Especialista en vacuno

Una nueva generación se hace cargo de la gestión de este restaurante, caracterizado en su etapa anterior por una constante atención a las carnes, gracias a lo cual era posible tomar en tempranos momentos la afamada de wagyu, llamada de Kobe antes de que los habitantes de dicha ciudad japonesa impusiesen la exclusividad de su carísima denominación de origen, conseguida merced a los extraordinarios cuidados -incluyendo la cerveza y los masajes- que a los ejemplares vacunos de la raza se les prodigaba en tan lejanas tierras.

Esa cualidad no se ha perdido, por lo que es posible degustar la entraña -tal llaman en Argentina al diafragma del animal- de dichos bovinos a la brasa, tratamiento que conviene a este corte de carne jugosa y de potente sabor. O bien culminar la comida con un entrecotte de buey -en este caso de denominación gallega- también sabroso, aunque no pueda compararse con su pariente oriental.

Las alternativas a estas especialidades pasan los inevitables arroces de nuestro entorno, melosos o secos, de pescados y mariscos -marineros-, o bien el rossejat de fideos finos y algunos peces cuyo nombre debe proporcionar cada día el mercado.

Para comenzar entrantes populares, rematados con desigual fortuna, entre los que deberemos destacar las croquetas en sus distintas variantes -de jamón, de carnes del cocido o de boletus edulis-, la ensaladilla rusa -un poco aguada-, y la tradicional titaina, que en nuestro caso se vio aromatizada de forma un tanto incomprensible por un penetrante sabor a vinagre; el pulpo, las mollejas, el foie gras, las anchoas o el incombustible plato que aúna los huevos con el jamón y las patatas fritas.