Similitudes formales
Hay que empezar por decir que esta exposición dedicada al pintor Claude Monet es una de las más importantes y gozosas en varias temporadas, ya que en ella todos los cuadros, tanto de Monet como del resto de los artistas que le complementan, son auténticas obras maestras cuya contemplación merece una reposada visita de la que nadie saldrá defraudado.
La obra de Monet, quien vivió pintando hasta 1926, parece cerrar una época, la del Impresionismo, sobre todo porque los artistas de las vanguardias de principios del siglo XX, particularmente los cubistas, tomaron como modelo las formas analíticas de Cézanne despreciando las aportaciones del viejo maestro que se había quedado recluido en su jardín de Giverny, recreando los nenúfares y los sauces que se reflejan en el agua por medio de jirones de color aplicado con largas y desvaídas pinceladas que parecen anunciar la disolución de las formas. Estas circunstancias han conducido a que no sea posible rastrear la influencia de Monet en la modernidad vanguardista, donde fue considerado un artista poco menos que anacrónico. Sin embargo, aunque la abstracción nació de los desbordamientos cromáticos del expresionismo, su principal inventor y teórico, Wassily Kandinsky, expresó su deuda con Monet cuando explicó cómo él se decidió a ser pintor al ver unos cuadros sin tema aparente del maestro francés, los Almiares, en una exposición en Moscú en 1896.
Monet y la abstracción
Museo Thyssen-Bornemisza
Paseo del Prado, 8. Madrid
Fundación Caja Madrid
Plaza de San Martín, 1. Madrid
Hasta el 30 de mayo
La presente exposición propone un "cruce de miradas" entre las obras del viejo maestro, cuya fama se recuperó tras la Segunda Guerra Mundial, y la de los pintores abstractos de los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, fundamentalmente de los norteamericanos. Ciertamente, desde el punto de vista estilístico este cruce de miradas es muy sugerente y en esta exposición, con obras de muy primera fila, funciona muy bien, pero desde el punto de vista historiográfico arroja, cuando menos, dudas sobre su tesis, es decir, sobre la influencia real que Monet ejerció en la obra de todos los reunidos, ya que las posibles relaciones entre las pinturas de los abstractos norteamericanos y las obras de las últimas décadas de Monet sólo funcionan si partimos del supuesto de que "todo se parece a todo" y obviamos que la abstracción tuvo su punto de partida en el expresionismo de Kandinsky y que en Estados Unidos entró de la mano del surrealismo así como a través de algunos europeos exiliados nada próximos a las concepciones de Monet, como fueron Hans Hoffman o Josef Albers, por mencionar sólo a dos.
Los artistas y el tipo de cuadros elegidos para cruzarse con los del gran Monet resultan ser sorprendentemente próximos a los que sirvieron para ilustrar la tesis de Robert Rosenblum, quien en 1975 sostenía, por el contrario, que la pintura abstracta norteamericana de artistas como Clyfford Still, Pollock, Gottlieb, Newman y Rothko no debía nada a la tradición francesa sino que estaba influida por los pintores del "romanticismo nórdico" y muy concretamente por la obra de Caspar David Friedrich. Comparando ambas nóminas parece como si estos pintores y sus cuadros lo mismo sirven para un roto que para un descosido. Creo, por el contrario, que en ambos casos las similitudes mostradas entre cuadros, que muchas veces se presentan como evidentes al ojo, no pasan de ser seudomorfosis, es decir, meras similitudes de apariencias formales, como las que podríamos encontrar con otros muchos pintores del pasado, pero la crítica y la historia nos muestran que el arte contemporáneo bebe simultáneamente de muchas fuentes y que no es conveniente simplificarlas, ya que las influencias suelen ser debidas a circunstancias y fenómenos de una gran complejidad.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.