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Columna
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Las violencias que sufrimos las mujeres

La pasada semana nos desayunamos con la noticia sobre la denuncia que tres periodistas, trabajadoras de la televisión pública valenciana Canal 9, han interpuesto en un juzgado por acoso sexual, presuntamente cometido por el jefe de personal de dicha institución.

La transcripción publicada en el periódico de las situaciones sufridas por estas mujeres nos mueve al desprecio hacia quienes son capaces de semejantes abusos de poder, de semejantes bajezas, y, sobre todo, a la solidaridad hacia sus abusadas, mujeres que han visto su dignidad despreciada y sus vidas, como ellas mismas dicen, rotas.

Pese a lo mucho que nuestra sociedad ha avanzado hacia la igualdad efectiva entre mujeres y hombres, seguimos arrastrando fuertes cargas culturales que dificultan, cuando no impiden, el ejercicio de nuestros derechos. Cuando se destapan este tipo de situaciones, producto de la profunda desigualdad que subyace en nuestros modelos de relación, hemos de ser capaces de analizar qué hombre se comporta como abusador y el déficit que la sociedad demuestra en su reacción ante semejante conducta.

Porque nos encontramos con reacciones muy significativas: en primer lugar, el presunto acosador, que "tiene la conciencia tranquila", no sabemos si porque no ha cometido el delito que se le denuncia o porque considera que su actuación era permisible y consentida. Y es a ese consentimiento que queríamos llevar nuestra reflexión. Porque a las mujeres se nos permite decir no en pocas ocasiones. Sí que, teóricamente, podemos decirlo la primera vez que se nos coloca en una situación de intento de abuso, pero ya perdemos toda legitimidad para decir no si no lo decimos esa primera vez. No podemos olvidar, en ningún momento, que la relación entre el abusador y sus víctimas es de poder, de poder económico, de poder político, incluso de poder afectivo. En segundo lugar, porque hay unas reglas de juego, no consensuadas con las mujeres, no definidas, pero efectivas: su físico es una baza que se ven obligadas a usar, su físico es una baza que nuestra biempensante sociedad guarda en su manga para descalificarlas. "Han usado su físico para llegar"; ésta es la sentencia humilladora de una mujer a la que, por otra parte, siempre, desde la cuna, se le dice lo "importante que es ser joven y bella". Sobre todo si pretende trabajar en un medio de comunicación audiovisual... Sólo hay que darse una vuelta por las teles para comprobar que hay una exigencia de estándares físicos para las mujeres que nos hacen pensar en que se impone el modelo de televisión "berlusconiana" y que habrá que reflexionar también en lo que este modelo influye en cómo nuestras adolescentes se relacionan con sus cuerpos.

Hemos de añadir que, además, este medio de comunicación de masas es público. Lo pagamos con nuestros impuestos las valencianas y los valencianos. Está especialmente obligado a cumplir las leyes, también la Ley para la Igualdad Efectiva entre Mujeres y Hombres, que prevé la elaboración de planes de igualdad en los que se contemplan, específicamente, protocolos para la prevención y actuación ante casos de acoso sexual y/o por razón de sexo.

Esperemos que la denuncia presentada por estas mujeres valientes sirva también para poner en evidencia estos otros incumplimientos legales y para que se subsanen. Por todas las trabajadoras de Canal 9, por todas las trabajadoras, para que esta denuncia pueda servir como punto de inflexión, para que la sociedad incremente su sensibilidad ante estas otras violencias que se ejercen sobre las mujeres; gracias.

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Firman también este artículo Marina Calatayud, Ofelia Vila, Inés Jiménez, Chelo Marín, Elvira Ródenas, Encarna Signes e Isabel Muñoz (Ciudadanas feministas).

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