad Social estableció como criterio de admisión que la paciente sufra un problema de infertilidad. Y la Sanidad vasca interpreta que tanto las mujeres que están solas como las que tienen pareja del mismo sexo encajan en ese criterio, porque realmente no pueden tener hijos.

Osakidetza atiende estos casos en la Unidad de Reproducción Humana del Hospital de Cruces, el primer centro público de España que realizó un tratamiento de reproducción in vitro. A diferencia de las clínicas privadas, Osakidetza pone como límite de edad los 40 años.

Los responsables de dicho centro hospitalario, que el año pasado atendió 25 casos de mujeres solas o lesbianas con pareja, también constatan un incremento en los últimos cinco años, explica Roberto Matorras, catedrático en Ginecología de la UPV y jefe de la Unidad de Reproducción Humana. Cruces asiste todos los años un par de casos de mujeres viudas cuyo marido donó su sumen antes de morir, bien porque sufría una enfermedad grave o porque su pareja se encontraba ya en un proceso de reproducción asistida.

Hace cerca de 20 años que el hospital ubicado en Barakaldo comenzó a atender a estas pacientes, aunque de forma muy esporádica. "Venían muy pocas mujeres en esa situación y existía una discusión sobre si estaba realmente cubierto por la Seguridad Social. Nadie se posicionó en contra y se ha ido aplicando", señala Matorras. De forma paralela al incremento de casos, el perfile de las pacientes "se ha democratizado". Hace 15 años eran de un "estatus muy alto y ahora hay de todo", comenta este médico.

Los profesionales médicos consultados están convencidos de que este fenómeno irá en aumento debido a los cambios sociales que se producen tanto en el rol de las mujeres como en la aceptación y reconocimiento legal de las parejas homosexuales.

Algunos facultativos apuntan otra solución para aquellas mujeres jóvenes que deseen ser madres y no tengan pareja o prefieran posponerlo por motivos profesionales: la vitrificación, un proceso de congelación que permite conservar óvulos jóvenes para que puedan tener un hijo a mayor edad, aunque su fertilidad haya bajado.

Dos profesionales trabajan en las instalaciones del servicio de reproducción asistida de la Clínica Quirón en San Sebastián.
Dos profesionales trabajan en las instalaciones del servicio de reproducción asistida de la Clínica Quirón en San Sebastián.Javier Hernández

"Ane no tiene por qué sufrir conflictos"

"Tuve a Ane hace un año. Yo entonces tenía 38. Siempre había querido ser madre. En un momento dado surgió esa necesidad, no sé si por el reloj biológico. Entonces llevaba muchos años sin tener pareja". Así comenzó el proceso que llevó a Miren (nombre ficticio) a optar por la maternidad sin pareja, que no " en solitario", advierte, ya que cuenta con el apoyo de su familia.

Miren descartó la opción de la adopción, "mucho más cara que la inseminación", porque deseaba "vivir la experiencia de un embarazo" y tampoco contempló la posibilidad de quedarse embarazada mediante relaciones sexuales con un hombre que no fuera su pareja, porque para el niño supone una situación "más confusa".

El siguiente paso fue informarse de las diferentes técnicas de inseminación, hacer cuentas y meditar lo que iba a suponer esta decisión en su vida y en la de su futuro hijo. Lo comentó con sus amigos y familia. Lo más difícil fue la reacción de sus padres. "Lo vieron muy mal; no lo entendieron. Había malestar y tensión en casa, pero todo cambió cuando nació la niña", explica.

Miren tuvo suerte. El tratamiento funcionó en el primer intento y el embarazo se desarrolló sin problemas. "Cuando nació la niña, como todas las mujeres, me tuve que adaptar a la situación. Y recibí mucha ayuda de mis hermanos y de mis padres", recalca.

La mujer asegura que lo único que le diferencia con el resto de madres es que no tiene una pareja a su lado. "Comparto las mismas preocupaciones que mis amigas. Y Ane no tiene padre, pero, en otros aspectos, hace lo mismo que el resto de niños de su edad. Por la mañana va a la guardería cuatro horas, por la tarde está dos horas con sus abuelos, y conmigo todo el rato que puedo", comenta.

¿No se siente sola, por ejemplo, cuando la niña se pone enferma? "Para eso tengo a mis ermanos. Son buenos apoyos. Alguna vez he subido de noche con ellos al hospital porque le había sufrido la fiebre a la niña. La verdad es que soy una persona independiente desde hace mucho tiempo y, quizá por mi trabajo este tipo de cosas no me desbordan".

Miren no ha sentido en ningún momento rechazo social por tener un hijo sola, acaso curiosidad. "La experiencia ha sido muy positiva", resume.

¿Pero, qué pasará cuando Ane crezca y pregunte por su padre? "Habrá que contárselo de forma que lo entienda. Pero yo creo que, si su vida es medianamente normal, no tiene porqué tener ningún conflicto persona. En lugar de tener a un padre como su referencia masculina, puede tener a otras figuras como mi hermano o mi padre", explica.

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