Dimisión obligada
La Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), la gran patronal española, atraviesa por un periodo que con mucha benevolencia podría calificarse como extravagante. Su presidente, Gerardo Díaz Ferrán, tiene que hacer frente a la quiebra de una de sus empresas (Air Comet) y a la liquidación de la aseguradora de su grupo, Seguros Mercurio. Suspensiones, despidos y delicadas negociaciones financieras para salvar Marsans, su empresa, no son precisamente la mejor atmósfera para negociar un acuerdo social, que es el papel principal de la CEOE. Las connivencias con entidades financieras -obtuvo un crédito, que resultó impagado, de 26,5 millones de euros de Caja Madrid, caja de la que es consejero- o la ayuda pública de casi mil millones de euros gastada en fines distintos de aquellos por los que le fue concedida erosionan su credibilidad. El retrato empresarial de Díaz Ferrán incluye perfiles como su pintoresca afirmación de que era posible hacer "un paréntesis en el capitalismo" o la salida de tono "probablemente yo mismo tampoco había elegido Air Comet para volar" que asestó a los inmigrantes atrapados en los aeropuertos por la quiebra de su aerolínea.
Díaz Ferrán y sus defensores argumentan que nadie está exento de sufrir una quiebra y que cuenta con el respaldo de los empresarios, conseguido a bote pronto el 16 de diciembre. El primer razonamiento apenas encubre el engaño, adornado con la idea, impropia del oficio de emprendedor, de que la gestión depende del azar. "Nos ha tocado la lotería, pero en un número malo", afirmó en medio de la vorágine de Air Comet. La excusa de la ruleta encubre una mala gestión. Marsans persistió en el negocio de las líneas aéreas cuando a su alrededor casi todos los grupos empresariales se desprendían de las inversiones en transporte aéreo. Tampoco acertó con el modelo de empresa en Air Comet, porque otras compañías han sobrevivido a la crisis. Las dificultades de Díaz Ferrán no se explican por la mala suerte, ni por la falta de colaboración del Gobierno, sino por decisiones estratégicas y de gestión de dudosa competencia.
El apoyo de los órganos directivos de la patronal tampoco es un pilar incuestionable. En diciembre, los empresarios fueron atropellados con una cuestión (si la presidencia de Díaz Ferrán quedaba afectada por el impago a Caja Madrid) que no figuraba en el orden del día. Si entonces el respaldo fue entusiasta, quizá porque el presidente pedía una respuesta emocional, en la Junta Directiva del miércoles pasado sólo el silencio respondió a la explicación de los problemas de Seguros Mercurio. Pocos minutos de reflexión bastan para considerar que un empresario quebrado al frente de la patronal sea una rémora; que Díaz Ferrán tendría que haber dimitido en diciembre para ocuparse de la delicada situación de sus negocios; y que la negativa a dimitir puede interpretarse como una forma de aprovechar la presión del Gobierno a favor de su situación personal y empresarial, puesto que el Ejecutivo se ve obligado a respaldarle ante terceros para no arriesgar la negociación laboral. La única solución para la patronal es nombrar un nuevo presidente, bien porque Díaz Ferrán dimita, bien porque los empresarios articulen una iniciativa de cambio. Cosa distinta es que la sustitución pueda hacerse hoy sin enfrentamientos y deterioro interno. -
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