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Columna
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La banda insumisa

Botsuana se independizó en 1966 y no consta que los bosquimanos, en más de 40 años, le hayan dado un solo día la vara a la reina de Inglaterra, a cuenta de agravios en el desierto de Kalahari cuando aquel paraje era el protectorado de Bechuanalandia. La emancipación de los pueblos funciona cuando las sociedades respectivas se dotan de un determinado orden social, observan unas leyes y ajustan sus conductas a dichos marcos de convivencia. Aviso para los vascos y las vascas, si aún siguen allí: la independencia por sí misma no garantiza mejoras sobre el yugo colonial, cuando sus gestores se instalan en el despropósito. Advertencia extensible a los catalanes que promueven, sus razones tendrán, las consultas encaminadas a quitarse de encima la España incómoda y ex plural. La tarea es más complicada que despiojarse, cambiar de pabellón, izar bandera y presentarse en la nueva sociedad de naciones. El caso valenciano esclarece cualquier duda al respecto. No hubo referéndum para sancionar el Estatut de la cláusula Camps, de inspiración marxista. De Groucho Marx. Tampoco declaración de independencia. Ni se han ratificado convenios contra la esclavitud, el urbanicidio, la limpieza étnica u otros crímenes contra la humanidad. Desde que Francisco Camps se encaramara al poder, pero sobre todo desde que se acomodó en el trono del rey desnudo, el País Valenciano parece ostentar mayor emancipación que la República de Kosovo.

En este páramo todavía quedan media docena de convencidos sobre la preeminencia de la Constitución española. En tal caso el paisanaje participaría, además de las pérdidas, de los supuestos beneficios por pertenecer al Estado que hoy mismo coordina a los veintisiete países de la Unión Europea. Veintiocho, contando Pepelandia. Según esto los poderes ejecutivo, legislativo y judicial tendrían vela en el entierro. Falsas apariencias. Aquí no rige la ley de ayuda a los dependientes, ni los convenios para dotar bibliotecas públicas. Se objeta contra la Educación para la Ciudadanía y se impide que los ordenadores escolares cofinanciados por el Gobierno central lleguen a los usuarios. Por no hablar de la justicia creativa. Las prioridades basculan entre carreras de bólidos, espectáculos de variedades y procurar por las amistades. Y no contentos con ello, los clavarios y la alcaldesa mayor pretenden que pague la fiesta el imperio. ¡Dios salve a la Reina! Vista la algarada contra la resolución sobre el expolio de El Cabanyal, una de dos. O se ha proclamado la independencia y los voceros del régimen se han olvidado de informar dónde reparten los pasaportes, o una cuadrilla de insumisos pilota la nave. Urge, pues, restablecer la legalidad e inhabilitar a los objetores para evitar daños peores. Por favor, hagan algo.

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