Julio Chamorro, montero "experto en trochas y vericuetos"
Guarda mayor de la sierra de Gredos, conocía al detalle su flora y su fauna
Julio Chamorro González murió el 18 de febrero en Hoyos del Espino (Ávila), a los 105 años. Su vida estuvo ligada desde su mocedad a la sierra de Gredos, de la cual era uno de sus más avezados monteros. Hombre recio, discreto y laborioso, conocía hasta el menor detalle de la flora de la serranía y también de su fauna, de la cual es expresión singular la capra hispanica. Hasta 6.000 ejemplares triscan hoy por sus cumbres y sortean sus pedreras y canchales.
Julio Chamorro fue primogénito de cuatro hermanas y un hermano en un hogar abulense humilde de comienzos del siglo XX. El padre había cocinado para los asistentes a las partidas de caza que acudían a la sierra, cuyas altiplanicies estaban troceadas en fincas pertenecientes a la nobleza o a la burguesía beneficiada por las desamortizaciones del siglo XIX. De estas clases surgieron las principales escopetas, como el conde de Yebes o el conde Sigfried, a las que solían agregarse visitantes egregios de Gredos o diplomáticos con vocación cinegética, como Óscar Nelch, cónsul de Suiza en España en los años treinta.
Vivió 105 años y acompañó en jornadas de caza a Alfonso XIII
En numerosas ocasiones rescató a viajeros que habían sufrido accidentes
A través de su padre, entró en relación con gentes influyentes de Madrid y de toda Europa, sobre todo políticos y militares, que visitaban la sierra para asistir a monterías o para disfrutar de sus maravillosos paisajes. Así lo asegura José María Martín Chamorro, topógrafo jubilado y sobrino del montero abulense fallecido. Cazadores y excursionistas, turistas y escaladores, todos recurrían a Julio Chamorro como guía serrano. Considerado buen andariego, realizaba también grandes travesías a caballo para avituallar a los viajeros y visitantes que recalaban en el Refugio del Club Alpino, heredero del llamado Refugio del Rey, que se hundió tras muchos años de servicio a los senderistas. Luego sería allí erigido el Parador Nacional, pionero de estos establecimientos turísticos españoles.
En numerosas ocasiones, rescató a viajeros accidentados. En una finca serrana propiedad de una marquesa, el Prado de las Pozas, enclavada en la ruta natural que tras cruzar Los Barrerones y la Laguna Grande lleva hasta el Pico del Moro Almanzor, ejerció como guía y vigilante. Como tal, estaba obligado a exigir entre dos y cinco pesetas por el paso a excursionistas. Con su sombrero provisto de escarapela y su uniforme de estameña y hombreras de pana, fiscalizaba el paso. Así le recuerda el periodista Luis Rubio: "Cuando éramos adolescentes, llegábamos a pie hasta el prado, él hacía como si no nos hubiera visto y nos dejaba pasar; pero, al culminar la cuesta de Los Barrerones, nos alcanzaba a caballo y nos decía: 'Que sea la última vez'. Pero proseguíamos la ruta sin pagar nada", comenta con una sonrisa.
Desde Alfonso XIII, conspicuo cazador, hasta los generales Dámaso Berenguer y Francisco Franco, o José Antonio Primo de Rivera todos ellos fueron tratados en numerosas jornadas de caza por este guía de alta montaña, que gozó siempre de predicamento entre los lugareños de Gredos y cuyas fotografías junto a personalidades cabe ver aún en muchos bares de la zona. También acompañó en varias cacerías al rey Juan Carlos cuando aún era príncipe. Durante la inauguración en 2003 del palacio de los Serrano en Ávila, el Monarca le reconoció y rompió el protocolo para ir a saludarlo, informa Efe.
Su celebridad trascendió y Camilo José Cela, en su libro Judíos, moros y cristianos, le calificó de "especialista en trochas y vericuetos". El propio Chamorro dictó un librito, Entre piornos y roquedales, donde afloran algunos de los conocimientos botánicos y cinegéticos que a lo largo de su vida acuñó en ese enclave de la cordillera carpetovetónica que rodea su cumbre con un circo glaciar jalonado por imponentes riscos. Estuvo casado con Maximiliana López, fallecida recientemente a edad también centenaria.
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