"El traje torero tiene estética, erótica y religión"

"El caballero es nuevo en esta plaza y quiere ver la ganadería". Justo Algaba piensa en toros hasta cuando pide la carta. En todo el mundo sólo hay cinco sastres taurinos, y él es el más veterano. Lleva 47 años en el oficio. Elige un restaurante cercano a su taller. Cuando entra, se encuentra con el propietario, que fue rejoneador, y se saludan con cariño. "Tiene una plaza de toros preciosa muy cerca de aquí", dice.

Al sentarse en la mesa comienza a hablar y es difícil pararle. Tanto, que pasa más de media hora hasta que el camarero puede obtener la comanda. Algaba insiste en que tomemos como entrante un carpaccio de bacalao. "Aquí lo hacen delicioso, de verdad".

Por sus manos han pasado varias generaciones de toreros. "Para mí el más grande ha sido El Cordobés. No era el mejor, pero revolucionó la fiesta", apunta. Cuando se le pregunta su favorito en el escalafón actual prefiere no mojarse. "Uno tiene que vender, ¿sabe?". Eso sí, tiene palabras de admiración cuando surge el nombre de José Tomás. "Es como si hubiera abierto un libro y le dijera a los demás: mirad cómo se lee. Su toreo ha conquistado espacios muy difíciles: más cerca el animal te coge y más lejos no embiste".

El sastre taurino firma el vestuario del Metropolitan de Nueva York

Fue carnicero, intentó ser piloto y acabó haciendo vestidos de luces. "No se dice traje, éstos se llevan sólo en las capeas", matiza. Se define como autodidacta, creador e innovador por encima de otras cosas. Aunque también le encaja el calificativo de empresario. Tiene dos tiendas en Madrid, otra en Sevilla y hasta hace poco tenía un local en México DF. "Suelo hacer en torno a 170 vestidos al año, cuyo precio medio es de 3.000 euros". Desde que se toma medidas al maestro hasta que se entrega el vestido transcurren 30 días en un proceso artesanal donde intervienen 50 personas. No tiene miedo a que la propuesta del Parlamento Catalán de prohibir los toros afecte a su negocio. "Si yo pensara que la fiesta iba a desaparecer no estaría ahora aquí comiendo, sino buscando alternativas". Para él la iniciativa no tiene nada que ver con la protección de los animales sino con "garrapiñar unos cuantos votos". "La fiesta taurina nunca va a desaparecer".

Las creaciones de Algaba trascienden los ruedos. En 1984 hizo los vestidos de luces para la película Carmen dirigida por Francesco Rosi. Salir en los títulos de crédito le abrió las puertas de óperas de medio mundo: Londres, Amsterdam, Verona... Acaba de llegar del Metropolitan de Nueva York donde se ha encargado del vestuario de una nueva representación de la ópera de Bizet. "Ha sido mi creación más ambiciosa. Me han dado total libertad". Su destreza con la aguja y el dedal también ha sido demandada por algunas firmas de alta costura de París como Lacroix. ¿Le gustó el vestido que hizo Armani para Cayetano? "Armani es un genio. Sin embargo, el terno que preparó ni era goyesco ni era un vestido de torero, se parecía más bien a una chaqueta militar".

Come despacio, no prueba el pan y descarta el postre. Tras el café la sobremesa se extiende. "El vestido de torero tiene muchos ángulos. Tiene aspectos estéticos por la riqueza de los materiales, también reminiscencias religiosas y un alto componente erótico. El matador, cuando se viste, queda marcado por todas partes. Y si me va a preguntar si se usan rellenos la respuesta es que no", sonríe.