Vaquero Turcios, artista sin reglas ni fronteras

La marca artística de Joaquín Vaquero Turcios (nacido en Madrid en 1933 y fallecido en Santander el 16 de marzo) estará siempre ligada a espacios públicos tan emblemáticos como la madrileña plaza de Colón o la plaza de Cataluña en Barcelona. Para la primera creó un grupo escultórico que evoca el descubrimiento de América y para la segunda esculpió el monumento dedicado a Francesc Macià. Ambos trabajos responden a la poderosa forma de entender el arte y que Vaquero Turcios supo mostrar en cada una de sus muchas obras.

Arquitecto, pintor, escultor, académico y profesor, su trayectoria creativa está marcada por la ausencia de reglas y una mirada sin fronteras. Su preparación multidisciplinar le facilitó el trasvase de conocimientos en todos los campos.

Hijo del arquitecto Joaquín Vaquero Palacios, se formó como arquitecto en Roma, ciudad en la que vivió 17 años. En la capital italiana desarrolló una especial pasión por las artes clásicas, algo que, junto a su amor por la naturaleza, impregnó una gran parte de su trabajo.

Junto a las obras creadas para espacios públicos, Vaquero Turcios desarrolló una intensa labor como muralista. A los 22 años pintó con su padre los famosos murales de la central de Grandas de Salime, en Asturias. Después haría los murales de la Universidad de Córdoba, el pabellón español de la Feria de Nueva York, el aeropuerto de Palma de Mallorca o el edificio de La Unión y el Fénix, en Madrid.

Entre los muchos premios obtenidos, destacan la medalla de oro de la Bienal de Salzburgo (1957), la medalla del Senado de la República Italiana (1959) y el primer premio de pintura de la Bienal de París (1963).