La Biblia de Zapatero
Tanta simpatía que le tenían muchos y ahora resulta que el presidente empieza a dar disgustos hasta a los más fieles. Para fieles, los que lo son en el término propiamente dicho; es decir, las personas que creen en Dios, van a misa, leen la Biblia y, para alivio del propio mandatario, recuerdan a Job y callan cuando las circunstancias les resultan de lo más adverso.
Hace poco el presidente sembró la perplejidad entre esos fieles absolutos. Pues en Estados Unidos, durante el "desayuno de oración" -algo parecido a los maitines de la tradición monástica europea, es decir, la oración de la hora prima, aunque entonces debería haber sido a las seis de la mañana-, el presidente citó, para satisfacer más que confortar a los presentes, un pasaje de un libro bíblico: Deuteronomio 24, 14-15. Pero, para empezar, citó la Biblia alterando el texto literal de la misma -algo que, en una asamblea de judíos, habría supuesto un levantamiento en armas-, pues la primera frase de este pasaje no dice: "No explotarás al jornalero pobre y necesitado, ya sea uno de tus compatriotas...", sino: "ya sea un hermano tuyo israelita". En un desayuno de carácter cristiano, esta referencia pudo parecerles impropia a los consejeros del presidente, y la cambiaron por la otra, mucho más ecuménica. Y tan felices.
Pero luego incurrió en otro error, igualmente grave. No se puede invocar la Biblia por un lado, para lo que conviene, y despreciarla luego, por otro lado, para lo que resulta inconveniente. Así lo hizo Rodríguez Zapatero cuando, veladamente, propugnó un trato igual para homosexuales y heterosexuales. La propuesta es muy progresista y enormemente justa. Pero la Biblia está llena de pasajes en los que se condenan esas prácticas, nos guste o no a los de una y otra acera. En Levítico 18, 22, se lee: "No te echarás con macho como con mujer; es abominación"; y en 20, 29, se avisa -Yahvé no es traidor-: "Cualquiera que hiciere alguna de todas estas abominaciones ... será cortado de entre su pueblo". Por no hablar de todo lo que dice el capítulo 19 del Génesis, que es donde aparece por primera vez la relación entre la ciudad de Sodoma y la homosexualidad. Un mandamiento de la ley mosaica debería haber inducido al presidente a la continencia verbal: "No tomarás el nombre de Yahvé tu Dios en vano".
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