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Bancos y cajas: debate permanente

En España, los bancos y las cajas de ahorros se reparten en torno al 90% del negocio de intermediación financiera prácticamente a partes iguales. Un equilibrio similar no se da prácticamente en ningún otro país de nuestro entorno inmediato, en los que suelen predominar los bancos.

Sin embargo, no se trata sólo de cuotas de mercado muy similares. Las cajas de ahorros presentan singularidades que las diferencian claramente de los bancos: la ausencia de accionistas, el destino social de parte de sus beneficios y su marcada vinculación territorial.

En un contexto de sana competencia, no es extraño que exista una polémica tradicional entre bancos y cajas, que se ha centrado en las últimas semanas en torno a quién está mejor o peor posicionado para soportar la crisis actual y dar crédito, y a la aparente lentitud de los procesos de reestructuración empresarial en el sector de cajas.

Dentro de la heterogeneidad sectorial, el conjunto de las cajas tiene una solvencia algo superior al de la banca
Las cajas de ahorros deberían tener una capacidad de captar capital similar a la de los bancos

A este respecto, queremos incorporar algunos elementos objetivos a la discusión que ayuden a separar dos aspectos que generalmente se mezclan en el debate: el posicionamiento financiero y el modelo jurídico/empresarial.

Comencemos con el primero, y concretamente quién está "mejor o peor" o, si se quiere, más expuesto a la crisis. Antes que nada, no se pueden realizar pronunciamientos generalizados: hay cajas más expuestas y cajas menos expuestas, de igual manera que hay bancos más expuestos y otros menos.

Las cajas de ahorros tienen algo más de peso inmobiliario en su cartera crediticia que los bancos (20% las cajas, versus 16% los bancos), pero éstos tienen mucho mayor peso en dos categorías de crédito (consumo y pymes), cuya tasa de morosidad ha comenzado a repuntar recientemente de forma mucho más rápida que la del sector inmobiliario, y se espera que lo haga con mayor intensidad en próximos meses.

Por otra parte, además de la morosidad, se debe considerar la "severidad", es decir, la pérdida efectiva (neta de recuperaciones) en caso de impago, y sobre la cual existe abrumadora evidencia (el Fondo Monetario Internacional así lo reconoce) de que es mucho más intensa en las dos categorías en las que la banca está más expuesta. Si se consideran ambos efectos, exposición y severidad, cabe estimar que las pérdidas esperadas son muy similares en bancos y cajas de forma agregada; eso sí, con gran heterogeneidad dentro de cada sector.

El segundo elemento de polémica hace referencia a lo que popularmente se denomina "grifo del crédito". Como antes, las cifras son el mejor aliado para el debate: en 2009, el saldo vivo de crédito de bancos y cajas cayó en España en torno al 1% (20.000 millones de euros), un comportamiento bastante similar al observado en otros países europeos. Los primeros redujeron en algo más de 13.000 millones su crédito vivo, frente a una caída de 7.000 en las cajas, cuando ambos sectores tienen un saldo vivo de crédito prácticamente similar. No puede decirse, por tanto, que las cajas hayan echado el cierre del "grifo crediticio" por estar financieramente mal o por su tardanza en sanearse o reestructurarse.

Aunque la evidencia anterior pone de manifiesto que la posición financiera agregada de las cajas no es peor que la de los bancos, sí debemos recalcar la necesidad de adecuar su modelo jurídico y empresarial, tanto para mejorar su gobernanza como especialmente su capitalización.

Las cajas no necesitan más capital porque les falte ahora: dentro de la heterogeneidad sectorial, el conjunto de las cajas tiene una solvencia algo superior al conjunto de la banca. El problema reside en que los nuevos estándares de regulación (el proceso denominado Basilea 3, actualmente en curso) van a ser mucho más estrictos con los recursos propios exigidos, sobre todo con los más básicos (capital y reservas), cuyo nivel mínimo exigible puede situarse en el entorno del 8% a partir de 2012.

Es en este ámbito en el que las cajas en conjunto muestran una clara debilidad, que implica la necesidad de acometer reformas, dada la gran dificultad que tienen para incorporar capital con los actuales instrumentos disponibles. Por ello recomendamos dos opciones en el marco de los procesos de consolidación que sin duda deben acelerarse en los próximos meses, con independencia de si el plazo límite para la utilización del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB) es realmente el 30 de junio o se prorroga finalmente.

En primer lugar, el único instrumento actualmente disponible en las cajas para captar "capital básico" en el mercado, como son las cuotas participativas, debe incorporar derechos políticos (no es de recibo que un depositante tenga, de forma indirecta, derechos políticos y no los tenga un cuotapartícipe, que se juega mucho más); también sería aconsejable eliminar las restricciones existentes en cuanto al monto total a emitir y a lo que puede ser suscrito por un solo inversor. Es decir, las cajas deberían tener una capacidad de captar capital similar a los bancos.

Sin dichas modificaciones, difícilmente las cuotas podrán ser atractivas para los inversores, condición básica para servir como instrumento recurrente de aportación de capital, que realmente se necesita mucho más que el FROB, como fundamento de la supervivencia de las entidades a medio y largo plazo.

Alternativa o complementariamente, en los procesos de reestructuración bajo la forma denominada SIP (Sistema Institucional de Protección, también conocidos como "fusión virtual" o "fusión fría") consideramos conveniente que el vehículo central sea una entidad financiera con capacidad de emitir acciones, que, si es necesario, pueda ampliar su base accionarial a terceros, fuera del ámbito de las cajas inicialmente comprometidas en la operación.

Sólo de alguna de esas dos maneras (o de ambas a la vez) se conseguirá el objetivo de dotar a las cajas de una base permanente de obtención de capital de la mayor calidad, así como de someter su gestión al escrutinio del mercado, algo a lo que no deben temer las entidades, sino todo lo contrario, a juzgar por la positiva performance que el sector de cajas puede exhibir.

Este proceso no sólo no desnaturaliza a estas empresas financieras, sino que las fortalece para seguir desempeñando el importante papel que hasta la fecha han desarrollado como principales "canalizadores" del crédito en este país, en condiciones de eficiencia y rentabilidad comparables a las mejores prácticas, y al tiempo retornando a la sociedad una parte importante de sus excedentes.

Al margen de que el retraso en la reestructuración de las cajas de ahorros se deba, al menos en parte, a factores ajenos a las mismas, como puede ser el retardo en la aprobación del FROB o la falta de una normativa adecuada sobre algunos aspectos de los SIP, históricamente no puede decirse que el sector rehúya sus reestructuraciones, cuando desde 1989 ha reducido el número de entidades que lo componen en casi un 42%, algo más, pero, en todo caso, de intensidad comparable a la que han experimentado los bancos nacionales en el mismo periodo.

Vemos, entonces, que los sectores de bancos y cajas de ahorros vienen experimentando importantes transformaciones que los han fortalecido a lo largo de los años, permitiéndoles afrontar la crisis actual y, previsiblemente, salir de ella mejor de lo que hubiera sido en otro caso.

Ángel Berges y Francisco J. Valero son socios de Afi y catedráticos de la UAM

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