Parar y jugar
Valdés aumenta su protagonismo como portero y primer futbolista de campo en el Barça
Ha jugado todos los minutos de la Liga, sale a dos paradas por partido y sólo ha encajado 10 goles en 19 partidos. Víctor Valdés lleva seis años bajo los palos del primer equipo del Barça, en los que ha ganado tres Ligas y dos Copas de Europa. El Barcelona tiene portero y lo explota, porque tan pronto mete sus manos al ángulo que forman el poste y el césped, igual que fuera Zubizarreta, como la juega con los pies con el tino de Busquets. Su participación en el juego va más allá de lo que para.
De las 686 acciones que ha protagonizado, 575 veces ha jugado el balón con los pies, igual en corto que en largo. Valdés es el punto final del juego rival y el principio del propio: ha sido el inicio de la jugada en al menos 128 oportunidades. Normalmente repite camiseta cuando no encaja un gol y el árbitro le deja, así que lleva cuatro partidos jugando de turquesa.
"Nos está dando mucho; más allá de lo que para, nos proporciona circulación de balón cuando presionan los contrarios. Está teniendo, además, esa pausa necesaria. Son esos detalles los que marcan las diferencias", le reconoce Guardiola, que no se escondió el año pasado -"somos Valdés y 10 más", dijo después de visitar San Mamés- y sigue entregado al rendimiento de Valdés este curso: "Nos salvó en Tenerife y nos ha vuelto a salvar en Valladolid". En 11 de los 20 partidos de Liga que ha jugado este año, el rival no ha logrado marcarle un gol.
Muchas de las goleadas del Barcelona se justifican últimamente a partir de una parada de Valdés, acostumbrado a tener que activarse sin previo aviso, y por supuesto, también ha sido determinante en los títulos de los últimos años. El guardameta de L'Hospitalet resultó tan decisivo en Roma como en París y tan valioso en la semifinal del Mundial de Clubes contra el Atalante como tres días después en la victoria ante el Estudiantes. El mayor mérito de Valdés es que el socio ya no pregunta quién juega de portero, como ocurría desde que Cruyff echó a Zubizarreta en 1994. Ninguno de los porteros que desfilaron por el Camp Nou (Busquets, Baia, Hesp, Bonano, Reina, Dutruel y Rustu) logró cubrir el hueco del internacional vasco.
A ojos del cuerpo técnico, Valdés fue en Valladolid un jugador tan importante en el concepto clásico de portero como clave para superar la primera línea de presión. El equipo de Mendilibar exigió al Barça jugar tan estirado que pocas veces Valdés ha visto tan de lejos a Ibrahimovic. "Guardiola me ha enseñado a entender el juego más allá de la portería", dice Valdés, que en lo que va de año ha recibido cuatro faltas y sólo ha cometido una. "Está creciendo mucho", insiste Guardiola.
Valdés mira a Unzué, su entrenador personal: "Le debo mucho. Sin su ayuda no habría logrado paliar los muchos defectos que tengo", insiste. "Miente y lo sabe. El mérito es sólo suyo", tercia Unzué. "A base de tiempo hemos adquirido una mecánica de trabajo muy buena porque nos hemos ido conociendo, respetando y valorando más allá de lo profesional, algo que muchas veces lo da el tiempo", dice el técnico navarro, que tiene las cosas claras en lo referente a la evolución de Valdés: "Si es uno de los cuatro mejores porteros del mundo es porque ha trabajado para serlo. Y mucho".
En su madurez, Valdés ha perdido ímpetu, pero no carácter, así que se muestra más reflexivo en el campo y muy centrado en lo personal, entregado a su hijo Dylan y al blindaje del vestuario, motivo por el que a menudo choca con los intereses mediáticos. A los 27 años, y en plena madurez, le da igual, siempre le dio igual y ahora más que nunca. Tipo con los valores muy claros, sigue pensando que nadie es más importante que el equipo y obra en consecuencia, pero ya no es aquel portero eléctrico bajo los palos, sino que domina los terrenos y los tiempos durante el juego y en los entrenamientos, donde a menudo se mostraba obsesivo, necesitado de cargas de trabajo incluso en día de descanso. Ha aprendido a conocerse mejor y regula más, consciente de que los tiempos de recuperación resultan casi tan importantes como el ejercicio.
Referente en un vestuario que se pregunta qué más tiene que hacer para ir a la selección, Valdés alargó el sábado el partido hasta el avión, donde se enzarzó en una guerra de sushi con Iniesta.
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