Fuerza de reacción
El chileno Suazo reactiva al Zaragoza desde su llegada en el mercado de invierno
Antes del primer entrenamiento, se levantó en el vestuario para dirigirse a la plantilla del Zaragoza. "Soy Humberto Suazo pero me llamo Chupete", aclaró el delantero (San Antonio, Chile; 1981), que siempre responde con solvencia ante las situaciones críticas y que llegó al equipo en el mercado invernal para reparar un descosido. Acción, reacción. Así lo demostró cuando parte de la afición de La Romareda le bautizó como Paquirrín, mote aplicado por su generosa envergadura y su incipiente barriga. "Le molestó bastante", destapan desde el club. "Vino con un par de kilos de más", reconoce Roberto Cabellud, preparador físico del Zaragoza; "pero ya está por debajo de los 78 kilos, sin porcentaje de grasa y con las medidas antropométricas normales". Suazo respondió con goles y buen juego, como siempre que se ha visto en una encrucijada. A pesar de haber pasado la semana entre algodones por unas molestias musculares, Chupete recibe hoy (21.00, Canal +) al Atlético.
Ante las críticas y el apodo de 'Paquirrín', el ariete marcó cuatro goles en siete duelos
Al morir su padre dejó el trabajo de estibador para ganar dinero como delantero centro
Para Chupete el fútbol sólo era una diversión. Por eso dejó de joven la Universidad Católica, club ligado a la iglesia y poco condescendiente con la vida disoluta. Por lo que Suazo dio con sus huesos en los muelles de San Antonio, como estibador y dejándose el espinazo con jornadas interminables. La vida, sin embargo, le recolocó rápido. Resulta que falleció su padre y nació su hijo. Suficiente para que reconsiderara el trabajo de estibador; insuficiente para mantener a la familia. Regresó al fútbol. Arrancó en Tercera División, en el San Luis. Pasó al Audax italiano y acabó por consagrarse en el Colo Colo. Se marchó como pichichi del torneo al Monterrey mexicano, donde siguió rompiendo la portería, con 154 dianas en 222 encuentros suramericanos.
Alérgico a los medios de información, Chupete fue tildado de persona malcarada, con malas pulgas y absentista laboral. Se siseó incluso la leyenda de que durante las charlas técnicas era capaz de ponerse los auriculares con música atronadora. "Es lo contrario", defienden con vehemencia desde el Zaragoza. "Nos lo vendieron como una persona de carácter complicado, pero es bien normal y trabajador", señala Paredes. "Un tío muy humilde", le define Arizmendi. "Un poco tímido pero gran persona", amplía Lafita. "Es un pelo introvertido", agrega Cabellud; "pero se le coge cariño enseguida porque se hace querer, porque tiene carisma". Lo que pasa es que para escucharle hay que arrimar el oído. "Habla muy, muy bajito", desvela Pulido, que ha hecho buenas migas con el chileno porque a ambos les gustan las películas de terror. "Ha entrado con buen pie en el equipo", señala Arizmendi. "Pero también demostró su calidad como persona cuando ocurrió el terremoto de Chile", remarca Paredes. Chupete se pasó todo el día colgado de Internet, atento a las noticias y rastreando a su familia. Esa noche jugó y marcó dos goles al Getafe, acompañados con un mensaje en su camiseta: Fuerza Chile. "Se fueron muchas casas con la salida del mar. Les doy mi apoyo y espero que Chile salga de ésta porque se lo merece", dice ahora Chupete, que subastará la susodicha camiseta en un telemaratón chileno.
En el campo no empeora el ariete, siempre con la caña a punto. "No tiene techo", remarca Lafita. "Es un goleador que aporta trabajo y mucha puntería", añade Pulido. "Con él podemos jugar en largo porque sabemos que la baja y da un respiro al equipo", comenta Paredes. "Por eso hace un poco más trabajo de fuerza, porque utiliza mucho el cuerpo y juega de espaldas al balón", indica Cabellud. Y Chupete, apodado así porque recogió el apodo de su ídolo Chupete Hormazabal, defensor del Colo Colo en la década de los 80, marca goles. Ya suma cuatro en siete duelos. Y todos los celebra con los dedos índices en la orejas. Resulta que a su hijo le molestaba sobremanera el ruido de los estadios y un día le soltó: "Papá, cuando metas un gol tápate los oídos y así te acuerdas de mí". Funciona. Tanto, que es todo un ídolo en Chile y el delantero principal para el seleccionador Marcelo Bielsa.
Desde que llegara al Zaragoza -existía una cláusula con el Monterrey que le permitía abandonar el club si la oferta era europea, promesa que le hizo a su padre antes de que muriera-, el departamento de comunicación recibe cada día una o dos peticiones de entrevistas con el jugador, que se rechazan invariablemente, con la tirria que le tiene a los medios. Pero se almacenan y entregan un alud de cartas de aficionados de su país. De ahí que en el día de su presentación, cerca de 200 chilenos acudieran para darle la bienvenida. Ahora lo hace el equipo y el entrenador, José Aurelio Gay. "Juega, hace jugar y marca", le elogia. Codeándose con la zona peligrosa, el Zaragoza le necesita. Es una situación límite. "No soy el salvador", replica Suazo, que espera con impaciencia que el club haga efectiva la opción de compra por unos 8,5 millones de euros. Chupete, por si acaso, apunta al Atlético.
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