Ladridos de león marino
La actriz madrileña Blanca Oteyza, que a partir del 8 de marzo protagonizará durante ocho semanas Por el placer de volver a verla en el teatro Amaya de Madrid, rememora sus peripecias viajeras.
¿Algún rincón predilecto?
El viaje que más recordaré fue el primero que hice con mi pareja a Punta del Este (Uruguay). Nos quedamos en Casapueblo, el hotel-museo que creó el artista Carlos Paez Vilaró. Es una maravilla de sitio medio excavado en la roca, con conciertos de música clásica con la puesta de sol de fondo. Vamos, el no va más de lo romántico.
¿Se ha movido mucho por esas latitudes?
Muchísimo. En parte gracias a una serie de televisión que rodé en Argentina; interpretaba a una reportera de televisión y había que sacar imágenes mías en distintos puntos del país. Así que visité granjas, escuelas rurales o cárceles, desde Ushuaia, en la Patagonia, hasta Humahuaca, en el norte del país.
¿Algún momento cumbre?
Una mañana iba paseando a mi aire, con los cascos puestos, por la playa de Necochea, al sur de Buenos Aires, y de repente me topé de bruces con una familia de leones marinos. La playa estaba desierta; sólo estábamos yo y estos enormes animales tomando el sol alegremente y lanzando esos ladridos tan peculiares. No lo olvidaré jamás.
¿Alguna otra road movie?
Cuando era estudiante recorrí medio Estados Unidos, desde la Costa Este hasta el norte de México: Colorado, Misisipi, Tejas... Recuerdo entrar en bares de pueblos perdidos al mediodía y encontrarme con cada panorama; locales casi a oscuras, música country y media docena de tipos apoltronados en la barra bebiendo. Clavadito a una peli de los Coen.
Fue una estudiante viajera...
Pasé un año en Filadelfia, que es una maravilla. Me pasaba el día en el Magnolia Cafe y en el barrio Italiano comprando flores o bolsas enormes de tomates secos. Pero el mejor recuerdo lo tengo estudiando en Londres. Una noche llegué tarde a mi residencia y tuve que dormir en casa de unos conocidos. Por la mañana me despertó el teléfono: ¡era mi madre! Removió cielo y tierra hasta localizarme. ¡Menuda bronca me cayó!
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