_
_
_
_
Tentaciones
Entrevista:MÚSICA

Mapa de los sonidos de Baltimore

"En Baltimore tenemos todo lo que necesitamos". Al habla, la francesa Victoria Legrand, heredera de una dinastía artística —su padre es pintor y su tío es Michel Legrand, músico ganador de tres oscars— . Fue a estudiar a Nueva York y terminó formando con el ex carpintero Alex Scally el dúo de dream pop Beach House.

Con su debut homónimo, en 2006, ya dieron que hablar. Pero despegaron con su anterior disco, un Devotion (2008) que, entre teclados vintage, guitarras con delay y mayestáticas interelay y mayestáticas interpretaciones vocales de Victoria, les llevó de gira por todo el mundo. Teen dream, el recién editado tercer disco del dúo, recuerda a los vaporosos montajes de David Lynch —"nos encantaría hacer música para sus películas"—, pero también remueve, sacude, transporta. "Está hecho para ser escuchado muy alto o con esos cascos grandes que te cubren la cabeza". Sus letras hablan de momentos muertos, de espacios vacíos y corazones como piedras. Música de cámara disfrutable en el salón de tu casa o en el trayecto del autobús, y que a la postre resulta ser la milagrosa consecuencia sonora del lugar donde fue compuesto: la ciudad de The Wire.

"Es un buen lugar para componer. No es Nueva York o LA, aquí no hay muchas distracciones"

Si eres de los que leen Pitchfork.com o van al Primavera Sound, seguramente estarás al tanto de que el electro pop bastardo de Dan Deacon, la mascletá sonora-adolescente de Ponytail y, sobre todo, la gran vaca sagrada del pop actual, Animal Collective, confluyen en una ciudad llamada Baltimore. "Es un buen lugar para componer, no tiene muchas distracciones, tiene una gran comunidad de músicos. No es Nueva York o Los Ángeles, ciudades en las que tienes demasiadas distracciones sociales, eso por no hablar de que no es ni la mitad de cara", sentencia Victoria.

El alquiler fue durante años la razón principal por la que muchos estudiantes gafapastas eligieron el encanto afrancesado de Mount Vernon, el ambiente universitario de Charles Village o el kitsch obrero de Hampden para desarrollar su carrera artística en vez de los barrios de moda de las vecinas Washington DC o Filadelfia. Algunos incluso terminaban hartos de Nueva York y se refugiaban en la capital del pastel de cangrejo, como hizo Dan Deacon. Y eso a pesar de ser una ciudad que, con una población como la de Valencia, tiene una media de 220 homicidios al año y casi el 30% de la población vive bajo el umbral de la pobreza.

Y es que el sonido de Baltimore, antes de Animal Collective, era el de East Baltimore: hip-hop con sabor a crack y pollo frito, popularizado por el dj y productor Diplo. La cara amable, y mediática, la dan ahora grupos como Beach House, que han encontrado en el Maryland Institute College of Art (MICA), la sala polivalente de The Forestry o en bares como The Ottobar o el Talking Heads los catalizadores perfectos para hacer de la música una forma de vida. Una comunidad de poco más de 100 personas que disco a disco hace pensar que, a lo mejor, esta ciudad será la próxima Portland o la heredera de la reconversión industrial-musical al más puro estilo Manchester. "Musicalmente no nos une ningún estilo o género. Lo que nos une es la energía, las ganas de trabajar nuestra música y compartirla. Hacer de la música arte, y del arte, música. En Baltimore, claro". Larga vida a Beach House. En Baltimore, claro.

Teen dream está publicado en Nuevos Medios

<b>Victoria Legrand y Alex Scally, Beach House, el pop hipnótico que otorga nuevos sonidos a Baltimore.</b>
Victoria Legrand y Alex Scally, Beach House, el pop hipnótico que otorga nuevos sonidos a Baltimore.
<b>Flamenco rosa en un edificio del barrio de Hampden, Baltimore</b>
Flamenco rosa en un edificio del barrio de Hampden, Baltimore

Más allá de 'The Wire' y los cangrejos

Un paseo por una ciudad única, contradictoria y fascinante.

En un cementerio de East Baltimore descansa el escritor Edgar Allan Poe, que terminó sus días alcoholizado en lo que hoy es un gueto de violencia, drogas y pobreza popularizado por la serie The Wire. En otro camposanto, en un tranquilo barrio residencial al norte, lo hace Divine, musa del realizador John Waters. Cerca, varias universidades de élite atraen a estudiantes que pagan 30.000 dólares de matrícula, pero que si cruzan una calle puede que se queden sólo con las Converse puestas. Al sur, el puerto, limpio de puticlubes y yonquis, atrae el turismo regional con el Acuario como reclamo. Pero, como comenta Victoria, "en Baltimore hay que escarbar, caminar y arriesgar. Si te quedas en el puerto o con la violencia, te pierdes lo mejor". Bordeando el puerto y los rascacielos se llega al American Visionary Art Museum. Un museo de arte en el que la única regla es no ser a-r-t-i-s-t-a. Enfermos mentales, niños, amas de casa o carpinteros exponen en un espacio que abraza el arte diferente. De ahí, si coges un barco que atraviesa la contaminada bahía, llegas a Fells Point, donde están las oficinas de la policía en la serie Homicidio, las mejores tiendas de música y la sala de cine porno, aún en funcionamiento, en la que John Waters secuestró a Melanie Griffith en Cecil B. Demented. Y es que Waters es puro Baltimore. Aunque el director posee apartamentos en Nueva York y San Francisco, todavía es posible encontrarle en su ciudad natal. Concretamente, por el mítico cine Charles Theater, que aún proyecta los anuncios que rodó hace 20 años, o en el Rendez Vous Lounge, un infecto bar frecuentado por traficantes de crack en modo descanso, estudiantes del MICA y profesores de la Universidad Johns Hopkins. Sin embargo, el barrio que mejor resume el espíritu de este irreverente realizador es Hampden (en la imagen). Flamencos rosas en el porche, artistillas a tiempo parcial y modernos con prole... En 31st, su calle principal, lo encontrarás todo para tu revival Waters: tiendas vintage, concursos de peinados colmena y una de las instituciones de la ciudad, la librería Atomic Books. "Ah, y no olvides comer cangrejo", recomienda Victoria.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_