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FOTOGRAFÍA / Entrevista

Schommer, mutaciones de un fotógrafo

Ángel S. Harguindey

La exposición retrospectiva que el Museo de Bellas Artes de Bilbao dedica a Alberto Schommer (Vitoria, 1928) hasta el 16 de mayo, y en la que se reúnen un centenar de fotografías, es un reconocimiento profesional a quien a lo largo de casi sesenta años ha dejado constancia gráfica de la evolución de un país, de sus gentes y, a la vez, de su propia sensibilidad creativa. Curiosamente, o quizás por la fuerza del bretoniano azar, la siguiente exposición prevista en dicha institución estará dedicada al modisto Cristóbal Balenciaga, que fue quien introdujo en 1960 a Alberto Schommer en el mundo de la moda cuando el joven fotógrafo completaba su formación en París tras su paso por Alemania.

Cuantificar la calidad artística no es fácil, pero en ocasiones un simple dato, como el que señala Alejandro Castellote en el catálogo de la exposición, puede explicar la bondad creativa: en 1989, la sociedad fotográfica de Japón, con motivo del 150º aniversario del nacimiento de la fotografía, le invita a Tokio junto a Cartier-Bresson, Irving Penn, Helmut Newton o Arnold Newman, entre otros. Su obra será una de las elegidas junto a la de otros 50 fotógrafos de todo el mundo para formar la muestra inaugural del Museo Metropolitano de la Fotografía de Tokio.

La prolífica obra de Schommer alcanzó su mayor popularidad con los retratos psicológicos, en los que la extraordinaria originalidad de la puesta en escena sólo era comparable con la capacidad de persuasión del fotógrafo para convencer a los retratados de posar como él quería: obispos levitando, políticos disfrazados de Cid Campeador o un Andy Warhol envuelto en la bandera estadounidense, prueba documental del inolvidable paso por Madrid del artista y cineasta de Pittsburgh, invitado por el galerista Fernando Vijande. Es tiempo, pues, de hacer balance de una vida y un oficio.

"Sin duda en estos años de vida profesional", explica Schommer, "he tenido muchas satisfacciones. Pude quedarme en París, pero por circunstancias tuve que venir a Madrid. En aquella época el ambiente fotográfico-cultural era un erial. Tuve momentos de soledad. Me sorprendió el encargo del diario Abc en 1973 de unos retratos de gente guapa. Aproveché la oportunidad para hacer un trabajo sociopolítico en el que con bastante ironía criticaba al Régimen. Sorprendió, pero no se dieron cuenta. Franco prohibió a sus ministros que posaran para ese fotógrafo "extranjero", López Bravo dixit. En general, mi trabajo ha sido muy variado, no soy un fotógrafo lineal, me ha interesado todo. Mi "maestro", Irving Penn, era de ese estilo y yo aprendí mucho. Creo que interesa dejar constancia de una forma de sociedad, y la Fotografía, la Literatura y el Periodismo son medios perfectos".

Al ver el catálogo de la exposición retrospectiva se comprueba el carácter testimonial de la fotografía. ¿Es consciente el artista cuando realiza su trabajo de ese aspecto?, ¿se piensa en lo instantáneo o hay un proyecto de permanencia? "Un artista en su mundo puede ser un creador en el concepto puntual de la obra. Puede seguir esa trayectoria, pero llega el momento en que necesita pararse, se ve obligado a analizar la sociedad. Es el Guernica de Picasso. En Rusia, Rodchenko, pese a ser un esteta absoluto, siguió la estética del movimiento comunista. Henri Cartier-Bresson era un maravilloso estilista de las sociedades, no sólo de la francesa, a nivel mundial; y en general era así como trabajaban la mayoría de los artistas. Lo que ocurre es que la estética puede muchas veces vencer al concepto y obliga al autor a realizar trabajos muy diferentes. En mi caso, con los libros he sido un observador del mundo en mis viajes y frecuentemente me apartaba de la línea. Creo que nunca he seguido sólo una trayectoria, sino que habitualmente irrumpía en mi obra algo diferente por completo. Creo que somos muy sensibles a las mutaciones y en mi caso, a cambios radicales: Civilizaciones, Composiciones Numeradas, Cascografías, Montajes y, últimamente, Paisajes Negros".

En los comienzos, Alberto Schommer parecía tener un mayor interés en la pintura que en la fotografía. Sin embargo, en una buena parte de su obra hay un afán experimental que parece conectarle con las vanguardias artísticas. "Yo era pintor, y no se me ocurría otra cosa. El hecho de que mi padre fuera fotógrafo y de tener cerca algunas cámaras hizo que tratara temas tanto en el exterior como en el interior y fuese interesándome la fotografía como expresión, pero sin ningún conocimiento de ella. De ahí surgió todo el trabajo que han recogido ahora en un libro que se titula Primera época. Creo que conocer el libro de Steichen La familia del hombre y la obra de entonces de Irving Penn y Richard Avedon fue decisivo para cambiar. Y que algunos de mis trabajos posteriores como la Cascografía pueden deberse a lo que dejó en mí la pintura".

La fotografía digital ha democratizado el oficio. Schommer reflexiona sobre sus ventajas e inconvenientes. "Creo que la fotografía digital ha vulgarizado el hecho fotográfico", afirma. "Sin duda técnicamente ha favorecido la evolución de laboratorios 'estancados' y ha facilitado montajes y efectos especiales. Personalmente sigo empleando las cámaras y película clásica, que me dan la excelente calidad que necesito. La facilidad, aunque parezca un contrasentido, no mejora las imágenes. Buenas, incluso excelentes imágenes para la prensa diaria y el deporte; se ha inundado la sociedad de teléfonos y cámaras digitales. Hay infinidad de 'fotógrafos', pero no más creadores. El progreso en todo es lo mejor; en la técnica hay que experimentar, luego crear".

Otra cualidad que distingue a Schommer es su cosmopolitismo, el considerarse un ciudadano del mundo, como lo reflejan sus múltiples trabajos sobre ciudades de todos los continentes, desde Shanghai a Buenos Aires, libros y reportajes en los que lo que cuenta es la mirada del artista, una forma de ver y entender el mundo que le rodea.

"El tercer ojo es el que me permite profundizar en los hombres o en el paisaje que tengo delante", explica el fotógrafo. "Todo es vida y humanidad y cuando se trabaja en una ciudad, cualquiera, los edificios, las paredes y el suelo se confunden con los hombres. Esto puede resultar nuevo para algunos fotógrafos, pero después de mi experiencia de varios libros: sobre Siria, Libia o India..., creo que es necesario alejarse del bullicio, el miedo, las miradas, para mirar hacia dentro de uno mismo, investigar los espacios no utilizados, sin usar, de alguna forma nuevos".

Para Javier Viar, director del Museo de Bellas Artes de Bilbao, "es evidente que la fotografía ocupa en la actualidad un papel relevante entre los modos de expresión artística. Tanto desde el punto de vista crítico como de mercado, ha conseguido hacerse con un lugar principal en el concierto del arte contemporáneo, hasta preponderar en numerosas ocasiones sobre la pintura, la escultura o las instalaciones, de manera que, desde hace unos años, sucesivas oleadas de artistas jóvenes le dedican su atención. Los museos también participan de este empuje y programan habitualmente exposiciones de fotografía. En el Museo de Bellas Artes de Bilbao ya desde hace años no es excepcional hacerlo, y, por lo tanto, ofrecer una exposición antológica de Alberto Schommer forma parte de un antiguo compromiso contraído con su profesión".

"Pero, además", añade Viar, "Schommer es un artista ya maduro, lo que significa que antes de cualquier moderna inclinación, supo luchar por el valor creativo de la cámara, con notable aislamiento en su tiempo, lo que hace más meritoria su fe. El éxito que ha conseguido su obra, una de las más reconocidas, si no la que más, en los últimos cincuenta años de fotografía española abunda en la justicia de este homenaje que le rendimos. Él, además, ha sido un fotógrafo-artista, es decir, experimentador, compositor, consciente del valor estético y conceptual de una imagen, y ha trabajado las suyas en correspondencia con las diversas tendencias artísticas que han sido sus contemporáneas. No en vano, desde sus primeros años profesionales estuvo cerca de grupos de vanguardia, como el ZAJ, o formó parte del grupo alavés Orain -Schommer es vitoriano-, uno de los grupos artísticos vascos creados en la segunda mitad de los años sesenta. Allí, él, entre pintores y escultores como Oteiza y Chillida, fue el único fotógrafo".

Schommer. Retrospectiva 1952-2009. Museo de Bellas Artes de Bilbao. Hasta el 16 de mayo. www.museobilbao.com.

Retrato de Andy Warhol realizado en Madrid, en 1982, por Alberto Schommer.
Retrato de Andy Warhol realizado en Madrid, en 1982, por Alberto Schommer.ALBERTO SCHOMMER

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