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Crítica:LIBROS | Ensayo
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Los héroes de Europa

Xavier Vidal-Folch

Ensayo. Todo gran empeño colectivo segrega sus propios héroes. La Europa del siglo XX, también. La explica eficazmente Forjadores de Europa, de Julio Crespo. El libro encadena una treintena de ensayos biográficos de los líderes y los visionarios que la han fabricado. Desde una perspectiva europeísta, transversal a todos los retratos: la Unión Europea es el gran invento de un continente rasgado. Producto de la única buena de las tres ideas que genera en el siglo, el europeísmo (frente al nazismo y al comunismo), capaz de impulsar "de modo incruento el resurgimiento de Europa, desde 1950 hasta nuestros días". Y que constituye el mejor "antídoto contra el nacionalismo".

Los protagonistas son de carne y hueso, con "altibajos extraordinarios", que resucitan desde sus cenizas o se apagan en el mismo instante de su éxtasis. Actúan sobre la urdimbre de las sucesivas coyunturas, sobre todo dos: la posguerra y la fundación de la Europa comunitaria; y la expansión de los ochenta/noventa con la caída del muro de Berlín y del imperio soviético en el epicentro.

Forjadores de Europa, grandes europeístas y euroescépticos del siglo XX Julio Crespo MacLennan

Forjadores de Europa,

grandes europeístas y

euroescépticos del siglo XX

Julio Crespo MacLennan

Destino. Barcelona, 2009

450 páginas. 23 euros

Más información
Primeras páginas de 'Forjadores de Europa', de Julio Crespo McLennan

Éste es un texto divulgativo a la francesa, lo que se agradece en un país donde, entre el ensayo erudito y el reporterismo, pulula la nada. Su autor maneja con soltura la bibliografía y la ideología de los retratados. Hasta las anécdotas más añejas, como aquella en que uno de los padres fundadores, Robert Schuman, reconoce a los periodistas que, efectivamente, el plan Monnet "es un salto hacia lo desconocido". Y traza así un ágil libro de historia del continente. Con momentos bien documentados, la reunificación alemana (y cómo se oponían Margaret Thatcher y François Mitterrand, pese a la propaganda que lo ha intentado ocultar, mientras Mijaíl Gorbachov la veía inevitable y trataba de modularla) y el inicio de la ampliación al este. Otros, como la trascendencia de la integración del sur, Grecia, España y Portugal, se tratan, sorpresa, de forma precaria. Y alguno, como la irrupción de Escandinavia, ni aparece, no será por falta de protagonistas de la talla de Olof Palme.

El autor incluye entre los forjadores dos categorías clásicas. La de los intelectuales/expertos fundadores como Jean Monnet, pero también Altiero Spinelli, con Madariaga y Coudenhove-Kalergi de precursores. Y la de los estadistas: Churchill como impulsor, Adenauer como padre y De Gaulle como la "conciencia crítica y propulsor de ideas alternativas", flanqueados por la segunda generación de los ochenta, los Mitterrand, Kohl, Delors, González, más tarde Havel... Pero añade a la nómina otras dos categorías. Personajes clave aunque periféricos, de Ataturk a Gorbachov. Y herejes euroescépticos como Thatcher. Opción discutible, pero confesada desde el subtítulo: Grandes europeístas y euroescépticos del siglo XX. A veces agrupa vidas paralelas pero divergentes (Walesa y Havel, con acierto; lo que no logra equiparando al viejo Karamanlis con González y Soares) o movimientos cuyo protagonismo se reparte entre varios actores, como en el necesario repaso a los norteamericanos más implicados con Europa, desde Marshall hasta Kennedy y Reagan.

Entre los defectos, molesta el primario manejo del sustrato económico. Así, a mediados de los ochenta Delors no encontró una coyuntura ascendente, sino el europesimismo económico tributario de las dos crisis petroleras. A veces, aflora demasiado la ideología del autor, cultivado en el CEU y colaborador de Abc. Fascinado por los neoliberales, obvia los efectos perversos de la desregulación y olvida que el balance de Reagan fue un déficit de caballo, sin distinguir entre la doctrina y su aplicación real. La izquierda socialdemócrata se exhibe casi siempre como "excesivamente intervencionista"; a la otra la despacha como "la horda revolucionaria proveniente de Rusia" y hasta el PCI era un peligro que podía hacer "saltar por los aires" la democracia italiana. Su querencia por la contribución de "la cristiandad" a la identidad europea ("como siempre, las palabras del Papa

fueron muy juiciosas") desemboca en el ninguneo de otras aportaciones. Que llega al desprecio con el islam, contemplado como algo unívoco. Por eso alaba en Ataturk la apuesta por "reducir la influencia del islamismo al mínimo", pues, arguye, "sus costumbres no son compatibles con las de una sociedad occidental avanzada".

Esos sesgos aislados mellan, pero no arruinan la calidad del libro. El autor cumple bastante bien su promesa de evitar tanto la hagiografía como la antibiografía. Pero se le escapan las manías personales. Así, Thatcher logró en las Malvinas "salvar el honor de su país" (sic). Y Mitterrand era desde Vichy poco más que un oportunista, de quien no se establece su verdadera relevancia: haber reconciliado a Francia, y sobre todo a la izquierda francesa, con la economía de mercado y con Europa.

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