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Columna
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Ciudades sin sueños

En los últimos 30 años todos los ayuntamientos de Andalucía, como en el resto de España, han asumido un papel protagonista en lo que concierne a la producción cultural. La Junta de Andalucía, como el resto de gobiernos autonómicos, cedió la gestión del sector cultural a las administraciones locales. La Junta da unas orientaciones para la gestión cultural de cada ciudad a través del Plan Estratégico de la cultura en Andalucía (el PECA), pero son los ayuntamientos los responsables de su ejecución.

Todos los que alguna vez han ofertado servicios a los ayuntamientos saben de las dificultades en la consecución de objetivos de unos y otros. Retrasos en los pagos y, a veces, los caprichos de algunos que viven en sus torres de cristal, son el pan de cada día. Hay desconfianza. Tener como cliente o como patrocinador al ayuntamiento supone una flexibilidad en los recibos impropia de quienes desde lo público, dicen, que apuestan por la cultura.

Y hay que insistir. La cultura es un sector económico del que es responsable la administración local. Ésta convoca cada año toda una serie de concursos, premios y becas con las que promoverla. En los requisitos de las convocatorias se suele contar con las asociaciones sin ánimo de lucro, como muchas entidades de la economía social. Son estas entidades y otras análogas las que, en definitiva, promueven la cultura en la ciudad, quedando la administración como entidad financiera, y son ellas las que se verán más perjudicadas por los recortes presupuestarios, como han decidido todos los ayuntamientos de las capitales andaluzas, salvo el de Granada.

En el sector cultural se dice lo que se dice en el sector de la investigación social: siempre esta en crisis. No es nada nuevo, siempre ha sobrevivido muy precariamente. Pero sí que lo es ahora. La crisis es más severa y no serán pocas las asociaciones culturales que desaparezcan. Esto no sólo supondrá la pérdida de un número considerable de puestos de trabajo, sino que incidirá directamente en la dinamización cultural de las ciudades. Disminuirá la oferta cultural; la oferta para el tiempo de ocio.

En tiempos de crisis, la administración y buena parte de la ciudadanía comprenderán que es lógico que los servicios destinados al ocio se recorten. Los que piensan así interpretan el ocio como un lujo. Sin embargo, el capital que produce la cultura no son películas, museos, talleres de cerámica o de pintura; el capital que produce son lugares de contemplación, de relajación y ficciones que sirven para dar carpetazo, aunque sea por un momento, a la sórdida realidad. Sin estos lugares, lo que va a ser precaria es nuestra salud mental y nuestro descanso. No son lujos, son necesarios, básicos, fundamentales. No es posible vivir, en la forma que entendemos la vida, sin ellos. Y lo es porque el capital que produce el sector cultural es social. Esto es, que produce lugares en los que la gente se relaciona con la gente, en donde las personas que comparten inquietudes pueden coincidir. Las ficciones que genera el sector cultural nos permite tomar distancia y ver nuestro mundo cotidiano con otros ojos. Nos relajan la vista. Sin estos espacios, sin tiempo de ocio, ¿qué queda? Vivir sin pestañear, sin humedecer la retina, sin descansar. Si es así, si éste es el nuevo modelo, no tardaremos en empezar a ver borroso. Nos encontraremos con una realidad monolítica. Una realidad en la que no haya más tiempo de ocio que el fútbol y los centros comerciales. Una realidad que puede hacer enfermar a la sociedad. No es cuestión de hacer tremendismo, ni practicar la exageración. No lo hago. Es constatar esta realidad. Después de todo, las asociaciones culturales, en cuanto generan actividades y espacios en los que cualquiera puede hacer un paréntesis, tienen para la ciudad y los pueblos la misma función que el sueño para el organismo. Es reparador. Sin descanso nos volveríamos locos. Tal vez, estos ayuntamientos andaluces deberían reflexionar y hacer un esfuerzo en sus presupuestos para intentar que, de vez en cuando, podamos seguir soñando.

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