A prueba de ciclogénesis
A veces, las cosas funcionan bien. Pero, invadidos por la pesadumbre de la crisis y ese afilado nivel autocrítico que caracteriza al español medio, restamos importancia a logros tan apabullantes como el de este fin de semana frente a la amenaza de Xynthia, esa tormenta huracanada que llegó bajo el amedrentador apelativo científico de ciclogénesis explosiva.
Para empezar, los meteorólogos alertaron varios días antes de que el fenómeno, un choque de capas de aire frío y caliente, se estaba formando en Madeira y nos visitaría en la madrugada del sábado, entrando por las islas Canarias, que subiría por el centro y oeste de la Península y que los vientos originados, de más de 150 kilómetros por hora, causarían estragos en la cornisa cantábrica y, sobre todo, en Galicia.
Los pronósticos no sólo se cumplieron casi al pie de la letra sino que, lo que es más importante, permitieron establecer un dispositivo de emergencia consistente en mantener en alerta a 20.000 funcionarios, cancelar 100 vuelos, cortar líneas de ferrocarril, dejar los barcos atracados, prohibir el uso de transporte pesado en carretera, dejar de guardia a empleados
de empresas eléctricas y avisar a la población.
No es el mejor fin de semana para hacer footing por el bosque, o para ver las olas del mar, o para reparar los tejados de las casas o ponerse al volante de un coche", explicó el ministro del Interior y no sólo nadie le mandó al cuerno por alarmista, sino que se le hizo caso. Miles de españoles retiraron las macetas de los balcones, cancelaron viajes, se alejaron de la costa, cerraron las persianas y aguantaron estoicos los apagones.
El resultado: destrozos materiales por doquier y tres víctimas mortales. Un saldo negativo pero mitigado si se compara con tormentas similares del pasado y con los más de 60 muertos que Xynthia, mucho más inclemente en el norte, se ha cobrado en Francia y Alemania. De haber sido al revés ya estaríamos tirándonos los trastos a la cabeza y exigiendo dimisiones. ¿Qué nos está pasando? Los políticos han hecho su trabajo y los ciudadanos les han creído y han sido cautelosos. Es una pena que la crisis que nos atenaza no tenga forma de ciclogénesis explosiva. Seríamos la envidia de Europa.
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