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Reportaje:Las reflexiones de un icono

"Prefiero morir a pedir perdón a un malvado"

"No lo parezco, pero soy muy complicado. Estoy bien y de repente cambio del todo"

Diego Torres

Zidane ha empezado a distanciarse de la batalla. Sus hazañas, su Liga, sus scudetti, la Copa del Mundo de 1998 y la Copa de Europa de 2002 van instalándose en un pasado cada vez más lejano. Sus héroes, sus adversarios, los gigantes de su generación, Ronaldo, Figo y él mismo, dejan paso a otros. Tal vez por eso observa a los jóvenes como Cristiano Ronaldo con asombro creciente. Cristiano dice que sueña con retirarse y dejar monumentos en su honor. Una obra que alimente recuerdos inmarcesibles en la hinchada. Zidane nunca se atrevió a decir semejante cosa en voz alta. Cuando le preguntan qué quiso ser como futbolista, responde con voz suave y firme: "Lo que fui. Ni más ni menos. A lo mejor fui demasiado. Cuando era joven, nunca pensé en llegar a este nivel. En mi barrio había muchos jugadores buenos. Mis amigos eran muy buenos. Tanto como yo o mejores. Pero ser los mejores del mundo les daba igual".

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Al repasar sus anhelos, sus ambiciones, va internándose en intimidades de las que, normalmente, prefiere no hablar. Al hablar, ofrece pistas sobre la decisión que le llevó a retirarse en el verano de 2006 después del Mundial de Alemania. "A mí me gustaba ayudar al equipo a jugar bien", recuerda; "y cuando no podía me sentía fatal. Muy mal. Mi problema es que no pensaba más allá del próximo partido. Esto era lo malo. Y cada partido era un problema porque, si jugábamos mal, después entraba a casa y estaba mal. Lo pasaba malísimo. Jugando cada tres días, si las cosas iban mal, estaba mal en mi casa toda la semana. Hay gente que después de una hora ya lo asimila. Yo lo absorbo todo... Soy distinto. ¡Qué sé yo...! Cuando estoy tocado, me cuesta superarlo mucho tiempo. Es así. Y no quiero cambiar porque es así. No lo parezco, pero soy una persona muy complicada. Estoy bien y, de repente, puedo cambiar del todo. Pero pasa. Pasa poco. De vez en cuando. Pero es muy fuerte. Y es un ratito. Y luego... Sin ese carácter, no habría podido competir como lo hice. No creo".

Cada genio opera en un espacio irracional, inexplicable, y Zidane lo manifestó hasta el último gesto de su carrera. Sucedió cuando estaba a punto de conducir a Francia a la conquista de la segunda Copa del Mundo. En lo más áspero de la disputa de la final contra Italia, en un córner en el minuto 110, propinó un magnífico cabezazo al defensa italiano Materazzi.

Zidane fue expulsado. Francia perdió la Copa y Zidane nunca más volvió a ponerse unas botas. "Sí, claro que me lo reprocho a mí mismo", dice Zidane sin siquiera mencionar a su adversario; "pero, si yo digo 'perdón', también estaría admitiendo que lo que hizo él fue normal. Y para mí no fue normal. En el campo pasan cosas. Me ha pasado muchas veces. Pero ahí no pude aguantar. Porque además... No es una excusa. Pero mi madre estaba enferma. Estaba en el hospital. Esto la gente no lo sabía. Pero era un mal momento. Más de una vez insultaron a mi madre y nunca contesté. Pero ahí... Y pasó. Y pedirle perdón a éste... Si hubiese sido Kaká, un tío normal, un tío bueno, claro que le habría pedido perdón. ¡Pero a éste! Si le pido perdón, me falto el respeto a mí mismo y a todos los que quiero con toda el alma. Pido perdón al fútbol, a la afición, al equipo... Después del partido, entré al vestuario y les dije: 'Perdonadme. Esto no cambia nada. Pero perdón a todos'. Pero a él no puedo. Nunca, nunca... Sería deshonrarme... Prefiero morir".

Zidane procura extraer una lección edificante de un episodio que le desagrada recordar. "A los jóvenes hay que decirles que se puede jugar de manera más noble", advierte; "que en el campo siempre pueden pasar cosas desagradables. Pero que el fútbol es un deporte y no tienen por qué haber humillaciones. Yo hablaba poco, pero a los rivales también les decía cosas. Todo depende de las personas. Hay rivales muy graciosos, que te dicen cosas y te hacen reír. Pero hay gente malvada. Y a esos tíos no los quieres ni oír hablar. '¿Qué me vas a contar tú?'. También me encontré rivales que me hicieron reír. Y árbitros muy graciosos. Y compañeros que me hacían reír todos los días, como Ronaldo, un crack en todos los sentidos".

Zidane agrede a Materazzi durante la final del Mundial de 2006.
Zidane agrede a Materazzi durante la final del Mundial de 2006.REUTERS

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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