Jerome York, un consejero económico maestro
Fue el principal asesor del magnate Kirk Kerkorian, 'El león de Wall Street'
Los grandes inversores siempre tienen a una persona de confianza que pone voz y voto a sus intereses ahí donde haga falta. Jerome York sabía ejercer ese papel de lealtad extrema a la perfección. Lo demostró durante años como principal asesor del magnate Kirk Kerkorian. El pasado jueves falleció en un hospital en Pontiac (Michigan). Tenía 71 años de edad.
La noche del 16 de marzo sufrió un colapso en su casa en Oakland Township, tras sufrir un derrame. Lidió grandes batallas en el mundo corporativo. En la actualidad ocupaba un asiento en el Consejo de Administración de Apple, donde contribuyó de una manera destacada al renacimiento del gigante de la electrónica de consumo bajo la batuta de Steve Jobs.
York entró en el directorio de la firma de Cupertino (California) en 1997, cuando Jobs regresó después de 12 años para refrotarla. Era, junto a Bill Campbell, el consejero más longevo. Por si sirve para comparar lo que era entonces Apple y lo que es ahora, basta con ver el rendimiento de sus acciones: pasaron de valer, cada una, menos de cinco dólares a acercarse a los 225 dólares.
También fue jefe financiero de la automovilística Chrysler y de la tecnológica IBM, cargo desde donde contribuyó a reconducir el negocio de estas dos multinacionales, símbolo del liderazgo industrial de EE UU. Y es que, como dicen los que trabajaron a su lado, tenía las agallas y el buen juicio para dar con la clave que permite a una compañía alcanzar su pleno potencial.
Se podría decir que era el poder en la sombra. Y el ejemplo más claro de su contribución a la industria de EE UU fue su paso por Chrysler, cuando Lee Iacocca estaba al frente del grupo en Detroit. Graduado en la Academia Militar de West Point, completó sus estudios con un título de gestión por la Universidad de Michigan y otro por la de Massachusetts (MIT).
York fue, básicamente, el salvador de la vieja Chrysler. Su visión permitió que la compañía evitara la bancarrota a comienzos de los años ochenta y se recuperase. Ahí empezó a ser conocido como el hombre de la tijera fácil. Y fue su capacidad para reducir costes lo que llamó la atención de los gestores de IBM una década después, donde cimentó aún más su reputación.
General Motors
Por aquellas fechas, Kirk Kerkorian, conocido como El león de Wall Street, puso el objetivo de su brazo financiero Tracinda sobre Chrysler. No tuvo éxito, así que una década después lo intentó con la más grande de la industria de la automoción: General Motors. York consiguió que Kerkorian se hiciera con el 9,9% de la compañía y ocupó en su nombre un asiento en el consejo.
Era 2006, cuando el sector empezaba a hacer frente al viento de cara. York batalló para cambiar el rumbo de la compañía porque vio que su modelo de negocio no podía sostenerse por mucho tiempo, y propuso crear una alianza con el consorcio franco-japonés Renault-Nissan. Rick Wagoner, entonces consejero delegado de GM, se negó a seguir ese camino. Le veía como un intruso. Conocía desde hacía casi cuatro décadas la industria de la automoción. Pero sobre todo le gustaba ese mundo. Kerkorian, asesorado de nuevo por York, que vio lo que estaba por venir, vendió todo lo que tenía en GM antes de que se declarara en bancarrota tres años después. El magnate destacó en una nota el coraje, el carisma y el intelecto de su consejero, al que consideró una persona única.
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