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China pone un pie en Suramérica

Tras cortejar a Repsol YPF, la petrolera CNOOC compra el 50% de la argentina Bridas

Soledad Gallego-Díaz

Los empresarios argentinos y los mercados petroleros andan intrigados. China, la empresa petrolera

CNOOC, anunció esta semana que acaba de hacerse con el 50% de Bridas, una empresa familiar argentina, la segunda petrolera del país, y que esa operación le permite hacerse, de paso, con el 20% de Pan American Energy (PAE), cuyo socio mayoritario (60%) es British Petroleum (BP). China ha pagado 3.100 millones de dólares por la mitad de Bridas y todo el mundo se pregunta si además de conseguir poner un pie en Suramérica existen otros elementos escondidos detrás de esta cara compra.

"Yo no creo que esa operación se hubiera llevado a cabo si Bridas no mantuviera abiertas sus opciones en los formidables yacimientos de Turkmenistán. Creo que China está más interesada en el desarrollo futuro de esas posiciones que por el 20% de un yacimiento argentino", sugiere Daniel Montamat, ex presidente de YPF, ex secretario de Energía y uno de los más destacados consultores argentinos en temas de petróleo.

Todo el mundo se pregunta si existen detalles escondidos en la operación
Los Bulgheroni, dueños de Bridas, tienen intereses en Turkmenistán

¿No cree que pueda ser también una manera de poner el pie en Argentina y acercarse a uno de sus antiguos objetivos, YPF, la filial de Repsol? "No dispongo de más información que el comunicado de CNOOC, pero creo que esa operación, en cualquier caso, exigiría tiempo, porque la propuesta de compra de YPF Repsol ya generó resistencias en Argentina y en España, y esas resistencias siguen vigentes", asegura Montamat. "Para mí, todo esto tiene mucho más que ver con Asia", insiste.

Lo que está claro es que a veces es mucho más fácil hacer negocios con una empresa familiar, que no tiene que dar muchas cuentas al pregonero, que con holdings que tienen complicados grupos accionariales a los que dar explicaciones. Por lo menos eso ha sido una realidad para los chinos: finalmente ha sido una familia, los Bulgheroni, la que les ha proporcionado lo que venían buscando desde hace varios meses: una participación estimable en una compañía petrolera suramericana. Y el 20% del estupendo yacimiento de gas y crudo de Cerro Dragón, en el golfo de San Jorge, en el sur de Argentina.

PAE consiguió hace pocos meses algo realmente excepcional: renovó su contrato de explotación con la provincia de Chubut (a la que pertenece en un 94% Cerro Dragón) por nada menos que 20 años, prorrogables otros 20, es decir, hasta casi el agotamiento de las reservas confirmadas. El contrato levantó algunas protestas por su larga vigencia, pero el gobernador Mario Das Neves, un peronista que apoya a Kirchner, acalló las quejas y logró paralizar las demandas. El propio ex presidente Néstor Kirchner ya había dado su acuerdo para el 6% que toca a la provincia de Santa Cruz, su feudo político.

"Cerro Dragón es un buen yacimiento, pero, dadas las necesidades energéticas de Argentina, es muy probable que la mayor parte de la producción se destine al consumo interno", explica Montamat. Si eso fuera así, difícilmente podría interesar a una empresa como la China Nacional Oil Offshore Corporation (CNOOC), que tiene una agresiva política de crecimiento en reservas de petróleo y que lo ha intentado casi todo para cumplir sus objetivos. "Seguramente les interesa más la potencial exploración off shore del golfo de San Jorge", comenta el analista argentino.

No es extraño, sin embargo, que muchos relacionen más esta operación con Turkmenistán que con la propia Argentina. CNOOC -primera compañía china de extracción de petróleo y gas en el mar- intentó en 2005 comprar Unocal, la petrolera californiana que había peleado a brazo partido precisamente con Bridas para arrebatarle sus opciones en ese país asiático. Los chinos llegaron a ofrecer 18.500 millones de dólares por Unocal, pero pronto se dieron cuenta de que el asunto tenía más facetas políticas de lo que esperaban y de que no iban a ser capaces de superar la desconfianza y las presiones de la opinión pública.

Finalmente, la sorpresa llegó el pasado martes. Carlos y Alejandro Bulgheroni, dueños de Bridas, anunciaron que habían vendido el 50% de su empresa a CNOOC. Los Bulgheroni no son nuevos en el mercado del petróleo. Más bien son unos personajes bien conocidos, perros viejos del mundo del oro negro.

Carlos, un abogado de 64 años que vive en Milán y que preside la compañía, y su hermano Alejandro, un ingeniero especializado de 66 años, vicepresidente, saltaron a la fama en los años noventa, cuando empezaron a cortejar al presidente de Turkmenistán, Saparmurad Niyazov. El recién independizado país de Asia Central poseía las cuartas mayores reservas de gas natural del mundo, y Carlos Bulgheroni se hizo un asiduo del fabuloso campo de Dauletabad y de la residencia privada de Niyazov.

Por fin, en 1993, los petroleros argentinos consiguieron importantes concesiones y un acuerdo para construir un oleoducto que sacara el gas vía Afganistán y permitiera a Niyazoz depender menos de Rusia. La historia acabó rápidamente en los tribunales internacionales y norteamericanos porque Niyazov rompió los acuerdos con Bridas y firmó cosas parecidas con la californiana Unocal y con los saudíes de Delta Oil. Aún en 1997, un grupo de talibanes invitado por Unocal visitó primero California y Tejas y luego Buenos Aires para encontrarse con los Bulgheroni.

Carlos Bulgheroni no logró recomponer su relación con Niyazov (condenado en un tribunal norteamericano a pagarle más de 600 millones de dólares por daños), pero asegura que mantiene sus opciones internacionales intactas y que el nuevo presidente (Niyazov murió en diciembre de 2006) debe reconocer esas obligaciones. Turkmenistán se siente crecientemente incómodo con su renovada dependencia de Rusia (única forma de sacar algo de su gas al mercado), y son muchos los que miran ansiosos a sus formidables campos de Dauletabad. China, desde luego, es una de las más interesadas. Y Bulgheroni, con un potente socio, de enormes capacidades financieras, renueva quizá así su sueño asiático.

Una familia bien relacionada

Los Bulgheroni tienen fama de llevarse bien con cualquiera que esté en el poder. El padre, Alejandro Ángel, creador de la saga, se las arregló estupendamente en la época de la dictadura militar argentina. Cuando falleció, en 1985, sus hijos Alejandro y Carlos se hicieron cargo de la empresa e iniciaron un rápido desarrollo, aprovechando unas buenas relaciones, primero con Raúl Alfonsín y luego, y muy especialmente, con Carlos Menem y su fabulosa etapa de privatizaciones al por mayor.

Pareció que la cosa se iba a estropear con la llegada de Néstor Kirchner, que demandó a varias empresas del grupo, mientras que los Bulgheroni llevaban al Gobierno ante varios organismos internacionales. La crisis duró poco. En 2003 Carlos Bulgheroni se fotografió al lado de Kirchner y de su poderoso ministro de Planificación, Julio de Vido, y decayeron las demandas de uno y otro lado. El contacto se ha mantenido hasta hoy. Los dos hermanos han optado por un perfil bajo y tienen fama de ser adictos al trabajo. El mayor, Alejandro, de 66 años, es ahora vicepresidente de Bridas, mientras que su hermano Carlos, de 64, ocupa la presidencia. Su deseo de mantenerse fuera de los focos no impidió que en 1998 el nombre de Alejandro apareciera relacionado con un asunto de espionaje que implicaba a su esposa, Bettina Guardia, que había sido jefa de Gabinete del ministro del Interior en la época de Menem, Carlos Corach. -

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