El nuevo zar es de Moaña
Iago Aspas asume la responsabilidad de liderar al Celta y revive a su ídolo Mostovoi, mientras Balaídos empieza a considerarle un símbolo del club
Con apenas ocho años, Iago Aspas cruzó la ría desde Moaña para jugar uno de los torneos que organizaban los cazatalentos del Celta todos los sábados. No tardaron en ofrecerle una camiseta con la cruz de Santiago en el pecho. Ya no se la quitó.
Jamás se ha puesto otra y catorce años después es uno de los faros del primer equipo, mediapunta de talento y movilidad y con una curiosa capacidad para resolver en situaciones límite: marcó un gol decisivo ante el Alavés la temporada pasada en un partido en el que su equipo se jugaba la permanencia y repitió contra el Girona hace un mes cuando sobre su técnico pesaba un ultimátum. "Eusebio me apoya al cien por cien y yo estoy muy agradecido por la oportunidad que me está dando", apunta el jugador en una frase que suena tópica, pero guarda una historia.
"Las oportunidades iban para la gente de fuera. No se miró en casa"
El equipo evitó el descenso la pasada temporada con un gol del moañés
Camino de los 23 años Iago Aspas apenas acumula una veintena de partidos jugados en el fútbol profesional, demasiado pocos para la proyección que siempre mostró. Medio Celta B dio el paso al primer equipo antes que él. Ni siquiera este verano, tras convertirse en el héroe que selló la permanencia del equipo, tenía claro que iba a formar parte de la primera plantilla. "No sabía si iba a tener ficha fija, así que tampoco esperaba tener tantos minutos", asegura Aspas. Atrás quedaban muchas expectativas que no se concretaron. Hace tres años Fernando Vázquez, siempre sensible a los jóvenes talentos, tenía al pequeño de los Aspas en su punto de mira. Le invitó a entrenar con los mayores, con su hermano Jonathan, que todavía no se había ido a su periplo por el continente y con el que llegó a compartir convocatorias, pero ningún minuto sobre el césped. Pero cayó Vázquez y viró la estrategia del club vigués.
"Las oportunidades iban para la gente de fuera. No se miró lo que había en casa", se lamenta Iago Aspas. El jugador moañés alargó su etapa en el filial mientras en el primer equipo se batían tipos como Nené, Bamogo, Guayre, Núñez, De Ridder, Manchev, Okkas, Quincy, Óscar Diaz, Dinei, Ghilas o Maris Verpakovskis. Llegaron de Letonia, Chipre, Brasil, Holanda, Argelia o Bulgaria, y sólo cuando la caja se vació se miró hacia A Madroa. "Es una triste paradoja, pero es la verdad. Pude llegar antes, pero tarde o temprano el fútbol pone a cada uno en su sitio", zanja Aspas.
Ahora su lugar está en Balaídos, donde ha alcanzado rango de indiscutible no sólo para el técnico sino para una afición, que ante la prolongada ausencia de Oubiña, le empieza a considerar un símbolo del club. "Me halaga que digan de mí que soy el futuro del Celta. Asumir responsabilidades es bueno para el jugador y también para el equipo". En realidad siempre quiso que le alumbraran los focos. "Quería ser como Mostovoi, siempre me fijé en él", explica. Sin el recorrido del viejo zar, estamos ante otro mediapunta de carácter volcánico, pero con un valor añadido, su capacidad para jugar por banda o incluso como referencia en ataque.
"Cuando estaba en el filial jugábamos 4-4-2 y yo era el segundo delantero al lado de una referencia más fija. Al salir con un único punta, Eusebio me pide que me mueva también por las bandas y me es indiferente partir de un sitio o de otro, pero yo siempre estoy más cómodo por el centro", abunda el futbolista de Moaña.
Al ruso quisieron hacerle una estatua, pero se fue por la puerta de atrás. Iago asume que él también puede irse si el equipo no crece a su ritmo, pero todavía quiere vivir durante más tiempo las sensaciones por las que estuvo peleando durante tanto tiempo.
"Recuerdo que de la gente que estábamos en segundo año de benjamines sólo hemos llegado arriba Mateo Míguez, que está en el Celta B, y yo. Y había chicos con mucho nivel. Ahora mismo no quiero salir, quiero jugar y triunfar en el Celta y si al final tengo que salir de aquí para jugar en Primera, bienvenido sea si es bueno para todos".
En el caso de que Iago acabase abandonando el club, únicamente se negaría a tomar un destino: "No iría al Deportivo". Lo dice Iago, el chaval de Moaña que hace casi ocho años aplaudió desde la grada de Balaídos la patada de Vagner a Diego Tristán en el banderín de córner más próximo al sector que ocupan los Celtarras. "Muchas veces no se suele decir la verdad en el mundo del fútbol, pero fue así y lo digo como lo siento".
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