Dientes contra guantes
Un Athletic fiero doblega al Madrid con un arranque de los de antes
San Mamés no engaña. El Athletic, tampoco. Es una casa humilde, habitada por inquilinos humildes que la mantienen reluciente y cocinan los productos de la tierra como se cocinaban hace un siglo. Guste o no guste, esta cocina del fútbol es así de sencilla: pocos elementos, cocción rápida y buena salsa.
San Mamés no engañó al Madrid, aunque le dislocó su argumentario con una salida intempestiva, alocada, tremenda, marcando el territorio. Esto es lo que hay, vino a decir Gurpegui cuando curvó su disparo, de costado, que se fue el poste, y esto es lo que hay, que dijo a su pesar Toquero cuando se ensañó de nuevo con el poste tras el primer rechace. Eso es el Athletic, que arrancaba con el protagonismo de dos laborantes, ejemplo máximo de las armas que quería oponer a la ingeniería del Madrid. Dientes frente a guantes.
ATHLETIC 1 REAL MADRID 0
Athletic: Iraizoz; Iraola, San José, Amorebieta, Koikili; Gurpegui, Orbaiz (Susaeta, m. 66), Javi Martínez, Yeste (David López, m. 75); Toquero (De Marcos, m. 86) y Llorente. No utilizados: Armando; Ustaritz, Etxeberria y Muniain.
Real Madrid: Casillas; Sergio Ramos, Albiol, Garay, Arbeloa; Lass (Granero, m. 73), Xabi Alonso; Cristiano Ronaldo, Kaká, Marcelo (Guti, m. 62); y Benzema (Raúl, m. 78). No utilizados: Dudek; Gago, Drenthe y Metzelder.
Gol: 1-0. M. 2. Llorente cabecea un córner sacado por Yeste.
Árbitro: González Vázquez. Expulsó a Gurpegui (m. 94) por dos tarjetas amarillas. También amonestó a Javi Martínez, Lass, Ramos, Alonso, Koikili, Iraizoz y Cristiano.
Unos 38.000 espectadores en San Mamés.
A los dos minutos, Llorente aprovechó la peinada de Lass en un córner de Yeste
Quizá fue el partido más inglés de Cristiano, a veces infantil, siempre peligroso
Sabía el Madrid adonde venía porque casi siempre ha sido así con cualquier resultado final. Pero quizá no esperaba el mismo viento que le acompañó en su movido aterrizaje. Y menos aún que, a renglón seguido, Llorente aprovechara la peinada de Lass en un córner de Yeste para marcar el gol. Definitivamente, era un partido para todos. En la primera ocasión intervinieron los operarios; en la segunda, los tipos creativos.
No había tregua. Presión asfixiante, ayudas constantes, balones peligrosos, de ésos que exigen más actitud que talento... Le costaron al Madrid media hora buscando su sitio en San Mamés, con Cristiano Ronaldo empeñado en asuntos internos y Kaká tratando de asumir la circulación del balón, a la que no alcanzaban Xabi Alonso y Lass, agobiados como no sabe nadie por la multitud de amigos rojiblancos que les circundaban.
Todo ese tiempo tardó el Madrid (con el gol a cuestas) en hacerse un sitio. Pero, cuando lo consiguió, con la inteligencia intermitente de Kaká y la aparición emergente de Xabi Alonso, ya no lo abandonó. Fue otra vez el dominio del balón, del espacio y de la circulación en el área. Al Madrid le había dolido tanto el gol como asustado al Athletic, que había decidido apostar a la ruleta y encomendarse al santoral más cercano, esto es, Iraizoz, que fue repeliendo uno a uno los disparos de Lass, Marcelo, Xabi Alonso y especialmente dos de Cristiano en la segunda mitad, uno mano a mano con el portugués en el que anduvo más listo. El único que no alcanzó, un remate de Benzema con el escorzo típico del delantero mordaz, se estrelló en el poste.
El asunto se asemejaba a un monólogo, pero sin disfrute. La mirada de Cristiano Ronaldo, hosca, oscura, unida a algunos gestos inapropiados con el público y los rivales, demostraba la incomodidad de un partido muy roto por los jugadores, por un árbitro riguroso (es decir, con poco criterio) y un público enardecido.
Un partido que era del Madrid desde la media hora hasta el final. Perdido Lass, el resto se repartía el monólogo, enchufados, con metros suficientes en cuanto combinaban dos pases urgentes que rompía a un Athletic que no sólo exhibía su cansancio, sino que asumía que jugaba con fuego calculando el tiempo que podría tardar en quemarse. El agua para sus manos era Iraizoz, sometido a un bombardeo desde el borde del área. Un debate entre creer (le correspondía al Madrid) y resistir (a lo que aspiraba el Athletic).
San Mamés no engaña y el Athletic tampoco: corre más de lo que puede y juega lo que se espera de él, como si le trasladase al rival la obligación de hacerlo bien, librándose del compromiso. Sólo Llorente dejó su impronta de calidad, amén del gol, en una jugada magnífica, rodeado de rivales en el área pequeña. Delicadeza en la fábrica. La misma que ponía San José para oponer su juventud a los ídolos del Madrid. Y eso que Cristiano Ronaldo lo encaró como si de la Premier se tratase. Quizás no conocía a Iraizoz, un chicarrón vestido de negro como los porteros antiguos y al que difícilmente olvidará. Quizá fue el partido más inglés de Cristiano, rematador, discutidor, enfadado, físico, quizá desquiciado, a veces infantil, siempre peligroso. Como McManaman, que siempre jugaba bien en Bilbao. Pero, eso sí, él ganaba.
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