Afirmaciones delatoras
Antes de nada, un dato: el día que la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, se despachaba a gusto contra algunos andaluces por el hecho de percibir el subsidio agrario, había remitido mi columna semanal de opinión a EL PAÍS. Lo digo porque hubiera deseado hacer algunos comentarios en torno a sus afirmaciones o a su salida de madre. No obstante, y aún cuando la Semana Santa es hoy la protagonista en Sevilla y en Andalucía, no es cuestión de dejar pasar la oportunidad que nos ofrece Aguirre. Una oportunidad que, una vez más, muestra cómo se las gastan, y cómo se las van a gastar con Andalucía si el PP gana las elecciones. No es una expresión gratuita. La decisión del Gobierno de España de reducir las peonadas de 35 a 20 se ha debido a la pérdida de cinco millones de jornales por los temporales pasados. Parece claro lo que harían si llegaran a gobernar.
Una vez más, con estas manifestaciones se deja caer que el Gobierno trata de comprar los votos en Andalucía y que los andaluces estamos en venta. Renueva y hace votos por el discurso de la derecha más rancia. Aquella que atribuye de forma arbitraria el fracaso de sus planteamientos políticos a una compraventa y no a la decisión libre de los ciudadanos. Todo un ejemplo de democracia. Pero con no serlo, que no es tal ejemplo de democracia, lo que más me repugna son las críticas que desde la derecha andaluza se han hecho a estas ocurrencias de Esperanza Aguirre.
Así, en ninguno de los medios más próximos al PP se ha realizado un reproche sobre el fondo de los comentarios: considerar que los votos del pueblo andaluz están en venta. Las censuras a la dirigente popular han sido por la inoportunidad de las declaraciones. Algo así como "Esperanza cómo se te ocurre venir con estas a Andalucía ahora que el partido tiene las encuestas de cara". "No comprendes que podemos ganar y estos votos también los necesitamos". "No fastidies". Entonces, que no antes, Esperanza se disculpa.
Unas disculpas que no son suficientes. No lo son porque si el PP aspira a gobernar en Andalucía tiene que ser claro. Tiene que decir, o debería decir sin medias tintas, lo que piensa de los ciudadanos andaluces. Y los dirigentes del PP tenían que haber hablado. Los aspirantes al Gobierno de Andalucía deberían haber hecho frente a esta forma despectiva de tratar a los andaluces. Han elegido. Han apostado una vez más por sus compañeros de partido y por no rechazar contundentemente los insultos, porque un insulto es que se diga que unos ciudadanos prefieren a uno u otro partido en función del "pitas, pitas, pitas".
No cabe el silencio. A una maldad y a una torpeza, la de Esperanza Aguirre, le sigue otra, la del PP andaluz porque ¿qué credibilidad pueden tener quienes toleran que se ofenda al pueblo que pretenden gobernar?
No se trata, además, de unas manifestaciones aisladas. Se suman a otras, como hemos leído, de otros dirigentes populares que pasaron o hablaron de Andalucía de forma despreciativa, como María San Gil o Ana Mato que también dejaron caer sus perlas.
En fin, no sé, pero tal vez, si de verdad el Partido Popular andaluz quiere dejar atrás tantos agravios y no contemplarlos como una torpeza sino como ofensas a esta tierra, podría convocar una manifestación. Sería una más y a la calle le han tomado cariño. Podrían darse lemas como "En Andalucía no hay gallinas ni patos a la hora de votar"; "Nunca mais pitas, pitas"; "el pueblo vota en libertad"...
Sería una forma de acabar, de una vez por todas, con tanto tópico y con tanta ofensa. Sería una forma de hacer ver que seis millones de votos en Andalucía son los que deciden un gobierno u otro; que la democracia y sus instituciones funcionan regularmente, sin que se deje contaminar por expresiones como las de la Esperanza Aguirre que toleran otros dirigentes en Andalucía con sus silencios.
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