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Un 'palacio' de dos cuartos

El matrimonio sevillano desahuciado por su hijo estrena la casa que le ha regalado un empresario de Cádiz

El palacio de Joaquín y Josefa sólo tiene dos habitaciones. Una cocina que es recibidor y salón, y un dormitorio con cuarto de baño acoplado. Su mansión es un bajo con sólo una ventana a la calle. Su nuevo reino está en el gaditano barrio de Santa María, en un piso entre la iglesia del Nazareno y el busto de Enrique el Mellizo. A Joaquín Ortega y Josefa Rueda les echaron de su casa de Sevilla. Les desahució su propio hijo. Y aunque no olviden al cuervo que les sacó los ojos, el gesto solidario de un empresario de Cádiz, que les ha regalado una pequeña vivienda, y el recibimiento ayer de todo el vecindario les ha hecho sentirse los reyes de su propia vida. Su nueva vida.

"¡Bienvenidos! ¡Buena gente!". En el barrio de Santa María se saluda a gritos. Lo empezaron a aprender Joaquín y Josefa nada más bajarse del coche junto a la que va a ser su nueva casa. Ellos son noticia desde febrero cuando decidieron acudir a los medios de comunicación para denunciar su drama.

El recibimiento de todo el vecindario les ha hecho sentirse los reyes de su vida

Un juez les ordenaba desalojar la casa en la que habían pasado los últimos 40 años. La demanda la había puesto su propio hijo. Reclamaba una casa en el barrio de la Macarena de Sevilla que estaba a su nombre. Según ha dado entender lo hizo porque sus padres tenían intención de venderla y a su madre le habían adjudicado otra vivienda de protección oficial. Lo cierto es que el desahucio llegó y, en plena noche, tuvieron que abandonar la que había sido su casa para ser acogidos de forma temporal en una residencia.

El triste relato de Joaquín y Josefa conmovió al empresario gaditano Agustín Rubiales, nacido en el barrio de Santa María y propietario de numerosas fincas en Cádiz y Tenerife. Entonces decidió hacer un ofrecimiento público: acondicionarles una casa a su medida en uno de sus inmuebles en Cádiz. Hace un mes pudo conocerles en persona en el aeropuerto de Sevilla y ayer les acompañó personalmente para presentarles el resultado de su nueva vivienda.

Y entre flashes, reporteros, extrovertidos vecinos, besos y abrazos, Joaquín y Josefa descubrieron ayer el regalo de Agustín. Es un bajo en el número ocho de la calle Santa María. Una cocina impoluta con nevera de puertas de metal, una pequeña mesa y dos banquetas, dos mullidos sillones, una pequeña televisión, una cama de matrimonio, un armario...

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"Gracias, gracias. Esto no se me olvidará nunca", repetía ella. Tampoco olvidan al hijo por el que han sufrido tanto. "Que sepa lo que ha hecho, que entienda lo duro que es esto", le increpaba su padre. Joaquín y Josefa volvían a dar las gracias a todos, sin apenas espacio en ese inmenso palacio que es el lugar donde uno se siente querido.

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