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Columna
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El tonto del solar

Hay frases para una época. Una de ellas la dijo el principal imputado del caso Malaya. Antes de instalarse en Marbella, Roca se inició en el negocio inmobiliario en su Murcia natal. Fue de la mano del empresario granadino Carlos Sánchez, quien, al igual que otros implicados en el saqueo marbellí, se había instalado en la localidad costera de Mazarrón en la década de los ochenta para urbanizar millones de metros cuadrados. Sánchez dio trabajo a Roca en una de sus promociones, en la que dejó como recuerdo un montón de deudas y varias viviendas construidas sin permisos.

En el año 2006, este periódico publicó un reportaje contando los orígenes de estos personajes y en uno de los párrafos se coló una frase que varios empresarios decían haber escuchado a Roca. Era la máxima con la que el futuro responsable de uno de los mayores escándalos de corrupción en España entró en el negocio: "Cada día se levanta un tonto al que se le puede robar el solar. Encontremos a ese tonto".

Levantarse por la mañana para encontrar un tonto con un solar es una filosofía de vida. Al igual que hay gente que sale a la calle para ganarse el pan con el sudor de su frente, hay otros dispuestos a hacerse rico con el sudor de la frente de los demás. No son unos tipos cualesquiera, son gente muy bregada en el arte de la picaresca, la estafa, el engaño y la pillería. Parafraseando a Sabina, se trata de unos sinvergüenzas con la manga muy ancha, la lengua muy larga y la conciencia muy corta. De ahí que una sociedad pueda medir su nivel ético en la cantidad de personas que se levantan cada día para encontrar un tonto con un solar. Durante el boom inmobiliario, el litoral español se llenó de listos buscando tontos a los que asaltar en primera línea de playa.

Al igual que no hay día sin noche, ni mañana sin tarde, no hay tontos sin listos que les acechen. Ambos fueron esenciales en el modelo productivo. Un tonto con un solar sin un listo que descubriera sus potenciales, era como el tenía un ayuntamiento sin plan general, que ni tenía plusvalías ni tenía ná. Por eso, el nivel de productividad de la economía del ladrillo fue siempre un trabajo en cadena, a cada tonto con un solar le sucedían como mínimos dos listos: uno que lo comprara y otro que lo recalificara. A la conjunción de ambos elementos, sin la mediación de la legalidad, se le llama corrupción.

La semana que viene empieza en Málaga el juicio por la trama de Ballena Blanca, una de las mayores investigaciones realizadas en Europa para descubrir un entramado de empresas que se creó para blanquear dinero negro obtenido de manera ilegal, en la mayoría de los casos a través de adquisiciones inmobiliarias. Comienza con esta vista una agenda judicial marcada por la corrupción, a la que le seguirá el caso Minutas, que afecta a los honorarios que como letrado cobró del ayuntamiento de Marbella José María del Nido, presidente del Sevilla. Ambos juicios son la antesala de la vista por el caso Malaya, la madre de todas las batallas contra la corrupción. La Audiencia Provincial de Málaga albergará durante más de un año la mayor concentración de listos que se haya visto nunca en España. Y todos los juicios tienen un denominador común. Para que todo fuera posible, hubo una vez alguien que encontró a un tonto con un solar.

Las investigaciones policiales que llevarán a juicio estos hechos se arrastran de años atrás. Y supusieron un antes y un después no sólo en la política, sino también en el modelo económico de España, que descubrió que el ladrillo era tan insostenible medioambientalmente como éticamente. La decisión del Gobierno de volver a la construcción para sacar a España de la crisis parece algo inevitable, lamentablemente no hemos desarrollado otro modelo a tiempo. Así que, cuidado. Hay gente que ya está saliendo a la calle en busca de un tonto con un edificio para rehabilitar.

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