Liz Carpenter, feminista y asesora en la Casa Blanca
Demócrata convencida, trabajó para el presidente Johnson
Liz Carpenter describió una vez morir como ir a una "gran convención demócrata en el cielo". La reportera convertida en asesora de Lyndon B. Johnson y secretaria de prensa de su mujer cuando este ocupó la presidencia en 1963, solía hacer gala a menudo de su sentido del humor. Ante todo activista defensora de los derechos de la mujer, la también escritora de Tejas falleció el sábado 20 de marzo a causa de una neumonía a los 89 años. Antes, había vencido al cáncer de mama hasta en dos ocasiones. La primera en 1987; la segunda, más de una década después.
Llena de fuerza -como demuestra su capacidad para recuperarse de la enfermedad-, carácter, personalidad e inteligencia, Carpenter fundó el National Women's Political Caucus, organización que luchó por la inclusión de la mujer en la política, y fue copresidenta de ERAmerica, institución que dio la batalla por los derechos de la mujer en los setenta. Trabajó también por la admisión de las mujeres en el Club de Prensa Nacional, fundado en 1908 y que no incluyó a mujeres hasta 1971.
La periodista quería vivir lo suficiente para ver a Hillary Clinton presidenta
La mediana de cinco hermanos, Mary Elizabeth Sutherland, su nombre de soltera, se mudó a Austin (Tejas) cuando era una niña. En el instituto fue la editora del periódico escolar y conoció allí al que después fue su marido, el también periodista Les Carpenter. Escribió para United Press y al terminar la guerra fundó con él en Washington el Carpenter News Bureau, una agencia que trabajaba para una veintena de periódicos del suroeste de EE UU. Su relación con Johnson comenzó en 1960. Se distinguió por ser siempre una asesora entregada, sin ningún tipo de reparo a la hora de dar su opinión. En una ocasión Johnson le gritó: "¿Por qué no usas tu cabeza?", a lo que respondió en idéntico tono: "Estoy demasiado ocupada intentando que uses la tuya". Tras el asesinato de Kennedy, el 22 de noviembre de 1963, Liz se encargó de redactar el discurso de 58 palabras que pronunció Johnson al bajar del Air Force One, a su vuelta a Washington. Comenzaba diciendo "son tiempos tristes para todos" y acababa con un ruego: "Pido vuestra ayuda y la de Dios".
Pese a su absoluta devoción demócrata, aceptó la propuesta del republicano Gerald Ford para trabajar en la Comisión del Año Internacional de la Mujer. Ya en 1980, el presidente Carter le ofreció un puesto como asesora de relaciones públicas. A su regreso a Austin, Liz continuó una intensa actividad como escritora, conferenciante y activista. En 1995 Clinton se convirtió en el cuarto presidente que solicitó sus servicios, esta vez como asesora en la comisión sobre mayores de la Casa Blanca. Tenía entonces 74 años y su cuerpo había empezado a fallar. Pero ni la silla de ruedas fue capaz de menguar su actividad y su sentido del humor. Decía que no sabía vivir sin trabajar. Su hija Christy confesó a The New York Times que la lección más importante que su madre le inculcó en casa era acordarse de reír. Además de Christy, Liz deja un hijo, Scott, y dos nietos. A la muerte de su hermano Tom, en 1991, se hizo cargo de sus tres sobrinos. La experiencia le sirvió para una de sus obras, Maternidad no planeada.
En los últimos tiempos, uno de sus deseos era que el partido demócrata recuperase su alma. Según el antiguo dirigente de la CNN Tom Johnson, ella quería vivir hasta que Hillary Clinton presidiera el país, aunque acabó reconociendo que con Obama Lyndon B. Johnson estaría también contento. PJ Pierce, encargada de escribir su biografía, dice que Liz rehusaba la muerte porque "tenía miedo a perderse algo". Nunca dejó de ser periodista. Por esa curiosidad y sentido de la lucha innatos a la profesión, quizás le costó tanto marcharse.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.