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Columna
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Ensayos y errores

La decisión del Ayuntamiento de Alicante de abrir al tráfico un tramo de la Explanada ha provocado un vivo debate en la ciudad. Desde hace días, se discute en las páginas de la prensa si la medida es o no es acertada. ¿Deben circular los coches por la Explanada? De un lado, están los comerciantes de la Rambla que la consideran provechosa para su actividad; del otro, los ciudadanos que ven en ella una marcha atrás en la batalla que libran contra el automóvil. Como sucede tantas veces, a estas alturas ya no se discute la causa del problema, sino sus consecuencias: hemos olvidado que la decisión sobre la Explanada es el resultado del empeño de Sonia Castedo en cerrar a la circulación la plaza del Ayuntamiento. A la vista de los problemas provocados por el afán de la alcaldesa, cabría preguntarnos sobre su conveniencia. No parece, sin embargo, que el asunto despierte idéntico interés.

Más información
Oposición ciudadana a la reapertura al tráfico de la Explanada de Alicante

Dado el estado de abandono que presenta la Explanada en la actualidad, no es fácil entender las protestas ciudadanas. ¿Qué pretenden salvar exactamente estas personas? El paseo -lugar emblemático de Alicante, tiempo atrás- no ha dejado de deteriorarse desde que se cerrara al tráfico hace veintitrés años. La medida, que muchos alicantinos aplaudimos en su momento, ha resultado fatal para su supervivencia. Ignorábamos entonces que la Explanada es un bulevar y que estas vías necesitan la circulación para mantenerse vivas; de otro modo, el público no acude y su decadencia resulta inevitable. La idea de que peatonalizar es algo bueno está muy arraigada entre nosotros; pero habrá que admitir que la medida no siempre es positiva. Probablemente, el Colegio de Arquitectos acertaba cuando, en las alegaciones al Plan Especial de Protección del Centro Tradicional, propuso permitir el tráfico desde la plaza del Mar a Canalejas para revitalizar el paseo. Como en tantas otras ocasiones, no escuchamos a los especialistas.

La propuesta más razonable que hemos oído sobre el asunto hasta el momento es la del presidente del Colectivo de Comerciantes por Alicante. Pedro Gea ha propuesto abrir un debate sobre la peatonalización del centro histórico de Alicante. A su juicio, lo que se ha hecho en la plaza del Ayuntamiento no deja de ser un simple corte de tráfico. "Peatonalizar -ha dicho Gea- es algo más que impedir que pasen los coches. Hay que desarrollar actuaciones complementarias que atraigan al ciudadano y den valor a las calles, con un mobiliario adecuado". Las palabras de Pedro Gea las suscribiría cualquier especialista. Reflejan lo contrario de lo que se ha hecho en Alicante, donde las actuaciones han sido tímidas y poco estructuradas; por lo general, han respondido a la ocurrencia del concejal o al humor del alcalde de turno. De ahí que los resultados no acaben de ser efectivos.

A lo largo del conflicto, ha dado la impresión de que Sonia Castedo actuaba de manera improvisada. Las rectificaciones y los cambios de la alcaldesa han estado a la orden del día y han desconcertado a los ciudadanos. Uno diría que Castedo no ha medido la consecuencia de sus decisiones, o bien que le han faltado los consejos adecuados. La idea de preservar la plaza del Ayuntamiento como espacio público es excelente, pero sirve de poco si los problemas que provoca son superiores a los beneficios, como ocurre en este caso. Esto suele suceder cuando uno gobierna dejándose llevar por las intuiciones -en ciertos momentos, reconozcámoslo, muy brillantes- pero no tiene una idea precisa de qué quiere hacer con la ciudad.

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